Capítulo 2: Decisiones desesperadas

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El viento susurraba a través de las callejuelas de Veyloria, cargando consigo un aire denso y pesado. Las calles estaban desiertas, como si la ciudad misma retuviera la respiración ante la proximidad de lo inevitable. Everett miraba por la ventana de la pequeña posada donde se hospedaba, sus pensamientos enredados en una maraña de dudas y temor. La luz de las antorchas proyectaba sombras irregulares en los muros de piedra, recordándole lo incierto que era el camino por delante.

Azura estaba sentado a un lado, afilando con paciencia su espada. Sus movimientos eran precisos, casi calculados, como si esa acción mundana fuera lo único que le mantenía conectado a la realidad. Desde que había propuesto la idea de viajar a Mordrath, Azura no había dejado de mostrar una determinación inquebrantable, como si aquella fuera la única salida a la vorágine en la que se encontraban.

Everett, en cambio, no estaba tan seguro. Desde el momento en que Azura mencionó la Asociación Nieve de Sangre, un grupo de rebeldes exiliados que planeaban derrocar al rey, Everett no podía dejar de sentir que aquello era un suicidio. Él había huido buscando libertad, no otra prisión. Sin embargo, algo en los ojos de Azura lo hacía dudar.

—Deberías empacar —dijo Azura sin apartar la vista de su espada, la voz baja pero firme—. Si realmente vamos a hacer esto, debemos partir antes del amanecer.

Everett soltó un suspiro y se dejó caer sobre el borde de la cama. Había pasado las últimas horas sumido en sus propios pensamientos, pero ninguno de ellos lo llevaba a una conclusión clara.

—Aún no estoy seguro, Azura. Esto suena... demasiado arriesgado. No sé si unirme a un grupo de rebeldes sea la solución —dijo Everett, mirando al techo como si allí pudiera encontrar alguna respuesta.

Azura levantó la vista por un momento, su ceño fruncido con irritación apenas contenida.

—No se trata solo de nosotros, Everett —respondió—. No es solo nuestra libertad la que está en juego. Si no hacemos algo, el rey seguirá aplastando todo a su paso. Ya no podemos seguir escondiéndonos o huyendo.

—Pero es que no lo entiendes... —Everett se sentó de golpe, las palabras saliendo antes de que pudiera detenerlas—. ¡No quiero ser parte de ninguna guerra! Apenas puedo soportar el peso de lo que ya llevo sobre mis hombros, y ahora me estás pidiendo que me involucre en algo mucho más grande. ¿Por qué yo?

Azura guardó silencio por un instante, dejando que la tensión en el aire se espesara como una nube negra. Finalmente, dejó de afilar la espada y la colocó a su lado, cruzando los brazos.

—Porque tú también eres una víctima de este reino —dijo en voz baja, pero con una intensidad que cortaba como un cuchillo—. Puede que no lo veas, pero tu vida ha sido moldeada por las mismas manos que destruyeron la mía. Tú, como yo, no tienes otra opción si realmente quieres ser libre.

Everett sintió cómo sus palabras lo atravesaban, encendiendo una chispa de duda y resentimiento que había tratado de enterrar. ¿Podía tener razón? ¿Era acaso su matrimonio arreglado, su vida planificada desde el día en que nació, una forma de opresión? Había pasado tanto tiempo aceptando su destino que nunca se había detenido a cuestionarlo.

—¿Y qué pasa si el rey no es el único problema? —murmuró Everett, más para sí mismo que para Azura—. ¿Qué pasa si todo esto solo trae más caos?

Azura lo miró en silencio, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de cansancio y rabia contenida. Sabía que las palabras de Everett no eran tan simples como parecían. Ambos estaban atrapados en un juego mucho más grande que ellos, un juego en el que ni siquiera entendían las reglas.

—El caos ya está aquí —respondió Azura finalmente—. Lo único que podemos hacer es elegir de qué lado estaremos cuando todo estalle.

La habitación se sumió en un incómodo silencio, roto solo por el crujido de la madera bajo sus pies cuando Everett se levantó y comenzó a empacar sus pocas pertenencias. No estaba completamente convencido, pero sabía que no podía quedarse en Veyloria. No ahora.

Insurrección |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora