𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 3

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¡Anubis! – grito Aquiles.

— ¿¡Lo va a atacar de frente!? —exclamó Ares.

— ¿Aún no comprendes que no puedes tocar mi cuerpo si te acercas de esa forma? —Anubis habló con una mezcla de calma y desesperación.

Aquiles esbozó una sonrisa sarcástica—. Ja... iluso.

— ¿Qué es?

— Solo es necesario tener tu atención

—Imposible

Aquiles atacó de frente, su lanza centelleando en el aire, apuntando directo al pecho de Anubis. El dios, seguro de su invulnerabilidad, no hizo más que esbozar una sonrisa fría.

— Eres más tonto de lo que creía, Aquiles —murmuró Anubis.

Pero en el último segundo, la verdadera intención de Aquiles quedó al descubierto. La lanza fue solo una distracción. Con una velocidad sorprendente, el héroe griego giró sobre sí mismo y, antes de que Anubis pudiera reaccionar, una brutal patada directa al rostro lo derribó al suelo.

El impacto resonó, y la expresión de Anubis pasó del desdén a la incredulidad mientras caía pesadamente al suelo, derrotado.

Anubis cayó al suelo, aturdido por el impacto. Mientras trataba de levantarse, una sola pregunta atravesaba su mente: ¿Logró engañarme?

Pero no tuvo tiempo de procesarlo. La voz de Aquiles lo sacó de su confusión.

— ¡Ahora toma! —rugió Aquiles, lanzándose de nuevo hacia el dios caído, decidid

Aquiles no perdió un segundo. Se abalanzó sobre Anubis con una furia descomunal, descargando una lluvia de golpes con los puños desnudos. Cada impacto resonaba con fuerza, y por primera vez, la sangre del dios.

Anubis, incrédulo, intentó levantarse, pero cada golpe lo hundía más en el suelo. El orgullo de la deidad estaba hecho pedazos, mientras sentía cómo la fuerza del mortal lo hacía sangrar como cualquier otro.

— ¡Esto es el poder de alguien con sangre humana! —gritó Aquiles, su voz resonando con ferocidad mientras continuaba desatando una lluvia de golpes sollozos.

La declaración reverberó en el aire, subrayando no solo su habilidad como guerrero, sino también la fuerza y ​​determinación.

— Ese humano está dándole una

— ¡Ni se te ocurrirá terminar esa oración, Isis! — gritó Seth.

Neftis, con un tono suave pero preocupado, miró a Anubis—. Anubis...

El silencio pesado en la escena hacía que la incertidumbre fuera aún más palpable, mientras todos esperaban la respuesta de dios.

— Anubis ha tenido momentos más difíciles que esto... — gritó Seth, su frustración evidente—. ¡Maldición, Anubis! ¡Deja de ser un saco de boxeo y acaba con ese humano ahora mismo!

La voz de Seth retumbó en el aire, llena de desesperación y urgencia, mientras sus ojos ardían de rabia y preocupación p.

— Es genial, tu familia te está apoyando cuando estás contra las cuerdas —se burló Aquiles, su voz impregnada de ironía mientras observaba al dios egipcio.

Anubis guardó silencio, su mirada estaba apagada.

— ¿Qué te pasó? —preguntó Aquiles, inclinándose hacia Anubis con una sonrisa burlona—. ¿Te di tan fuerte que te dejé sin palabras?

— Anubis... por favor, raciona... —suplicó Neftis, su voz temblorosa y llena de angustia mientras miraba a su hermano, deseando que recuperara la claridad.

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