Debió Ser Amor...「Madara×Mito」

• Fallen Angel

Título: 「Ángel Caído

~ LEMON ~

Hace mucho tiempo, antes de abandonar el reino de los cielos, Madara comenzó a aprender más sobre los seres humanos, pero no solo eso, también aprendió sobre demonios y ángeles caídos, lo que lo dejó, en cierto modo, obsesionado con el poder de ambos, tan obsesionado que acabó expulsado del reino de los cielos, le arrancaron las alas y los recuerdos, y desde entonces vive como un humano, en el mundo de los mortales. A pesar de las dificultades que enfrentó al principio, vivió bien como mortal, era sumamente inteligente y esta inteligencia le ayudó a conseguir una buena vida.

Hasta ese día.

El día que otro ángel caído lo encontró y le hizo recuperar los recuerdos de cuando vivía en el reino de los cielos, desde entonces, Madara decidió que se volvería aún más poderoso y siguió al pie de la letra las instrucciones de aquel ángel, convirtiéndose en una criatura, de gran poder, algo que lo convirtió en un gran asesino, aceptando solicitudes de personas para cometer diversos delitos. Con cada vida que tomaba, obtenía más y más poder, pero no solo eso, la confianza que la gente tenía en tal poder lo hacia aún más fuerte. Fue entonces cuando el rey del cielo decidió que debía ser condenado a tener su alma abolida para siempre, por haber cometido, entre otros, el grave delito de mostrar a los seres humanos su verdadera forma.

(...)

En forma de estrella fugaz, Mito llegó al mundo de los mortales. Rápidamente se disfrazó de ser humano, vistiendo ropa ''normal'' y ocultando su aura angelical. Su enorme cabello rojo estaba atado en una cola de caballo y llevaba un vestido sencillo de color blanco, que era suficiente para pasar desapercibido. Para alguien como ella sería fácil rastrear al ángel caído, no necesitó más que unas pocas horas y ya lo había localizado. Lo único que tenía que hacer era enfrentarlo, herirlo con la espada sagrada y llevar su alma al reino de los cielos, una tarea sencilla.

Al menos eso es lo que ella pensaba.

Madara sabía que llegaría ese día, el día en que lo buscaría para ser juzgado por sus crímenes, sin embargo, no se arrepintió de ningún momento de su vida en la tierra, siempre quiso ser algo más que un simple servidor del rey.

Quería ser libre.

Ese día, Madara se encontraba trabajando en su casa, que estaba a pocos kilómetros de la ciudad más cercana.

Estaba fabricando una espada en el patio trasero, bajo un calor intenso. Sin camisa mientras manejaba el arma, se notaban las gotas de sudor que corrían por su tonificado cuerpo. Odiaba el calor, era una de las cosas que más odiaba en la tierra, pero después de un tiempo se acostumbró. Todo iba bien como siempre, hasta que pudo sentir una presencia que no había sentido desde hacía tiempo.

Era ella, de eso estaba seguro.

Dejó lo que estaba haciendo y se secó la frente, luego esbozó una sonrisa sarcástica.

— Ha pasado un tiempo desde que te vi, ¿no? ¿Me extrañas? — Miró por encima del hombro, viendo a la mujer con los brazos cruzados y una ceja arqueada. Ese fue el intento de Mito de no mostrar lo que sentía.

Estaba nervioso. ¿se pregunta qué estaba mal? ¿Por qué su mente le traía recuerdos que había jurado haber enterrado hacía mucho tiempo? Habían pasado años desde que lo había visto, pero él era exactamente como lo recordaba. Cuando Madara giró para mirarla, Mito pudo sentir su corazón latiendo diferente, pero ella ignoró este hecho y se acercó a él, ya que había sido descubierta.

— Es sorprendente que todavía lo recuerdes. Cuando dejó nuestra tierra, recuerdo que su memoria fue borrada; su rostro estaba inexpresivo y su voz sonaba un poco áspera, pero sus ojos estaban fijos en toda la forma de Madara, lo que hacía sentir angustiada por sus sentimientos reales y sentimientos nunca olvidados para él.