Capítulo 1

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 Cuando Marta de la Reina cruzó con seguridad la puerta de la sala de reuniones, el murmullo cesó de golpe. Sin embargo, fue solo una mirada penetrante desde el otro extremo de la mesa —esos ojos color avellana, que solían desafiarla en las noches de Toledo— lo que le revolvió el estómago, como si pudieran vislumbrar las profundidades de su ser.

Durante su discurso de presentación, afirmó con confianza que, como todos sabían, Damián se había jubilado, y ahora era su turno de ocupar el lugar que dejaba su padre en el imperio familiar; una reconocida inmobiliaria, dueña de gran pate de Toledo y con edificios repartidos por toda España, que ejercía una considerable influencia en el sector de bienes raíces. Con su formación en administración y su posgrado en economía obtenidos en los Estados Unidos, y con los últimos cuatro años vividos en Madrid construyendo su propia empresa de cosméticos, había demostrado su habilidad para sobresalir en el mundo empresarial, repleto de desafíos y presiones constantes.

A pesar de ello, mientras recorría la sala con la mirada, sus ojos tropezaron con aquellos que una vez llegaron a conocerla demasiado bien. En un instante, se encontró navegando un mar de emociones, donde su impecable trayectoria parecía tambalearse. Pero no podía permitirse que nada delatara la fachada impenetrable que había construido con tanto esmero. Marta sabía que debía mantener su compostura, que debía proteger la fortaleza que había erigido con los años, sin importar las turbulencias emocionales que surgieran en el camino.

Apenas terminó la charla, Marta se dirigió con aplomo a su nuevo despacho. La oficina comenzó a recuperar su rutina, aunque el impacto de su presencia aún resonaba en las conversaciones susurradas. Todos parecían volver a sus actividades habituales, excepto Fina, que permanecía congelada en el lugar, con la mirada perdida en el umbral por donde Marta había desaparecido.

—Joder, Andrés, no me has dicho que tu hermana volvía —soltó Fina, todavía un poco incrédula.

—Fue todo muy a última hora. Ni yo me lo creía hasta que la vi aquí —respondió, con una sonrisa algo apurada y encogiéndose de hombros.

Isidro, el padre de Fina, no solo era un amigo cercano de Damián, sino también su contratista de confianza. Los dos habían sido responsables de la construcción de gran parte de los edificios del pueblo. Por esto, Fina creció junto a los de la Reina, cultivando su relación desde la infancia, especialmente con Marta. Ambas, de la misma edad, se volvieron inseparables al asistir juntas al instituto. Sin embargo, cuando Marta se mudó al extranjero, perdió el contacto y no supo más nada de ella.
Con el tiempo, y especialmente en los últimos años, Fina, desarrolló una estrecha amistad con Andrés. Ella en su rol de arquitecta y él como ingeniero estructural, solían pasar largas horas colaborando en proyectos para la inmobiliaria de los de la Reina.

Cuando Fina se quedó sola, su mente inevitablemente comenzó a divagar. Pensó en su vieja amiga y en cómo los años la transformaron en la mujer que había visto al frente de la sala, una figura casi irreal. En cómo los rulos dorados, perfectamente peinados, caían sobre sus hombros, enmarcando su rostro y destacando sus ojos azules, tan profundos como los recordaba. En cómo el traje, impecablemente ajustado realzaba su silueta. Pero se detuvo; no podía permitirse pensar en ella de esa manera.

Se dirigió a su escritorio y decidió pasar el día enfocada en los planos que debía terminar. Cada línea se convirtió en un intento de bloquear las distracciones emocionales que persistían en su mente. De vez en cuando, se unía a las charlas animadas de Claudia y Carmen, quienes, ajenas a su lucha interna, discutían sobre el último proyecto en el que estaban trabajando.
Pero por mucho que quisiera, no podía prestarles demasiada atención. Las voces de sus amigas se desdibujaban en un murmullo de fondo, mientras sus pensamientos seguían regresando a la figura de Marta. Cada intento de centrarse en los detalles estructurales de su trabajo fallaba, y solo se preguntaba que habría sido de ellas si Marta no se hubiera ido.

Tú, Otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora