Capítulo 3

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El espacio se llenó con la figura imponente de Damián de la Reina y ambas se volvieron para mirarlo.

—Marta, te estuve esperando en casa. Como no llegabas supuse que estarías aquí —dijo con un tono de leve reproche, alisándose el saco con un gesto sereno.

Al percatarse de la presencia de Fina, su expresión se suavizó con una sonrisa amistosa.

—Fina, ¿cómo te va? —preguntó, con cariño.

—Hola, don Damián. Todo bien —respondió Fina con respeto

—Veo que os estáis poniendo al día —comentó Damián, en un intento de aligerar el ambiente.

Marta no pudo evitar hacer un ligero gesto de desaprobación, poco entusiasta al hablar con su padre. Prefería mantenerlo al margen.

—¿Pasa algo, padre? —preguntó, buscando cortar la conversación.

—Andrés me comentó que estás buscando piso, ¿de qué va eso? —inquirió Damián, frunciendo el ceño.

-Si. Que soy adulta, no me voy a quedar en la casa contigo —respondió Marta, con un tono que no admitía discusión.

— Ya, pero que estes buscando cuándo somos dueños de una inmobiliaria... no tiene sentido —Soltó una pequeña carcajada, suave pero firme.

—No quiero deberte nada —replicó Marta, cruzando los brazos.

Fina, sintiéndose una espectadora incómoda de aquel intercambio, intentó escabullirse. —Bueno, os dejo para que charléis tranquilos...

Pero Damián la detuvo con un gesto de la mano.

—No, por favor, quédate. Viene bien que estés aquí. —Le dirigió una mirada a Marta y añadió—: Fina vive en uno de nuestros edificios cerca de aquí. —Volvió a mirar a Fina— ¿Sigue vacío el piso aledaño al tuyo?

Fina, súbitamente nerviosa, disimuló. No quería que Marta se mudara tan cerca, pero tampoco podía decirlo.

—Sí, sí, sigue vacío —dijo, procurando que su tono fuera despreocupado.

—Bueno, pues asunto resuelto, Marta. Te mudas allí; es perfecto —declaró Damián con la autoridad de quien está acostumbrado a tener la última palabra.

—No es necesario, ya encontré varios departamentos lindos que planeo ir a ver... —comenzó Marta, tratando de esquivar la propuesta. Era consciente de que había muchas razones por las cuales no era buena idea mudarse al lado de Fina, pero que su padre las desconocía.

Damián la interrumpió en seco, y su voz adquirió un matiz oscuro y autoritario que reveló de repente su verdadero carácter imperioso.
—No me estás entendiendo —dijo, con una firmeza que no admitiría réplicas—. La directora no puede ir a buscar casa a la competencia, ¿cómo se vería eso? No hay discusión.

Marta se percató de que su padre tenía razón, pero al mirar a Fina, supo de inmediato que, aunque intentara ocultarlo, no le alegraba la idea. Así que buscó una alternativa.

—Bueno, es verdad, padre, pero seguro hay otro edificio con algún piso libre. Le preguntaré a Carmen.

—¿Qué problema hay con el edificio de Fina? —preguntó, algo confundido— ¿Qué os pasa a vosotras dos? —insistió al notar la tensión y el silencio— ¿Me he perdido de algo?

Fina y Marta compartieron una mirada rápida, de esas cómplices que solían darse. Ambas sabían que Damián sí se había perdido de algo, de mucho en realidad.

—Vamos, que están actuando como cuando eran niñas y las pillaba haciendo alguna travesura —bromeó Damián, tratando de sonsacar una sonrisa.

—Bueno, padre, que quizás Fina no quiera tener a su jefa viviendo al lado —dijo Marta, con seriedad, desviando el tema.

Tú, Otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora