Capitulo 5 (final): La tormenta y el nuevo camino

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Tras ganar el primer campeonato el segundo fue seguir el camino pues no había cambios importantes en el reglamento y solo tenía margen de mejora las motos más rezagadas, así que el resultado de ese campeonato fue un poco más igualado excepto en su primer puesto quedando primero Diego Guerrero, Segundo Pecco Bagnaia, tercero Joan Mir, cuarto Jorge Martín, y quinto Marc Márquez. Después de haber logrado el campeonato mundial de MotoGP en dos años consecutivos, Diego se encontraba en la cima de su carrera. El mundo del motociclismo lo consideraba uno de los grandes, y las oportunidades seguían multiplicándose. Para la temporada 2021, Diego firmó un contrato con Alpinestars Ducati, el equipo más competitivo del momento. Su moto era un verdadero cohete, la mejor de toda la parrilla, y el respaldo técnico que recibía era superior al de cualquier otra temporada anterior.

Con esa nueva máquina bajo su control, Diego dominó cada circuito del campeonato sin demasiada dificultad. Solo Marc Márquez, con su agresividad habitual y su inmenso talento, consiguió seguirle el ritmo, pero nunca llegó a representarle una verdadera amenaza. Carrera tras carrera, Diego subía al podio, a menudo en lo más alto. Era evidente que esa temporada estaba destinada a ser suya desde el principio.

En los circuitos icónicos como Mugello, Assen, y Silverstone, Diego demostraba un control absoluto sobre su Ducati, mientras que los otros pilotos parecían luchar solo por el segundo lugar. Márquez se mantenía cerca en algunas carreras, pero al final, Diego siempre encontraba la manera de distanciarse y llevarse la victoria. A medida que la temporada avanzaba, su ventaja en puntos se hacía insuperable. En octubre, en el Gran Premio de Tailandia, Diego se proclamó campeón por tercera vez consecutiva, con varias carreras aún por disputar. Su sonrisa en el podio reflejaba no solo satisfacción, sino también un inmenso agradecimiento por haber llegado tan lejos.

Pero mientras celebraba, Diego no sabía que el destino le tenía preparada una de las pruebas más duras de su vida.

Llegó el 2022, y Diego se preparaba para defender su título una vez más. Las expectativas eran altísimas, tanto para él como para su equipo. La temporada arrancaba en el Gran Premio de Qatar, en el circuito de Losail, un lugar donde normalmente reinaban las condiciones secas y cálidas, perfectas para una carrera de velocidad. Sin embargo, ese año las cosas fueron diferentes. Justo el día de la primera carrera, una tormenta inesperada se abatió sobre el desierto qatarí.

Las nubes negras se agruparon de repente, y poco después de comenzar la carrera, la lluvia empezó a caer con una fuerza insólita para la región. La pista se transformó en un río peligroso, resbaladizo, y aunque los pilotos estaban acostumbrados a correr bajo la lluvia en otros circuitos, esta tormenta en Losail los había tomado por sorpresa. A pesar de que Diego tenía una moto excelente y una gran habilidad en condiciones húmedas, algo no se sentía bien aquella tarde.

En la vuelta 14, ocurrió lo impensable. Diego, que lideraba la carrera, perdió momentáneamente el control de su Ducati en una de las curvas más rápidas del circuito. La moto derrapó bruscamente, y justo en ese instante, Nicky Simoncelli, otro piloto legendario Mexicano, se encontraba detrás de él. Ambos colisionaron en un choque que dejó a los espectadores helados. Diego fue lanzado fuera de la pista, arrastrado violentamente, por el asfalto y la grava con todo su peso sobre uno de sus brazos , mientras que Nicky sufrió un impacto devastador contra las barreras de seguridad.

El caos se desató. Las banderas rojas ondearon, y la carrera fue suspendida de inmediato. Diego quedó tendido en el suelo, consciente pero paralizado por el dolor. Los equipos médicos llegaron rápidamente y lo trasladaron al hospital. A medida que pasaban las horas, las noticias sobre la muerte de Nicky Simoncelli comenzaron a circular. Diego, ya gravemente herido, fue informado en su habitación. La pérdida de Nicky lo dejó destrozado, no solo por la tragedia de su compañero, sino también porque ese fatídico accidente cambiaría su vida para siempre.

Las lesiones de Diego Guerrero eran graves. Aunque su vida no estaba en peligro, había sufrido daños irreparables en su brazo derecho. Tras múltiples operaciones y una larga estancia en el hospital, los médicos le comunicaron que nunca volvería a tener la movilidad completa en ese brazo. El mundo de las carreras tal como él lo conocía, había terminado.

Para Diego, la noticia fue devastadora, pero en medio de esa oscuridad, algo inesperado sucedió. Durante su estancia en el hospital, había creado un fuerte vínculo con Marina, la joven enfermera que lo cuidaba día y noche. Lo que empezó como un gesto de apoyo y empatía, se convirtió en una conexión profunda. Marina Milano no solo cuidó de su recuperación física, sino que también lo ayudó a sobrellevar el dolor emocional de haber perdido su carrera y a un amigo en el accidente.

Con el paso de los meses, Diego tomó la difícil decisión de retirarse de MotoGP. Ya no podría competir al nivel que una vez lo había definido, pero también sabía que su vida no había terminado allí. Gracias a su carrera exitosa, Diego había acumulado una fortuna considerable. Con sus finanzas aseguradas, se permitió el lujo de retirarse de las competiciones profesionales y comenzar una nueva vida, lejos de la presión de las pistas.

Diego Guerrero y Marina Milano se casaron poco después de su recuperación. Juntos, encontraron un equilibrio entre su pasado turbulento y un presente lleno de tranquilidad. Aunque su cuerpo ya no le permitía competir, Diego nunca abandonó por completo su amor por las motos. Comenzó a disfrutar de ellas de una manera diferente, organizando paseos tranquilos por las montañas y los paisajes rurales, alejados de la velocidad y el peligro que habían marcado su juventud.

Con el tiempo, Diego encontró una nueva vocación. Decidió usar su experiencia y conocimientos para trabajar como comentarista en las transmisiones de MotoGP, y el mundo del motor junto a Sainz y Checa. Su voz, llena de sabiduría y experiencia, se convirtió en una de las más respetadas en el paddock. A través de la pantalla, seguía siendo parte de las carreras, compartiendo su pasión con millones de aficionados.

Pero no se detuvo ahí. Con la fortuna que había acumulado, decidió dar un paso más y regresar a sus raíces. Compró y remodeló el primer circuito en el que había comenzado a competir, aquel humilde trazado en las afueras de Madrid. En lugar de transformar el lugar en una instalación de lujo, decidió mantener la esencia que siempre había amado. Todos los empleados que habían trabajado allí durante años conservaron sus puestos, y Diego invirtió en modernizar las instalaciones para que otros jóvenes, como él lo había sido, pudieran tener la oportunidad de descubrir su pasión por las motos, las cuales disputaban carreras viernes y domingos, o en el karting los cuales corrían miércoles y sábados.

Además, Diego comenzó a impartir clases de seguridad vial para motoristas y demás conductores del parque, enseñando a otros a disfrutar de las motos con responsabilidad, y a los coches a respetar las distancias y vigilar la poca visibilidad de las motos, especialmente en las calles y carreteras donde los accidentes eran comunes. Para él, transmitir esos conocimientos era una forma de retribuir al mundo del motociclismo todo lo que había aprendido.

Con el paso de los años, Diego aprendió a disfrutar de una vida tranquila y feliz. Rodeado de su familia, su esposa Marina y el mundo de las motos que nunca había abandonado, encontró paz en una existencia llena de gratitud. A pesar de los momentos oscuros, las pérdidas y los cambios, Diego supo reinventarse, manteniendo vivo el espíritu que lo había llevado a lo más alto de MotoGP.

El fin de su carrera profesional no había sido el fin de su vida. Al contrario, había marcado el comienzo de una nueva etapa, donde su legado seguía inspirando a otros. Mientras Diego caminaba por los pasillos del circuito que había remodelado, observando a los jóvenes pilotos entrenar, no podía evitar sonreír. Su vida, aunque diferente de lo que había imaginado, era plena y feliz. El amor por las motos seguía ardiendo en su corazón, pero ahora lo hacía de una manera más serena, sin la presión de la competición.

A toda Velocidad: Diego's HistoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora