18 de noviembre del 2023
Sabía que llovería por lo nublado que el cielo había amanecido esa mañana, pero, aun así no me digné a coger el paraguas. Cuando me sacó del coche a la fuerza empecé a arrepentirme de esa tonta decisión, ¿por qué diablos no cogería un paraguas si sabía que iba a llover?
Ah, claro...
Porque pensaba que volvería a casa en su coche...
Hacía frío en la calle y las gélidas gotas de agua que caían por mi cabeza y hombros me tensaban los músculos. Estaba abrazándome a mi misma, como si eso pudiese ayudarme a dejar de temblar o a sentir que me congelo mientras caminaba por las calles de un lugar muy lejano a mi casa.
También odié la idea de no llevar dinero encima ni de haber vinculado mi tarjeta de crédito con la cartera del móvil para poder coger un taxi, pues también confié en que no tendría que gastar nada.
Todo era un desastre y me estaba muriendo de frío...
Entonces, en el momento en el que me siento en el bordillo de una acera se que me he rendido y que estoy asumiendo mi muerte inminente mientras abrazo mis piernas encogidas y me balanceo hacia delante y hacia atrás.
Pienso en mi madre y en lo guapa que era hasta sin pelo, le preguntaba todos los días que como lo hacía para conseguir estar tan reluciente hasta en sus peores días. Ella se reía y me respondía que quizás ayudaba que de joven fumase porros para empollarse libros y libros de información en la Universidad.
Siempre tan macarra...
Mi madre sabía que fumaba y aunque algunas veces me amenazaba con acabar como ella, en el fondo sabía que era igualita y que estaba orgullosa de eso. Ahora que lo pienso bien... no me importa fumar de más si el fin está junto a ella.
- ¿Puedo ayudarla señorita?- Era una voz ronca y adulta. Cuando alzo mi mirada en busca de quien provoca esa sombra encima de mi, descubro a un señor de unos 50 años, con el pelo medio largo y ligeramente canoso. Sus ojos azules alumbra hasta el más recóndito escondite de mi interior y me dan esperanza. Me extiende la mano con una sonrisa y yo no puedo evitarlo.
Yo también le sonrío y apoyo la palma de mi mano sobre la suya, dejando que me levante del bordillo de la acera sin esfuerzo alguno, debe de ayudar que no haya comido en todo el día, supongo. Me metió en su coche y me dejó en casa, no sin antes apuntarme en un pequeño papelito su número de teléfono.
Y eso... eso fue lo más romántico y caballeroso que alguien hizo por mi jamás.
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Limerencia.
RomanceLas cosas nunca suceden como planeas o esperas que sucedan, simplemente se ponen en tu camino y te molestan hasta que decides tomarlo y actuar junto a ello. El destino me ha encaminado a el y puede que ya no aguante más ignorándolo y odiándolo como...