One Shot/ 1.1 - Sombras y Luz

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En la región de Fontaine, donde el mar y la justicia se entrelazan como una danza eterna, Clorinde y Navia, dos almas destinadas a encontrarse, vivían vidas que parecían correr en paralelo, sin tocarse. Clorinde, la implacable duelista de Fontaine, siempre estaba lista para el combate, su fría determinación y su habilidad con la espada la habían convertido en una leyenda viva. Navia, la carismática líder de los Espinafango, poseía una naturaleza cálida y compasiva, dedicada a restaurar el honor de su familia después de la caída de su padre.


El destino entrelazó sus caminos durante uno de los juicios más importantes de Fontaine, donde el caso que Navia había defendido en favor de los oprimidos chocaba con la postura de la justicia estricta de Clorinde. Aunque estaban en lados opuestos en la corte, el respeto mutuo surgió al instante. Navia admiraba la integridad con la que Clorinde se mantenía firme en sus principios, mientras Clorinde no podía ignorar la pasión y el corazón con el que Navia defendía a los suyos.


Una noche, después de un largo día en la corte, Navia se encontraba caminando por los puentes iluminados de Fontaine, con el corazón pesado. A pesar de su optimismo habitual, las cargas de su responsabilidad comenzaban a pesarle. Clorinde, siempre vigilante y en patrullaje por la ciudad, la encontró sola. Algo en la expresión de Navia la conmovió de una manera que no había sentido en años.


—No deberías caminar sola a estas horas —dijo Clorinde en su tono firme, acercándose a ella con pasos decididos.


Navia sonrió suavemente, aunque su cansancio era evidente en sus ojos. —No estoy sola ahora, ¿verdad?


Clorinde frunció el ceño ante la respuesta, pero su corazón latió un poco más rápido de lo habitual. Contra su carácter reservado, la duelista decidió quedarse con ella, caminando lado a lado en silencio. Al principio, las palabras eran escasas, pero pronto la conversación fluyó con una naturalidad que sorprendió a ambas.

—Siempre he admirado tu determinación, Clorinde —confesó Navia. —Pero me pregunto... ¿alguna vez te cansas de ser tan fuerte?


Clorinde guardó silencio durante unos momentos, mirando el mar que reflejaba las luces de Fontaine. —Ser fuerte es la única opción que conozco. Pero a veces... —dudó, sus palabras inusualmente vacilantes— a veces, me pregunto si hay algo más allá de eso.


Navia la miró, con una calidez que traspasaba las defensas de Clorinde. —Tal vez haya algo más. Algo que puedas descubrir si te permites sentir más allá de la fuerza.


Esas palabras resonaron en Clorinde más de lo que habría querido admitir. A lo largo de las semanas siguientes, ambas comenzaron a encontrarse con más frecuencia. Sus discusiones ya no giraban solo en torno a la justicia o los asuntos de Fontaine, sino también sobre sus propias historias, deseos y sueños. Clorinde, a quien siempre se había visto como un muro inquebrantable, comenzó a abrirse, mostrando a Navia una parte más vulnerable, algo que pocos, o tal vez nadie, habían visto.


Navia, por su parte, encontró en Clorinde una compañera inesperada, alguien que comprendía las responsabilidades de liderar y la presión de estar siempre a la altura. Aunque sus métodos y visiones a veces diferían, había una conexión creciente entre ellas, una que se forjaba en la comprensión mutua.


Durante una noche de tormenta, cuando un grupo de criminales intentó sabotear una de las fábricas de los Espinafango, Clorinde y Navia se encontraron luchando lado a lado. Los relámpagos iluminaban el cielo, y las espadas brillaban en la oscuridad. En medio del caos, sus miradas se encontraron, y en ese instante, todo se sintió claro para ambas. No solo eran aliadas en la batalla, sino en algo mucho más profundo.


Cuando la tormenta cesó y el peligro se desvaneció, se quedaron juntas, empapadas bajo la lluvia, respirando con dificultad. Clorinde, aún jadeando, miró a Navia con una intensidad que nunca antes había mostrado.


—Navia... —empezó, sus palabras teñidas de emociones que apenas podía contener— Eres la única persona que ha hecho que cuestione mi manera de ver el mundo. No puedo... dejarte ir.


Navia, con el corazón acelerado, dio un paso adelante y, sin necesidad de más palabras, tomó la mano de Clorinde. —No tienes que hacerlo.


Esa noche marcó el comienzo de algo nuevo para ambas. Clorinde, quien siempre había sido una figura de soledad y disciplina, encontró en Navia una razón para suavizarse, para permitirse sentir más allá de la lucha. Navia, quien siempre había luchado por los demás, encontró en Clorinde a alguien que luchaba por ella.


A partir de ese momento, los puentes y las calles de Fontaine ya no eran lugares solitarios para ellas. Se convirtieron en testigos de una historia de amor silenciosa pero poderosa, forjada entre sombras y luz, como las mismas fuerzas que las habían llevado a encontrarse.


En un mundo de batallas y juicios, Clorinde y Navia encontraron en el otro la única justicia que realmente importaba: la de seguir el latido de sus corazones.

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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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