03

158 26 3
                                    

“REFUGIO EN LA SOLEDAD”

El ruido de la ciudad era ensordecedor. Mientras caminaba por las calles, la desesperación se aferraba a mí como un abrigo pesado, y cada paso que daba era un recordatorio de la vida que había dejado atrás. Había dejado a Thomas, pero su sombra seguía persiguiéndome, recordándome la razón por la que estaba huyendo.

Me detuve en una esquina, observando a la gente pasar. Algunos reían, otros discutían, y yo solo sentía un vacío abrumador. No sabía adónde ir, no tenía un plan claro. Solo quería alejarme, y eso me llevó a buscar un lugar donde pudiera refugiarme, aunque solo fuera por un tiempo.

Después de vagar por las calles durante horas, mis pasos me llevaron a un hotel de paso, un lugar que prometía anonimato. Entré, sintiendo el aire frío del aire acondicionado abrazarme, un alivio momentáneo del calor que me envolvía por fuera. La recepcionista, una mujer mayor con ojos cansados, me miró con una mezcla de curiosidad y desinterés.

—¿Necesita una habitación? —preguntó, con la voz monótona que parecía expresar el cansancio de muchos años en ese lugar.

Asentí, sintiendo una mezcla de vergüenza y alivio. No era la primera vez que buscaba refugio, pero cada vez era más difícil encontrar un lugar donde sentirme a salvo. Me entregó la llave, y al subir a mi habitación, un pequeño espacio con una cama y un baño, me sentí aliviada y atrapada al mismo tiempo. Era un lugar seguro, pero también era un recordatorio de mi soledad.

Me dejé caer sobre la cama, sintiendo cómo la presión se acumulaba en mi pecho. La habitación era un espacio reducido, pero al menos estaba lejos de Thomas y de su furia. Me senté en el borde de la cama, mirando las paredes desnudas. El silencio era ensordecedor, y en él resonaban mis pensamientos. James estaba en mi mente constantemente, una pequeña bolita de vida que dependía de mí.

Miré a mi alrededor, tratando de distraerme. Las paredes eran de un color beige pálido, la luz del fluorescente parpadeaba. En ese momento, pensé en lo difícil que sería para él, un bebé en un lugar como este, alejado de lo que debería ser su hogar. A pesar de que estaba haciendo todo lo posible por protegerlo, la culpa me carcomía.

La ansiedad empezaba a acumularse en mi estómago, una sensación de opresión que no podía ignorar. Sabía que debía alimentarlo, cambiarlo, mantenerlo a salvo, pero, a veces, el peso de la responsabilidad era demasiado grande. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. ¿Cómo podía ser una buena madre en un lugar como este? ¿Qué futuro podría ofrecerle?

Me levanté de la cama y comencé a pasear de un lado a otro. La habitación era pequeña, pero mi mente parecía no tener límites. Mis pensamientos eran un torbellino de miedo y desesperación. ¿Y si Thomas me encontraba? ¿Y si decidía buscar a James? La idea de que él pudiera acercarse a mi hijo era aterradora. La sola posibilidad de que su furia se desatara sobre el pequeño me llenaba de un miedo helado.

En medio de la desesperación, decidí preparar un biberón para James. Aunque la cocina del hotel era mínima, logré calentar un poco de agua y mezclar la fórmula. Cada pequeño gesto me ayudaba a sentir que estaba haciendo lo correcto, que estaba cuidando de él de la mejor manera posible.

Mientras alimentaba a James, lo miré a los ojos. Su rostro redondo y su mirada inocente me llenaban de amor, pero también de angustia. ¿Cómo podía asegurarme de que tuviera un futuro feliz cuando yo misma estaba tan perdida? Con cada bocado que le daba, sentía que el mundo se desmoronaba a mi alrededor, y el miedo se convertía en un compañero constante.

—Lo siento, cariño —susurré mientras lo miraba tragar con dificultad. —No quise que esto fuera así.

James respondió con un pequeño gorgoteo, como si entendiera mis palabras. Me llené de amor y tristeza al mismo tiempo. No quería que su infancia estuviera marcada por la oscuridad que había conocido.

Los días pasaban, y el hotel se convirtió en nuestra prisión temporal. Había momentos de calma en los que podía disfrutar de la tranquilidad de ser solo madre e hijo, pero siempre era interrumpida por la ansiedad de lo que vendría. Las paredes del hotel parecían cerrarse sobre mí, y el silencio era a veces ensordecedor.

Había un pequeño parque al otro lado de la calle, y algunas veces, me armaba de valor y salía con James, pasábamos tiempo madre e hijo y a veces eso me ayudaba para distraerme y no pensar en Thomas. Miraba a los demás padres jugar con sus hijos, y un nudo se formaba en mi garganta. ¿Qué había hecho para merecer esta vida? El dolor de saber que no podía darle a mi hijo lo que necesitaba era abrumador.

En uno de esos días, mientras paseaba con James, sentí una punzada de nostalgia. Recordé cómo era la vida antes de que todo se desmoronara, antes de que Thomas se convirtiera en un desconocido. Pero la memoria se desvaneció rápidamente, reemplazada por la realidad de mi situación. Sabía que no podía volver atrás.

Cada vez que James lloraba, mi corazón se aceleraba. La culpa y la desesperación se apoderaban de mí, y me preguntaba si alguna vez podría encontrar la fuerza para salir de ese ciclo. La vida parecía un laberinto sin salida, y yo estaba atrapada en él. La angustia de no saber qué hacer me llenaba de ansiedad.

Pasaron los días, y la soledad se convirtió en una compañera constante. A veces, me encontraba hablando con James como si fuera un adulto, intentando explicarle las cosas que no podía entender.

—Sé que esto es difícil, pequeño —le decía mientras lo acunaba en mis brazos. —Pero tengo que ser fuerte por ti.

Su risa era un bálsamo para mi alma, pero al mismo tiempo, cada sonrisa me recordaba que estaba luchando una batalla interna. La vida en el hotel era un constante tira y afloja entre la esperanza y la desesperación.

Una noche, mientras me sentaba en la cama, mirando por la ventana hacia la ciudad iluminada, una sensación de inquietud me invadió. ¿Qué pasaría si Thomas decidía buscarme? El miedo me mantenía despierta, y las horas parecían prolongarse interminablemente.

—No puedo dejar que eso suceda —murmuré, sintiendo que el pánico se apoderaba de mí.

En esos momentos, me preguntaba si alguna vez encontraría una salida. La ansiedad se convertía en un monstruo que devoraba mis pensamientos. Pero, al mirar a James, supe que no podía rendirme. Por él, haría lo que fuera necesario. Cada día era una lucha, pero estaba decidida a salir adelante, por mi hijo y por mi.

CORAZONES RENACIDOS [AIDAN GALLAGHER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora