Capitulo 1

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Narra Valentina

Dong Dong Dong

Escucho el tenue vibrar de mi reloj, atrayendo mi mirada de manera automática mientras avanzo con prisa hacia mi casillero, sosteniendo algunos libros en la mano. Mi primera clase habia terminado.
'Son las 9 de la mañana' - resuena en mi mente al observar el pequeño aparato en mi mano y segundos después, un suspiro cansado escapa de mí.

Mi cuerpo pesa, al igual que mis párpados y es que a decir verdad, me siento bastante cansada. La noche anterior habia repasado algunos apuntes para el examen que iba a presentar hoy, pensé que era la mejor opción y sin duda lo era, pero el desvelarme me estaba pasado factura.

Al llegar a casa, una certeza me llena: hoy no habrá nadie que me impida dormir un día entero. Sonrío ligeramente ante esa idea, visualizando la calidez de mi acogedora cama. Sin embargo, cualquier rastro de comodidad  desaparece rápidamente al abrir mi casillero y encontrarme no solo con una nota sino también con una rosa.

A primera vista, podría parecer algo encantador, un gesto romántico, pero la realidad es otra. Durante los dos últimos meses, este misterioso gesto se ha estado repitiendo, y aunque al principio lo encontraba como un detalle bonito, el contenido de las cartas habia ido transformándose de manera inquietante.

Con cierto temor, tomo la carta y comienzo a desdoblarla, tratando de mentalizarme para no encontrarme con sorpresas desagradables, como en ocasiones anteriores. A pesar de mis intentos, la tensión en el ambiente es palpable, y la sensación de lo impredecible se aferra a cada pliegue del papel, causando que mis manos empiecen a temblar ligeramente.

"Muñeca... eres tan linda que me dan ganas de conservarte solo para mi y más al ver como los hombres se acercan a ti, parecen gatas en celo en busca de tu atención, pero prometo que eso pronto terminará... les demostraré a todos esos imbéciles a quien realmente perteneces."

Al concluir la lectura de la carta, lágrimas incontrolables empiezan a deslizarse por mis mejillas. Con furia, arrugo la carta y la lanzo directamente al bote de basura junto a la rosa. Estoy harta de todo esto. Al principio, creí que las cartas eran una especie de broma y no les di demasiada importancia, pero ahora... cada carta se vuelve más aterradora que la anterior. Algunas detallan minuciosamente lo que hice ese mismo día o la ropa que traía puesta, y la ansiedad me consume cada día mientras intento encontrar una solución a todo esto.

¿Que hice para ganarme esto? ¿Acaso yo pedí a un maldito loco como acosador? ¿He cometido algún error que ahora Dios me está castigando? Muchas preguntas giraban en mi cabeza, y en ninguna de ellas encontraba respuestas.

De repente, un estruendo interrumpe mi concentración, seguido de un torbellino de risas. Rápidamente seco las lágrimas que han mojado mis mejillas y, al levantar la vista, me encuentro con Grecia, mi mejor amiga. Su cabello desordenado y su sonrisa radiante iluminan el lugar, aportando un rayo de luz en medio de mi tristeza.

– ¡Hola, Val! No me digas... ¿Sigues atrapada en esos libros? – exclama Grecia, acercándose a mí con una expresión juguetona. A medida que se acerca, el ruido se disipa y el ambiente se siente menos pesado.

Un ligero rubor recorre mis mejillas. No puedo evitar sonreír al ver su entusiasmo contagioso.

– Solo estoy intentando sobrevivir a los exámenes – respondo, intentando sonar seria, aunque mis palabras carecen de convicción. Grecia se asoma por encima de mi hombro, escaneando los libros en mi casillero.

– Vamos, no puedes dejar que esos libros te roben la vida. ¡Tienes que relajarte! – dice, mientras comienza a revolver mi cabello de manera juguetona, despeinándome en el proceso.

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