Capitulo 2

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Narra Valentina

La noche fue un martirio. Pasé horas dando vueltas en la cama, incapaz de apagar la imagen de ese oso de peluche mirándome desde la mesa del comedor. Aquel oso había sido un regalo especial de mi papá en mi décimo cumpleaños, uno de los pocos que recuerdo con claridad porque él estaba presente. Sin embargo, pocos meses después, el peluche desapareció, y aunque lo busqué por todos lados, nunca lo encontré. Y ahora, más de nueve años después, volvía a estar en mis manos, como un mensaje que no podía descifrar.

Cada vez que cerraba los ojos, veía el lazo rojo, las palabras de esa nota susurrándome al oído. La sensación de estar siendo vigilada se aferraba a mí, como si el miedo se hubiese enraizado en mis huesos.

A las tres de la mañana, me rendí. Me senté en la orilla de la cama, abrazando mis rodillas en un débil intento por tranquilizarme.

Cuando finalmente amaneció, el cielo estaba gris y cargado de nubes que presagiaban lluvia. Me levanté con dificultad y me dirigí al baño, evitando mi reflejo en el espejo. Sabía que mis ojos reflejaban la noche en vela, y no quería enfrentarme a esa imagen. Traté de ignorar el cansancio y me vestí con ropa cómoda, termine escogiendo un conjunto de ropa deportiva y me até mi hermoso cabello color café avellana en un moño rápido, dejando algunos mechones sueltos alrededor de mi rostro.

Lo único bueno en medio de todo este caos era que, días atrás, mis padres me habían prometido desayunar juntos. Era raro verlos, pues siempre estaban de viaje de negocios, y el saber que hoy podría compartir una mañana tranquila con ellos me había dado algo de consuelo.
Con Max, mi golden retriever, a mi lado, bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, imaginando el sonido de sus voces y la calidez de un desayuno en familia. Pero al entrar, la casa estaba tan silenciosa como siempre, y la mesa de la cocina vacía. La emoción que había sentido se desvaneció en un instante.

Sobre el mostrador, vi una nota familiar, escrita con la pulcra letra de mi madre.

"Lo siento, cariño. A papá le surgió un problema con la empresa extranjera, y tuvimos que salir temprano. Te hice tu desayuno favorito, espero que lo disfrutes. Te cuidas. Te ama, mamá."

Mis manos se tensaron, y una mezcla de tristeza y resignación me invadió. Por mucho que quisiera acostumbrarme, cada vez que se iban de repente, sentía como si me arrancaran algo. Sus ausencias se habían vuelto tan constantes que a veces pensaba que la casa se había acostumbrado al silencio.

Me senté a la mesa y comí en silencio, con Max acostado cerca, como si entendiera mi decepción. Cuando terminé, acaricié su pelaje y me puse de pie, buscando distraerme de esa soledad que parecía aferrarse a mí. Decidí salir a dar un paseo, esperando que el aire frío de noviembre despejara mi mente.

Caminar por el parque cercano, con Max trotando a mi lado, ayudó a calmarme un poco. Cada paso en la hierba húmeda me hacía sentir un poco más ligera, como si pudiera escapar de mis pensamientos, aunque fuera solo por un momento. Pero esa tranquilidad se desvaneció pronto. Sentí una mirada fija en mí, como si alguien me observara desde las sombras.
Me detuve y miré alrededor, pero el parque estaba vacío, salvo por una pareja de ancianos caminando juntos.

Intenté convencerme de que solo era mi imaginación, pero el hormigueo en la nuca no desaparecía, y apreté el paso mientras Max me seguía con su lealtad de siempre. De vuelta a casa, mientras abría la puerta, sentí que mi celular vibraba en el bolsillo de mi chaqueta deportiva. Lo saqué y vi que era un mensaje de Grecia.

—¡Hey, Val! ¿Quieres venir a la fiesta de esta noche? Sería increíble verte. Creo que te vendría bien un poco de diversión :)
Una sonrisa se dibujó en mi rostro al leer sus palabras. Al menos alguien se preocupaba por mí.

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⏰ Última actualización: 11 hours ago ⏰

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