La semana había transcurrido tranquilamente. Nos habíamos acomodado bien en la casa, disfrutando de las comidas en familia y de pequeños momentos que nos unían más. Pero ya había llegado el día en que el señor Gustavo y su familia vendrían a visitarnos.
La noche anterior, mamá me había recordado que debía vestirme bien para la ocasión. Me dijo que solo debía preocuparme por mí mismo, lo cual me alivió, ya que no tendría que apresurarme y podría tomarme mi tiempo para prepararme.
Estaba estirándome cuando escuché que tocaban mi puerta. Di permiso para que entraran, y apareció una señora que no parecía tener más de 50 años.
—Disculpe, ¿quién es usted? —le pregunté, extrañado.
—Soy la nueva nana de la casa, joven Iván. Supongo que su madre aún no le ha contado de mí —respondió con una sonrisa amable.
—No lo sabía, disculpe —dije un poco apenado.
—No se preocupe. Puede acudir a mí para lo que necesite. He venido a traerle su ropa recién lavada.
—Muchas gracias —le dije, correspondiendo con una sonrisa mientras ella se retiraba.
La situación me pareció un poco extraña, pero supuse que sería algo a lo que tendría que acostumbrarme. Miré la ropa que me había dejado, decidiendo qué ponerme. El clima estaba agradable, perfecto para algo más ligero.
Opté por unos shorts color café y unos tenis verdes, combinados con una camisa blanca. Me preparé con calma, asegurándome de que todo estuviera bien antes de bajar. Mientras me arreglaba, escuché voces desde la planta baja. "Ya llegaron", pensé.
Bajé con una actitud animada, preparándome para saludar a la familia. Al llegar al salón, vi al señor Gustavo conversando con mis padres. A su lado estaba su esposa, y detrás de ellos, su hijo pequeño... y Roi. ¿Roi?
Sentí que mi corazón daba un vuelco. No esperaba verlo aquí, no esperaba que el era hijo del señor Gustavo, y al instante, todos los nervios de la semana pasada volvieron. Traté de mantener la calma mientras avanzaba hacia ellos, pero mi mente seguía procesando esa inesperada coincidencia.
Me acerqué con una sonrisa, tratando de disimular los nervios mientras mi madre me presentaba a la familia.
—Él es mi hijo mayor, Iván —dijo con orgullo.
—Pero mira qué chico más guapo, Gustavo. Un gusto, jovencito —exclamó la esposa del señor Gustavo con una sonrisa cálida.
—El gusto es mío —respondí educadamente, intentando mantener la calma.
Mientras intercambiaba esas palabras, no pude evitar notar la mirada de Roi. Parecía sorprendido, pero a la vez contento de descubrir que la familia que visitarían era la mía. Ese pequeño detalle me hacía sentir aún más nervioso, pero al mismo tiempo una extraña emoción me invadía.
—Bueno, pasen, por favor —intervino mi padre—. Ya tenemos la mesa del jardín lista.
Todos comenzamos a caminar hacia el jardín. La mesa estaba dispuesta bajo la sombra de un gran árbol, con la brisa refrescante acompañando la calidez y la frescura de la mañana. Nos sentamos y empezamos a comer.
Roi estaba sentado justo enfrente de mí. Aunque estábamos rodeados de conversaciones entre adultos, nuestras miradas se encontraban de vez en cuando. Ninguno de los dos decía nada, pero el ambiente entre nosotros se sentía cargado de una especie de tensión silenciosa, como si ambos estuviéramos esperando el momento adecuado para hablar, sin saber realmente qué decir.
A cada bocado que daba, sentía cómo el nerviosismo se mezclaba con una creciente curiosidad hacia él.
Ya donde todos terminábamos de comer, los adultos se quedaron sentados en la mesa charlando, mientras mis hermanos corrían a jugar con el hijo más pequeño del señor Gustavo. Yo, en cambio, decidí alejarme un poco. Me dirigí hacia una pequeña mesa bajo los árboles, buscando algo de tranquilidad para leer.
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ᥴᴀꪀꫀꪶᴀ -/𝑠𝑝𝑟𝑜𝑖𝑒𝑟 / +18
Romantik"Todo empezó como un juego de miradas y silencios, hasta que las líneas entre amistad y algo más se desdibujaron. A veces, un solo vínculo puede dividirse en dos caminos, y elegir uno significa perder algo en el otro. En medio de risas y secretos, q...