cap 1

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Todos los días parecían iguales, llenos de fatiga en los huesos y el vacío implacable del hambre. Mi familia, antaño próspera, se encontraba sumida en la penuria, y en estos tiempos adversos, ganarse el sustento era una empresa ardua y cada vez más esquiva. Las tierras ya no rendían como antaño, y las ovejas y cabras, nuestro más valioso recurso, se tornaban escasas entre nuestras manos.

A veces me pregunto qué habría sido de nosotros si el hermano menor de mi padre no nos hubiera embaucado con tal vil engaño. ¡Ay, qué fácil es ser presa de la traición cuando proviene de la sangre misma! Mi padre, un hombre de buen corazón, jamás habría sospechado que su propio hermano, carne de su carne, lo despojaría de cuanto habíamos labrado con años de trabajo. En aquellos tiempos éramos una familia encumbrada, dueños de una casona majestuosa que se erguía como emblema de nuestra fortuna. Las paredes, vestidas de tapices exquisitos, reflejaban el brillo de los candelabros que pendían de altos techos, y los jardines, de una extensión desmesurada, parecían fundirse con el horizonte en un mar de verdor. Éramos, sin lugar a dudas, una de las familias más notables de nuestra comarca.

Mas todo aquello se desvaneció como un sueño al despuntar el alba. Con un simple ardid, mi tío lo arrebató todo. Las riquezas, la casa, el prestigio... todo se convirtió en humo, y ahora no somos más que sombras de lo que alguna vez fuimos, relegados a un rincón de olvido, siendo despreciados incluso por aquellos que antaño nos reverenciaban. Nos han reducido a poco menos que escoria, o, como algunos en voz baja murmuran, somos una ruina viviente.

Hoy, solo puedo refugiarme en las memorias de lo que fue, en los lujos que alguna vez adornaron mi vida. ¡Ah, cómo la mente es capaz de juguetear con los recuerdos en los momentos más oscuros del hombre! Me aferro a aquellas imágenes, aunque sé que son etéreas, ilusorias, como una quimera que se disuelve cuando uno intenta asirla. Y mientras mi cuerpo se debilita con el hambre y el frío, mi mente vaga entre los pasillos de aquella vieja casona, donde las risas resonaban y los días parecían interminables, lejos de la miseria que ahora envuelve cada rincón de mi ser...

...

Eran ya las seis campanadas de la mañana, y como de costumbre, mis padres se levantaban con las primeras luces del alba. Creían firmemente en que al madrugar, el día rendía más, y así podían acometer las tareas que requerían tiempo y esfuerzo, aunque la cruda realidad solía contradecirles, pues sin recursos para alimentarse, sus cuerpos se mantenían vacíos, sumidos en el desasosiego de un hambre prolongada por interminables horas.

No obstante, aquella mañana se presentaba distinta. No era común en mí despertarme tan temprano, ya que solía hacerlo más cerca de las ocho o nueve. Sin embargo, esta vez, fue algo diferente lo que me sacó del mundo de los sueños: los sollozos y risas entrelazadas de mi padre. Parecía estar alegre, pero yo, envuelto en la bruma del desconcierto, no lograba comprender el motivo de tal desborde de emociones.

Me incorporé con lentitud de mi lecho, dejando a mis dos pequeños hermanos, Lukas y Benzo, aún entregados al abrazo del sueño. El aire de aquella mañana era gélido, y por ello tomé mi raído abrigo de lana de cordero antes de aventurarme fuera de la calidez de la cama. Con paso cauteloso, avancé hacia la cocina, pues de allí provenían aquellos extraños sonidos que despertaron mi curiosidad.

Al atravesar el umbral de la cocina, fui recibido por la mirada de mi madre. Sus grandes ojos verdosos, generalmente tan calmados, estaban esta vez bañados en lágrimas que brillaban a la luz tenue del amanecer, pero no eran lágrimas de tristeza. En su rostro se dibujaba una sonrisa que nunca antes había visto, una expresión de alegría sincera, casi infantil.

—Iván, hijo mío —pronunció mi madre con una dulzura inusual, avanzando hacia mí con los brazos abiertos, el rostro encendido de felicidad. Yo me quedé inmóvil, sumido en la confusión, mi mente incapaz de atar los cabos de lo que presenciaba.

ᥴᴀꪀꫀꪶᴀ -/𝑠𝑝𝑟𝑜𝑖𝑒𝑟 / +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora