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Desde pequeña he trabajado con mi madre en la casa de los señores Caruso. Todo es agradable, el señor Caruso ha sido como el padre que nunca tuve. Desgraciadamente mi padre murió un día después de yo haber nacido, no fui alguien con el privilegio de sentir el calor y la protección de un padre. Pero tengo al señor Caruso. Él me ha enseñado muchas cosas al pasar los años. Es el jefe y dueño de una de las empresas más grandes e importantes del país.

Mi madre es su sirvienta desde los 18, mi abuela murió antes de que ella cumpliera sus 18 años, desde ese entonces es su sirvienta más fiel.

Ahora mi madre tiene 35 años y yo 17. La menor de la casa, ya que están los ejemplares, los prodigios, los magníficos y guapísimos hijos Caruso.

Axder: 23 años. Ojos azules, cabello negro, y piel blanca. Especialista en mojar bragas solo con una sonrisa y mujeriego de primera. El más avanzado en sus clases, todo un prodigio. El niño mayor de papá.

Arthur: 21 años. Ojos grises, cabello negro, piel morena. Callado, calculador, de pocas palabras. Reservado en sus asuntos, y con un increíble cuerpo, muy trabajado.

Alek: 18 años. Ojos verdes, cabello castaño, piel blanca. El menor de los hermanos, a diferencia de sus hermanos, él es bisexual, sale a discotecas todos los fines de semana, siempre sonríe, el más juguetón y hablador, el que más socializa. Siempre está alegre, y no querrán verlo cuando se enoja.

Y yo, Gloria Harrys. Una chica que aparenta ser común, que socializa con los demás para no verse excluida, aunque a veces necesito mi espacio, la mayoría de las veces. Pero hay algo que me atrae demasiado.

La oscuridad de los hermanos Caruso, desde pequeña me he sentido atraída hacia esos chicos. Siempre tengo la necesidad de verlos, de saber de ellos, y para mí suerte estudiamos en la misma universidad.

Recuerdo que cuando estábamos pequeños solíamos jugar, los cuatro juntos, todo tipo de juegos. Nunca hubo secretos entre nosotros, era como su hermana, ellos me protegían y estaban conmigo en todo momento.

Pero llegó la hora de crecer y madurar, el alcohol, las chicas, el sexo, todo.

Ellos se alejaron y empezaron a divertirse y descubrir cosas de las cuales no disfrutaba yo, por el simple hecho de ser su sirvienta, sí, estoy aquí para servirles, siempre fue así.

Muchas veces, al ordenar sus habitaciones, encontré varios paquetes de preservativos; usados, rotos, y nuevos. Aunque me da un poco de asco y morbo recordar, también semen regado en el piso, baño, y en la cama. Nunca dije nada, solo limpiaba.

Los hermanos son como un tipo de obsesión para mí. Una vez me toqué pensando en ellos, la experiencia fue agradable, pero sería mejor si ellos hubieran sido partícipes en la vida real. Sus manos recorriendo mi cuerpo, tocando partes de mi jamás tocadas, sus lenguas experimentando lugares prohibidos de mi anatomía.

Un calor se expande por mi pecho, y allá abajo me empieza a palpitar. Recordarlos a cada momento es algo natural en mi día a día. Y cuando estoy a solas empiezo a imaginar cosas lujuriosas.

Son las 6 de la mañana, mi alarma suena y me levanto, estirando mi cuerpo, entro al baño y me alisto, al salir me coloco una camisa rosada y una short blanco, me llega un poco más abajo de los muslos. Recojo mi cabello rubio en una coleta alta, aplico labial rosado claro en mis labios, tomo mi mochila y salgo de mi habitación.

Al llegar a la cocina ya mi madre está preparando el desayuno. Me acerco a ella y la ayudo.

— Hola mami — la abrazo con una sonrisa. Me alejo y volteo los tocinos.

— Buenos días, Gloria. Ya los señores van a bajar. No te preocupes por eso, yo lo hago. Ve y siéntate, ya te sirvo.

— Ok— me siento en una de las sillas en la isla de la cocina. Mi madre me acerca un plato con tocino y huevo, el cual termino de comer con gusto.

Reviso la hora en mi reloj de pulsera y ya son las 6:40 am. Se escuchan pasos en la escalera y mi vista se dirige hacia allá.

Arthur va con una impecable camisa blanca y jeans negro. Su cabello, perfectamente alborotado. Dándole un toque atractivo. Y sí lo está.

Alek lleva una camisa azul deportiva, y un jeans blanco deportivo. Su cabello castaño peinado a un lado. Con carita de sueño, se acerca a la cocina y saluda a mi madre.

Axder va todo vestido de negro. Con su mano peina su cabello hacia atrás y camina lentamente, deteniéndose detrás de mi, pero a unos metros de distancia.

— Buenos días. ¿Ya están listos?

Pregunta con voz ronca y seductora. Odio quererte, estúpido.

Asiento lentamente, abrazo a mi madre y me despido de ella.

— Cuídate mucho cariño, me la cuidandan muchachos.

— No se preocupe, le prometo que la cuidaremos, demasiado.

Habla Axder, y me sorprende su afirmación. Extrañada, le sonríe a mi madre y salgo de la casa, con los hermanos caminando detrás de mi.

Subimos al coche de Alek y él arranca, camino a la universidad, dónde todo se descontrola al pasar los queridísimos hermanos Caruso.











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