Capítulo 2

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La noche cayó sobre el pequeño pueblo como una manta suave y silenciosa. Las luces de las farolas proyectaban sombras largas y cálidas en las calles, mientras el sonido del viento, acariciando las hojas de los árboles, acompañaba el silencio de las casas dormidas. Viviana estaba en su cuarto, mirando el techo y recordando el encuentro con Sael en la plaza. Era extraño cómo alguien que acababa de conocer podía parecer tan cercano, como si lo hubiera conocido de antes. Aún no podía explicar ese sentimiento, pero lo cierto era que algo en él había encajado con su mundo.

—¿Mañana? —se repitió en voz baja, sonriendo para sí misma.

La idea de pasar más tiempo con Sael la emocionaba, aunque también la llenaba de una leve inquietud. Había algo en él que despertaba su curiosidad, algo que no lograba descifrar del todo. Se preguntó qué lo habría llevado realmente a ese pequeño pueblo, tan lejos de la ciudad de la que había hablado.

Esa noche, Viviana se durmió pensando en el paseo que habían planeado, con la promesa de un día diferente por delante.

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Al día siguiente, Viviana se levantó temprano. El sol ya había iluminado todo el pueblo, y una brisa suave entraba por la ventana de su habitación. Se vistió con algo cómodo: jeans y una blusa ligera. Mientras terminaba de peinarse, su celular vibró sobre la cama. Era un mensaje de Sael.

Sael: "¡Buenos días! ¿Lista para nuestro paseo?"

Viviana sonrió y respondió rápidamente.

Viviana: "Más que lista. ¿Nos vemos en la plaza?"

Sael: "Perfecto. Estoy cerca, en unos 15 minutos llego."

El corazón de Viviana se aceleró ligeramente. Sabía que no había razón para estar nerviosa, pero no podía evitarlo. Salió de su casa con una sensación de emoción contenida, y al llegar a la plaza, lo vio. Sael estaba allí, junto al mismo árbol donde se habían sentado la noche anterior. Llevaba una chaqueta ligera y una gorra que cubría su cabello alborotado. Al verla, levantó la mano con una sonrisa amplia.

—¡Hola! —saludó Sael cuando ella se acercó—. Justo a tiempo.

—Bueno, no me iba a perder el tour por mi propio pueblo —bromeó Viviana, sintiéndose más relajada al verlo.

—Es cierto —dijo él—, tú eres la experta aquí. Entonces, ¿por dónde empezamos?

Viviana lo pensó un momento. Había tantos lugares que le gustaban en ese pequeño pueblo, pero quería que Sael viera más allá de lo evidente. Quería mostrarle lo que para ella tenía significado, no solo los lugares turísticos o conocidos.

—Podríamos ir al mirador —sugirió—. Es un poco lejos, pero la vista vale la pena.

—Suena perfecto —respondió Sael, animado—. ¿Nos vamos caminando?

—Claro, está a unos veinte minutos.

Comenzaron a caminar, y el pueblo poco a poco se fue quedando atrás. El camino al mirador era uno de los favoritos de Viviana, con senderos que se adentraban en las colinas que rodeaban el lugar. Mientras avanzaban, la conversación fluyó con la misma naturalidad que la noche anterior.

—Entonces, ¿por qué decidiste venir aquí? —preguntó Viviana, rompiendo el hielo—. Dijiste que necesitabas un respiro, pero suena a que hay algo más.

Sael guardó silencio por un momento, como si estuviera pensando en cómo responder.

—Es complicado —dijo finalmente, mirando el sendero frente a ellos—. La ciudad... puede ser agotadora. Siempre hay gente, ruido, caos. Y sentí que necesitaba algo diferente. Mi vida allá estaba... no mal, pero sentía que estaba atrapado en una rutina. Mi tía me sugirió que viniera aquí por un tiempo. Ella vive aquí desde hace años y me dijo que este lugar me ayudaría a aclarar mi mente.

Viviana lo escuchó con atención. Podía entenderlo. Aunque ella no vivía en una ciudad grande, a veces también sentía que necesitaba un cambio de escenario, una pausa de su rutina.

—Supongo que a veces todos necesitamos escapar un poco —comentó Viviana, mirando el cielo despejado—. Aunque vivas en un lugar tan tranquilo como este, hay días en los que solo quieres salir corriendo.

—Exacto —dijo Sael, asintiendo—. Pero lo curioso es que ahora que estoy aquí, siento que las cosas empiezan a tener más sentido. Y conocer gente como tú... bueno, hace que todo sea más interesante.

Viviana sintió cómo su corazón se aceleraba un poco con esas palabras. No pudo evitar sonreír, pero trató de mantener la compostura.

—¿Y qué te parece hasta ahora? —preguntó, queriendo cambiar de tema—. ¿El pueblo es tan tranquilo como esperabas?

—Más tranquilo de lo que imaginaba, pero me gusta. A veces uno necesita desconectar para realmente volver a conectar consigo mismo.

Finalmente, llegaron al mirador. La vista desde allí era impresionante. El pueblo parecía pequeño desde esa altura, rodeado de colinas y campos que se extendían hasta donde la vista alcanzaba. El viento soplaba más fuerte en ese punto, levantando ligeramente el cabello de Viviana.

—Wow —susurró Sael, admirando el paisaje—. Esto es justo lo que necesitaba.

Viviana lo observó de reojo mientras él contemplaba la vista. Sael tenía una manera de estar presente, como si en cada momento capturara algo especial. Y ella no podía evitar sentirse atraída por esa energía.

—Te dije que valía la pena —comentó Viviana, sonriendo.

—Tienes razón —respondió él, mirándola por un momento antes de volver a la vista—. Este lugar es increíble. Me recuerda que a veces las cosas simples son las más importantes.

Viviana asintió, pero antes de que pudiera responder, sintió una mano suave rozar la suya. Sael había estirado su mano, casi sin darse cuenta, y sus dedos se encontraron brevemente. El contacto fue ligero, pero lo suficiente como para hacer que ambos se detuvieran. Se miraron por un segundo, y Viviana sintió una chispa en el aire, una electricidad que parecía conectar ese momento con algo más profundo.

—Lo siento —dijo Sael, sonrojándose ligeramente—. No quise...

—No, está bien —respondió Viviana, tratando de ocultar su propio nerviosismo—. No pasa nada.

Sael sonrió, y el silencio entre ellos se llenó de una sensación nueva, algo que ambos empezaban a reconocer. El viento seguía soplando a su alrededor, pero en ese instante, todo lo demás pareció detenerse.

Habían venido a ese mirador buscando algo diferente: Sael, un escape de la rutina; Viviana, un momento especial en su lugar favorito. Pero lo que ambos encontraron fue más de lo que esperaban: una conexión que, aunque apenas comenzaba, prometía algo mucho más grande.

Y, por primera vez, Viviana supo que ese pequeño pueblo ya no sería igual para ninguno de los dos.

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