Junto a ti, siempre

3. 𝙲𝚘𝚗𝚟𝚎𝚛𝚜𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚊 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚕𝚞𝚣

𝘌𝘮𝘪𝘭𝘺

La luz del atardecer se filtraba por la ventana de la cocina, tiñendo todo de un cálido tono dorado. Mi madre estaba ocupada preparando la cena, y el sonido de los cubiertos y las ollas llenaba el silencio del apartamento. Yo estaba sentada en la mesa, jugando distraídamente con el borde de mi cuaderno. Quería hablar con ella sobre Jake, pero no estaba segura de cómo empezar.

Finalmente, reuní el valor y dije:

–Mamá, conocí a alguien.

Mi madre se giró para mirarme, dejando a un lado la cuchara de madera con la que removía la salsa.

–¿Alguien? –repitió, levantando una ceja con curiosidad–. ¿Te refieres a un chico?

Asentí, un poco nerviosa.

–Sí, se llama Jake. Lo conocí en el parque ayer. Es fotógrafo –añadí, sintiendo que mi voz sonaba más emocionada de lo que pretendía.

Mi madre me observó por un momento, con una mezcla de sorpresa y cautela en el rostro. No era que ella fuera estricta o sobreprotectora, pero desde que mi padre se había ido, siempre había tenido una preocupación constante por todo lo que implicara salir de nuestra rutina.

–¿Y qué es lo que sabes de él? –preguntó, volviendo a remover la olla pero manteniendo la vista fija en mí.

–Pues... hemos estado hablando. Es muy simpático, divertido, y le apasiona la fotografía.–expliqué, tratando de sonar casual, aunque sentía mi corazón latir con fuerza.

–La fotografía –repitió mi madre, esta vez con una leve sonrisa en sus labios–. Seguro que es un buen chico.

No pude evitar sonreír yo también. Pero la sonrisa de su rostro se desvaneció pronto.

–Emily, no es que quiera ser la madre aguafiestas, pero... –hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas–. Solo quiero asegurarme de que no te precipites en esto. Eres muy joven para pensar en chicos de esa manera.

–Mamá, no estoy diciendo que... –intenté justificarme, pero ella levantó una mano para detenerme.

–Sé lo que estás pensando –me interrumpió, con ese tono sereno que siempre usaba cuando quería que la escuchara con atención–. Solo quiero que tengas cuidado. A tu edad, es fácil dejarse llevar por emociones fuertes, y a veces las cosas no son tan simples como parecen.

Sus palabras me hicieron sentir una mezcla de incomodidad y frustración. Quería que entendiera que Jake no era cualquier chico, que había algo diferente en nuestra conexión.

–Jake no es como los demás –dije, con más firmeza de la que esperaba–. Me entiende. Cuando hablamos, es como si... no sé, como si realmente me viera. No solo ve a la chica que ama los libros o escribe en su cuaderno.

Mi madre suspiró, apagando la estufa y acercándose a la mesa. Se sentó frente a mí y me miró con esos ojos que siempre parecían querer protegerme del mundo.

–No digo que no puedas tener amigos o que no puedas pasar tiempo con él –dijo en un tono más suave–. Solo quiero que recuerdes que aún estás creciendo, y que el amor... el amor puede ser complicado, especialmente a tu edad.

La miré a los ojos, intentando entender su preocupación. Sabía que su experiencia con el amor no había sido fácil, y probablemente quería evitar que yo pasara por algo similar. Pero había algo en mi corazón que me decía que Jake valía la pena, que esta historia era diferente.

–Prometo que tendré cuidado –le aseguré–. No voy a precipitarme, mamá. Pero quiero darle una oportunidad. 

Mi madre me miró con ternura, y aunque su preocupación no desapareció, vi en sus ojos un destello de comprensión.

–Está bien, Emily –dijo al fin, asintiendo con la cabeza–. Confío en que sabrás lo que es mejor para ti. Solo recuerda que estar ahí para alguien significa estarlo en los momentos buenos y en los difíciles.

–Lo sé –respondí, sintiendo un peso menos en mi pecho.

Mi madre me dio una sonrisa, la clase de sonrisa que solo alguien que ha vivido el amor y la pérdida podría dar. Luego se levantó para seguir con la cena, pero no sin antes decir:

–Bueno, entonces cuéntame más de este Jake. ¿Cómo es?

Y mientras le contaba más detalles sobre él, sentí que estaba compartiendo con ella algo importante, algo que, para bien o para mal, estaba empezando a ser parte de mi vida.