Los fuertes rayos de sol hicieron que Ella se despertara. Lo primero que hizo al abrir los ojos fue girarse para ver qué tal estaba su hermana.
Pero para su sorpresa la niña no se encontraba allí.
Ella se levantó a la velocidad de la luz, mirando a sus alrededores. Todo estaba vacío, a esas horas de la mañana, nadie iba al parque.
Pero no perdió la esperanza. Buscó por todo el parque, sin levantar la voz, y al no encontrarla empezó a pensar que anoche cuando ella dormía, los policías la habían encontrado y se la habían llevado.
- ¡MARGARET! -Chilló Ella, ya desesperada.
No hubo respuesta por parte de su hermana, Ella volvió a gritar.
- ¡Margaret, por favor! -Su voz sonó entrecortada-. ¿Dónde estás?
- ¡Ella! ¡Ven! ¡He conocido al chico de las flores! -Habló una voz dulce a sus espaldas.
Ella se giró y sintió un gran alivio al ver a su pequeña niña sana y salva frente a ella. No supo si enfadarse o alegrarse, pero cuando se dio cuenta, ya estaba abrazándola.
- Me has asustado, Margi... -Murmuró, separándose de ella-. No te vuelvas a ir sin avisarme.
Con su eterna alegría, Margaret sonrió.
- ¡He estado bien, Ella! -Apuntó hacia unos arbustos-. ¡El chico de las flores me ha cuidado!
Ella no supo a qué se refería con eso. Quizá Margaret ya estaba otra vez alucinando con sus amigos imaginaros.
- Está bien, Margi. -Ella la tomó de la mano-. Tenemos que buscar al grupo, ¿recuerdas?
- ¡No! -Se soltó de su hermana, dando pequeños pasos hacia atrás-. ¡Tienes que conocerlo!
¿El chico de las flores? ¿Era alguien real? ¿O quién era?
Ella no tuvo tiempo de pensarlo, su hermana ya se estaba metiendo entre los arbustos, y ella tuvo que seguirla.
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