- ¡Mira! ¡Allí está! -Exclamó Margaret echando a correr.
Ella también lo vio. Un chico alto y delgado de espaldas a ellas, inclinado hacia delante para recoger unas margaritas. Se giró entonces hacia Margaret y se las tendió con un sonrisa. Margaret las cogió, reparando en cada pequeño detalle y luego agachó la cabeza para olerlas.
- ¡Ariel! -La pequeña miró a su hermana mayor-. Ella es Ella, mi hermana.
Los ojos marrones del chico miraron con una mezcla de educación y deseo a Ella, luego sólo sonrió.
- Encantada... -Murmuró Ella con los ojos muy abiertos-. Ya nos íbamos, espero no haberte causado molestias.Ariel iba a hablar, pero fue interrumpido por las quejas de Margaret.
- ¡No nos podemos ir sin él! -Gritó mirando a su hermana, buscando la compasión-. ¡Tiene que venir con nosotras!
Ariel bajo la mirada para observar las flores que tenía en la mano.
- Lo siento, Mar -se puso de rodillas sobre la hierba para estar a su altura-. No sé a dónde quieres que vaya con vosotras, pero no puedo.
Margaret tomó a Ariel del brazo, tan delgado y blanco.
- ¿No puedes? ¿Por qué no puedes?
- Mi madre me necesita. -Se levantó de un golpe-. Sólo he venido a por las flores. Pasad un buen día.
Ella y Margaret se quedaron observando los pasos de Ariel, y en cómo el humor del chico había cambiado tan rápido.
Margaret suspiró.- Era demasiado bonito para ser cierto.