Mayte descendió en el ascensor, sintiendo cómo su respiración se aceleraba a medida que se acercaba al parqueo. Apretaba las llaves en la mano, tratando de mantener la calma.
Una vez dentro del vehículo, cerró los ojos un segundo y apoyó las manos en el volante, dejando escapar un suspiro. "Vamos, puedes hacerlo... Esta vez será distinto. No vas a discutir", se dijo, encendiendo el motor.
A medida que avanzaba, el ansiolítico comenzaba a hacer efecto, y con él, una sensación de mareo "Me pasé con la dosis", pensó al notar cómo el síntoma se intensificaba. No era la primera vez que lidiaba con aquello, así que sacudió la cabeza, decidida a no dejar que le quitara la claridad que necesitaba. "Puedes manejarlo".
Tras una serie de semáforos que parecían alargarse eternamente, llegó al condominio. Saludó al guardia con un gesto y una sonrisa forzada, girando el volante suavemente para tomar la calle que la llevaba directo a casa. Mientras avanzaba, el paisaje familiar se sentía extrañamente lejano, casi irreal, como si lo mirara después de una larga ausencia.
Finalmente estacionó y, al apagar el motor, el mareo se asomó de nuevo. Respiró hondo, obligándose a mantenerse serena. No podía fallar ahora. Caminó hacia la puerta y, en un impulso, tocó el timbre. Tenía las llaves, pero ese gesto le pareció necesario, como un acto de respeto..
La puerta se abrió, y apareció Sarita, una mujer de mediana edad que había trabajado con la familia durante los últimos 12 años. Junto con Micaela, que llevaba casi 29 años en la casa, eran más que trabajadoras del hogar: eran parte de la familia. Dulces y leales, ambas se habían convertido en un apoyo constante y casi indispensable para las mujeres de la familia Lascurain Meade. "Buenos días, señora May," saludó
"Buenos días, Sari" respondió Mayte, ofreciéndole su mejor sonrisa, aunque por dentro su estómago aún seguía revuelto.
Sarita la miró de arriba abajo y frunció el ceño con preocupación "Señora May, esa carita... A ver, señora, ¿ya desayunó?" preguntó mientras abría la puerta de par en par, invitándola a pasar.
"Sí, Sarita, me tomé un té " dijo Mayte cruzando la entrada
Sarita negó con la cabeza, con la firmeza de quien ha visto a la bajita en momentos mejores. "No, señora, pero eso no es desayuno. ¿Qué le preparo? ¿Qué se le antoja?" preguntó con emoción, como si prepararle comida fuera una pequeña manera de cuidarla.
Mayte sonrió, agradecida, pero sacudió la cabeza. "Mil gracias, Sari, pero no tengo hambre"
Sarita sin darse por vencida continuó "No, señora. Déjeme prepararle algo. Ya sabe, barriga vacía, corazón sin alegría " dijo, recordando uno de sus refranes favoritos.
Mayte sonrió, derrotada ante la familiar dulzura de Sarita. "Está bien, te hago caso. Prepárame lo que tú quieras, pero me lo llevo." Se detuvo un momento y preguntó "¿Dónde están Fernanda y mis hijas?"
"Están en el comedor, desayunando, señora. ¿No va a pasar?" preguntó Sarita, notando la reticencia de Mayte.
Mayte negó con la cabeza "No quiero interrumpirlas, Sari. Diles que estoy aquí, pero que sigan desayunando. Las espero en la salita"
Sarita, ya enterada de lo que sucedía en la familia, asintió en silencio, comprendiendo sin palabras la decisión de Mayte. Sin decir nada más, se dirigió al comedor a anunciar su llegada.
"Con permiso... llegó la señora May "anunció Sarita, con timidez. Una breve silencio se hizo en el ambiente mientras observaba la expresión de Fernanda cambiar al instante.
La morena sintió un vacío en el estómago al escuchar de la llegada de su esposa. Aunque una parte de ella se emocionó por su presencia, la tristeza rápidamente empañó el momento, oscureciéndolo. Era como si la realidad de su separación se cerniera sobre ella una vez más.
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Todo (NO) acabó
RomanceMayte y Fernanda, han construido una familia juntas en medio de un mundo que no siempre comprendió su amor. Luego de dos hijas (María y Paloma), 15 años de relación y 13 años de matrimonio, nuestras protagonistas enfrentan una separación dolorosa. N...