el cuñado | parte I

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Fina suspiró cuando su mano se posó sobre el picaporte de la puerta que daba a la cocina de la casa grande. Estaba exhausta luego de pasarse toda la jornada en la tienda, ella y Claudia aun acostumbrándose a la ausencia de Jacinto en la tienda.

Por mucho que le hubiese costado aceptar a su nuevo compañero, en el fondo Fina sabia que el trabajo del joven era impecable y ahora que se había marchado a Barcelona, Claudia y ella echaban en falta su ayuda, aunque siempre viniese acompañada de algún comentario que les hiciese dar vuelta los ojos. Algunas horas antes, las dos dependientas se encontraban intentando apañárselas para reponer y atender a todas las clientas cuando Marta llamó al teléfono de la perfumería. Fina le advirtió que estaban desbordadas por lo que el mensaje de Marta fue claro y conciso; quería verla esa noche en la casa grande.

Al terminar el turno, mientras Carmen las ayudaba a hacer el cierre, Fina había estado tentada de llamar al despacho de Marta y disculparse con ella para tener que ahorrarse la caminata hasta la mansión De La Reina y poder irse directamente a la cama, pero Miriam le indicó que Marta se había marchado minutos antes y que no creía que fuese a regresar hasta el día siguiente.

Fina sabia que Marta no se enojaría si declinaba la invitación de pasar un ratito juntas si el motivo era el inevitable cansancio que llevaba un par de días cargando en el cuerpo, pero hasta que no consiguiesen un nuevo dependiente o dependienta, Fina tendría que seguir cubriendo ese puesto e intentando que Claudia no hiciera esfuerzos extra, por lo que una o dos horas menos de sueño no harían la diferencia. Si Marta se había tomado la molestia de arreglar su agenda para salir temprano del despacho, lo mínimo que podía hacer Fina era pasarse un ratito por su casa, así fuese solo para ver por un minuto aquellos ojos azules que tanto adoraba.

La morena abrió la puerta de la cocina esperando encontrarse con Digna o la misma Marta, que había puesto la cocina como punto de reunión en la llamada telefónica. Marta no estaba en la cocina, pero si había rastros de ella en la mesa; su bolso descansaba encima de una de las sillas y un par de carpetas junto con varios documentos se encontraban desparramados encima de la mesa. Del bolso de Marta sobresalía un pequeño y delicado trozo de tela que Fina conocía a la perfección.

Marta se había acostumbrado a llevar aquel pañuelo que ambas compartían a todos lados, en un intento de sentir a Fina siempre cerca.

Fina se acercó directamente al bolso de Marta y tomó el delicado pañuelo entre sus manos, cerrando los ojos al sentir el aroma del perfume de Marta.

—Buenas noches, Fina

Fina se sobresaltó, dándose la vuelta de inmediato para ver al dueño de aquella voz masculina que la había sacado de su trance.

Andrés de la Reina estaba apoyado contra una de las columnas que dividían la cocina del ala de servicio.

—Do-Don Andrés —Murmuró Fina—

El hermano menor de Marta era la persona más tranquila que Fina hubiese conocido nunca. Silencioso como el solo, tanto que incluso sin proponérselo, podía escabullirse en cualquier estancia sin que nadie notase su presencia, por lo que Fina no estaba segura de cuanto tiempo llevaba el menor De La Reina viéndole.

—Que extraño verle por aquí —Fina intentó sonreír para que Andrés no notase su nerviosismo.

El pañuelo de Marta se encontraba aun entre sus manos, aunque Fina intentó bajar esta disimuladamente hasta el bolso de su novia.

—Es mi casa —Le recordó Andrés con una sonrisa— Lo verdaderamente extraño es verte aquí por estos lados a estas horas

—He venido a ver a mi padre —Se excusó Fina casi de inmediato—

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⏰ Última actualización: Oct 25 ⏰

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