Capítulo 1

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Era una mañana de lunes cuando la vida de Yoimiya estaba a punto de cambiar.

La primera impresión fue de peligro, ella quien solo había salido a la costa en busca de minerales para sus fuegos artificiales, estaba por presenciar uno de los acontecimientos más extraños que en sus 17 años de vida jamás creyó observar.

Los cielos se partieron y la tierra se azotó por el impacto que vino desde las alturas, sacudiendo los suelos como si un poder divino castigase esas tierras.

Fue empujada con fuerza, y cegada por el destello que opacó incluso la luz del sol, busco refugio entre los escombros cercanos, pero el inesperado y catastrófico evento cesó muy pronto, y sus sentidos cobraron atención por aquello que profanó su tranquilidad, pero, en ese momento su curiosidad pudo más que su sentido de razón, y se acercó hacia el ardiente cráter que más allá se perforó sobre el suelo. Sintió que cometió un grave error al ver esos ojos destellar llenos de ira en medio del humo, parecía un demonio de los relatos que ella contaba a los niños, la diferencia fue, que este era real.

Se obligó a empuñar su arco ante una posible amenaza, pero, pronto su miedo se transformó en preocupación. No era ningún demonio o monstruo, se trataba de una persona, y tras la estela de fuego y humo, notó las heridas que dejaban escapar el rojo de una sangre igual a la suya.

No lo miró como señal de peligro desde entonces, solo como una persona herida que sea de donde viniese, necesitaba ayuda.

Yoimiya sabía que los soldados del shogunato no pasarían por alto el acontecimiento, miraba perpleja el cráter que ardía como lava en su interior, y al joven acercarse hacia ella moribundo, notó sus ojos celestes y su cabello resplandecer como el acero fundido, casi parecía algo divino, lo sentía en la calidez del aire que de él huía, pero, toda esa presión extraña se esfumó con esa misma brisa que le despojó de esa luz, y, un brillo mortal tomó el lugar en él cuando se desplomó en sus brazos.

No lo pensó dos veces cuando optó por llevarlo con ella antes de permitir que los poco misericordiosos soldados le encontrasen, porque en el mejor de los casos, siendo un desconocido y ante algo que podría tomarse como un ataque directo al país Inazuma, le ejecutarían.

El chico apenas si podía caminar, se recargaba sobre ella mientras sus pasos intentaban seguirla, parecería imposible que alguien en ese estado pudiese tener fuerzas para respirar, pero él lo hizo, caminó a su lado sin saber que, a partir de ahora, se les sería difícil separarse.

La llegada – Acto 1.

La calidez reconfortante de las sábanas limpias, y el calor del sol le despertaron, eso, además del dolor carcomer incompasivo en cada célula de su cuerpo.

El sentimiento de unas memorias que ya no estaban con él apareció, melancolía, tristeza, temor, y así, como los sueños efímeros que preceden el despertar, solo fue vacío en su corazón y en su mente.

Procesó muy poco la extraña sensación antes de centrarse en él mismo, en su cuerpo lleno de vendajes que incluso se extendían hasta su cara y cabello, sin que se le permitiese ver un centímetro de su propia piel.

No palideció por las secuelas de sus heridas, y prestó más atención en los alrededores, pronto notó que no era el único en la habitación, una joven yacía al costado de su futón, dormida completamente mientras sus piernas se derramaban en el suelo y su torso se apoyaba en una mesita.

Su cabello, tan dorado como la luz del sol se recogía con la ayuda de unas esferas que hacían de adorno, la ropa holgada que descubría sus hombros le permitía ver algunas marcas que pintaban su blanca piel, y también notó el vendaje que recubría su cuerpo, no la conocía de nada, pero sentía que no era la primera vez que se encontraban.

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⏰ Last updated: Oct 26 ⏰

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Brillo PerpetuoWhere stories live. Discover now