★CAP 4★

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-CAPÍTULO 4 - "El templo no es un lugar, es aquello que llamaba hogar"









-Iván se quedó mirando el océano en silencio, incapaz de comprender del todo lo que había sucedido. Las aguas, tan calmas y serenas ahora, parecían una cruel ironía, como si quisieran burlarse de su dolor. Marina había desaparecido, tragada por las profundidades, y la única señal de su existencia eran las huellas que ambos habían dejado en la arena.









-Durante los días que siguieron, Iván deambuló por el pueblo en un estado de aturdimiento. Los habitantes lo miraban con rostros llenos de tristeza y cautela; ya habían oído historias del océano llevándose a sus seres queridos, reclamando vidas sin explicación alguna. Sin embargo, nada los había preparado para la desaparición de Marina, y menos aún para los rumores de criaturas antiguas emergiendo del agua.









-Una noche, cuando la luna estaba oculta tras un velo de nubes grises, Iván sintió el impulso de regresar a la playa. Sabía que algo oscuro se cernía sobre el océano, algo que iba más allá de las simples olas y la arena. Aquel lugar al que Marina había sido arrastrada... tenía que estar conectado con el misterioso poder que ella había despertado.









-Sin embargo, esta vez, el mar parecía llamarlo. Había un susurro en el aire, una promesa de respuestas al misterio que lo atormentaba. Iván siguió aquel susurro hasta una cueva oculta entre las rocas, un sitio que nunca antes había visto. La cueva era fría y profunda, sus paredes estaban cubiertas de extraños símbolos que brillaban con una luz azul tenue. Caminando hacia el interior, cada paso lo adentraba más en la penumbra, y el aire olía a sal y antigüedad, como si hubiese sido sellado durante siglos.









-Finalmente, llegó a una cámara más amplia y, en su centro, encontró algo que nunca habría esperado: una figura espectral, una silueta conocida que parecía flotar en el aire. Era Marina.—¿Marina? —murmuró, su voz quebrándose al verla, entre asombro y temor.

-La figura lo miró, pero sus ojos eran distintos, como si ya no pertenecieran a este mundo. Marina alzó la mano, y su voz, suave y resonante, se mezcló con el eco de la cámara.









—Iván... el templo no es un lugar. Es aquello que siempre llamé hogar —susurró ella—. 

El mar ha reclamado lo que es suyo, y ahora... ahora soy parte de él. Yo... pertenezco aquí.





—No, esto no puede ser... Tú no puedes estar aquí... —susurró Iván, sintiendo cómo las lágrimas nublaban su visión. La realidad era imposible de aceptar.





—El mar cobra sus deudas —continuó Marina, sin apartar la mirada—. Yo fui su deuda. Aquel poder que desperté me ató a este lugar... y el mar no me dejará ir. Iván, debes alejarte, este es el final de nuestro camino.





-Mientras hablaba, su figura comenzaba a desvanecerse, su resplandor disminuyendo poco a poco. Iván extendió una mano hacia ella, pero sus dedos atravesaron el aire vacío.—¡No! ¡No puedes irte! —gritó, incapaz de contener la desesperación.





—Recuerda... Iván. A veces, el hogar no es donde esperas, sino donde el alma debe descansar. Sigue adelante. —Su voz resonó en un susurro que se desvanecía con la brisa marina.









-Marina desapareció por completo, y el eco de sus palabras quedó suspendido en el aire como un triste lamento. Iván se quedó solo en la cámara, sintiendo cómo su pecho se llenaba de un dolor indescriptible. El océano se lo había quitado todo; y aunque lo había escuchado decir tantas veces, ahora entendía en carne propia lo que significaba el poder de las profundidades.Al salir de la cueva, Iván miró al océano, aceptando que jamás volvería a verla. Con una última mirada, inclinó la cabeza en silencio, ofreciendo respeto a aquel antiguo templo de agua y sal. Entendió, en lo más profundo de su corazón, que Marina había encontrado su hogar,  aunque fuera en la eternidad del océano.









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⏰ Última actualización: Oct 26 ⏰

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