Zakun Da Feino.
—Tienes que estar al pendiente de ella —me dijo Cerisse estando sentada frente a mí de manera relajada en su sillón mullido de color negro, ella me veía a traves de esas gafas de montura dorada, su cabello oscuro enmarcaba su rostro serio con cejas elevadas—. Te confías demasiado solo por creerte superior.
—No me creo superior, bonita. Lo soy, y ella no puede ser más astuta que yo —le dije con seguridad.
Ella suspiró, dejó su libreta sobre la pequeña mesa que tenía enfrente y me miró con seriedad.
—Tú sabes lo manipulador que eres, estás consciente de que careces de empatía y sabes que las acciones que te favorecen son malas para el resto de las personas, actúas mal y estás consiente de ello, pero no te importa, en cambio ella es distinta —me recalcó, queriendo dejar en claro lo importante que era lo que me estaba diciendo—, ella piensa que lo que hace está bien, cree que torcer las cosas a su favor lastimando a los demás está bien, piensa que merece lo que tiene y lo que desea aún si le hace daño a los demás. No hay nadie más peligroso que alguien que hace un mal y está convencido de que está bien. Eso es lo que los diferencia, tú sabes que está mal, no te importa, ella no sabe que está mal, no tiene claro los límites del bien y el mal, tú no se lo estás aclarando, y en el momento en que algo le haga ver qué su mundo no es tal cual lo ha imaginado, se fragmentará. Es peligroso, Zakun. Tanto para el resto, como para ella.
Suspiré pesadamente al escucharla.
Tenía conocimiento sobre ello, no era un idiota, yo más que nadie solía analizar la conducta de mi hermana menor, esa que tiende a crear más problemas de lo necesario.
—Lehavah está bien por el momento, no creo que de la noche a la mañana alguien se entere de lo que hace y busque sacarla de su burbuja —Cerisse me dió una mala mirada—. Hablaré con ella, estaré al pendiente, y creeme cuando te digo, que yo más que nadie sé cómo es ella, prestarle mucha atención conlleva a qué también sea su blanco, no seré el títere de Lehavah.
Ella niega con la cabeza, con el rostro contraído en preocupación, era primera vez que la veía así.
—Ser psiquiatra de ustedes dos hará que yo también termine con problemas —masculló, resoplando.
Solté un risa baja.
Cerisse Jareu, mujer de 25 años, psiquiatra de confianza, soltera, sin padres o hermanos porque era huérfana, independiente, jefa de su propio consultorio privado.
Tiempo conociéndonos: 12 años.
—Estarás bien, confío en tu estabilidad mental para que cuides de nosotros lo más que puedas —le dije con total sinceridad, confiaba en ella, era la única a la que me permitía contarle algunas de las cosas que sucedía con nosotros—. Estaré al pendiente de Lehavah, seré discreto con lo que hago y no te causaré tantos dolores de cabeza, ¿Bien? Confía un poco más en mí, ¿Quieres?
Cerisse me miró por unos tres segundos en silencio, su postura había pasado de ser de total preocupación a una más relajada, ella confiaba lo suficiente en mí como para permitírselo.
Cosa que no le recomendaba ni a ella, ni a nadie.
¿Confíar en nosotros los Da Feino?
Es mala idea.
Pero siempre y cuando ella me fuese útil, no tendría porque pasar nada más.
—Hablaremos mejor en otra sesión, tengo que ir a la universidad, bonita —le dije, levantándome del sillón en el que estaba, le sonreí y le hice un gesto con la mano a forma de despedida.
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Ángeles de la Muerte
Misterio / SuspensoLas líneas que establecían las reglas se desdibujaron. Los secretos que creíamos ocultar se volvieron casi nada en comparación a la verdad. Y las sombras que tanto querían iluminar nos engulleron con el propósito de ahogarnos. Creí que nosotros, los...