Más que un abrazo

IV

Abril de 1821

Por alguna extraña razón que no lograba comprender del todo, Iturbide le había mandado una carta citándolo en su casa en la Ciudad de México.
Aquella petición lo desconcertó de sobre manera, no entendía para qué lo citaba, según él, todo había quedado pactado el día del abrazo, y posteriormente en la realización del Plan de Iguala, no lograba entender del todo el requerimiento de su presencia.
Necesitaba el consejo de algún amigo suyo, y que mejor opción que su más fiel confidente José Figueroa, por lo que lo citó a su despacho.

—Don Chente, ¿para qué me llamó?
—¡José!, que bueno que si pudiste venir.— exclamó.
—Por supuesto que vendría, de lo que quieres hablar suena muy serio.— habló mientras tomaba asiento.
—Bueno...— carraspeó.— Verá, Iturbide mandó una carta citándome en su hacienda y no se muy bien cómo proceder.
—¿En la carta no especificó el por qué se solicita su presencia?
Guerrero negó con la cabeza.— Es justo por esa razón que necesito de su ayuda.
—Es raro que no haya puesto la razón del por qué lo quiere ver pero le puedo asegurar que en todo caso no es para hablar sobre las tropas o nuestras estrategias, nuestro desempeño ha sido impecable de acuerdo con los soldados y armamentos de los que disponemos, si quiere hablar con usted no es sobre cosas relacionadas al movimiento.
—¿Entonces por qué podría ser?
—La verdad no sé Don Chente, con alguien como él podría ser cualquier cosa.
Guerrero se quedó pensando esa respuesta por un rato.
—General, le pido de todo corazón que no se deje llevar por él.
—¿A qué te refieres Figueroa?— contestó a la defensiva.
—Mi intención no es ofenderlo General, lo único que siempre he hecho y seguiré haciendo es velar por su seguridad y bienestar, tanto físico como emocional y me preocupa cómo la situación entre ustedes dos se desarrolle, no por repudio, si no, por miedo a que le pasara algo a usted.
—José, entiendo que estés preocupado y aprecio de todo corazón que te preocupes tanto por mí pero te puedo asegurar que no pasará nada.
—Chente, con todo respeto, me he dado cuenta de cómo él lo mira y de la cercanía que quiere tener con usted... Y también me doy cuanta de que usted no se opone a ello.
—José...— dijo mientras soltaba un suspiro lastimero.— Tienes razón, no me disgustaría del todo entablar una relación más cercana con Iturbide, no sabría con certeza si quiero que llegara a esos extremos pero me gustaría entablar una relación más cercana con él.
—¿Estás seguro?
—¿Por qué la pregunta?
—Ya sabe, por experiencias pasadas que usted ya ha tenido y que por lo que tengo entendido no fueron muy agradables.

Guerrero se quedó callado, no sabía qué responder, en realidad, no quería responder, es cierto, él no había tenido mucha suerte cuando se trata de cosas amorosas y de parejas. Recuerda bien que el último encuentro que tuvo con alguien más de esa forma terminó no muy bien, después de todo, ¿Cómo podría olvidar a aquel hombre?, su rostro, su cuerpo, ¡maldición!, aun podía recordar su aroma y el tacto de sus manos en su piel, eso le frustraba de sobremanera, aún después de todo lo que él hizo y de lo que pasó, su recuerdo es como un fantasma que lo tortura de vez en cuando, en realidad mucho más de lo que le gustaría aceptar. Pensar que la persona que alguna vez quiso con todo su corazón y con quien se veía por mucho tiempo juntos pudo traicionarlo y dejarlo a su suerte le dolía más que cualquier herida de batalla, y temía que llegara a ser lo mismo con Iturbide si es que su relación llegaba a ser algo más, de todas formas, ¿realmente quería algo con él?, a pesar de conocerlo a través de las cartas hace un tiempo, no hacía mucho que se vieron en persona, y estas se pueden contar hasta con los dedos y aquellas interacciones tampoco fueron muy significativas.
No sabía que hacer pero quedarse en su despacho debatiendo mentalmente y con José sobre el asunto no iba a resolver nada, así que decidió ir, después de todo, lo que tuviera que pasar en esa reunión pasaría.