«Public library». Así es cómo llamaban los ingleses a aquel sitio donde las almas desoladas buscaban la calidez de la distracción del mundo real. Se sentaban allí, en amplias mesas rodeadas al completo de historias y saber. Allí las almas no hablaban, habitaban dentro de burbujas en las que solo entraba información. Si soplaba el viento o si llovía eran cosas de las que estas almas no podían percatarse. O más bien no querían percatarse.
Eran extrañas costumbres a ojos de un joven recién llegado que en su primera semana había decidido explorar la ciudad. Alberto tomó asiento en el extremo de una mesa alargada, donde había una lamparita encendida para facilitar la lectura en aquel lugar apagado. Abrió el libro que portaba entre sus manos, «Cómo desaparecer completamente», que le había llamado la atención por la imagen de la portada. Sin embargo, el frío silencio del lugar no hacía más que matar su curiosidad, esa poca curiosidad que había sentido en los tres días que llevaba en Soulton. Echó un vistazo al panorama, y pudo identificar dos almas más sentadas en esa misma mesa. Ambas eran grises y estáticas, como todas las almas que Alberto había visto en aquel sitio.
La primera, sentada a unos metros, pertenecía a un hombre con pinta de oficinista de mediana edad que se encorvaba tanto para leer su libro que parecía que iba a meterse dentro. Tenía cabello abundante y oscuro, muy bien peinado hacia atrás. Era alto, estaba dotado de facciones angulosas y era tan pálido como un muerto. Llevaba unas gafas gruesas que, cada cierto tiempo, tenía que recolocar, pues la gravedad hacía de las suyas. Aquel hombre parecía el tipo de persona que se acompañaba únicamente de su soledad y acudía a la biblioteca para liberarse del estrés del trabajo.
En el otro extremo de la mesa, había una chica que tomaba notas en un cuaderno con una concentración admirable. Aparentaba unos diecisiete años, así que Alberto dedujo que estudiaba para sus exámenes. Parecía apliacada en ello.
El gris era poco común en almas tan jóvenes, lo que hizo a Alberto pensar en si la juventud de hoy en día había perdido sus colores, al igual que los adultos.
Dejó en el aire aquella reflexión y redirigió sus ojos hacia el libro que tenía frente a él. No era tan interesante como pintaba, o eso había pensado él después de seis capítulos. Dentro de su burbuja, había perdido la noción del tiempo, no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado desde que entró por la puerta. Entonces, miró su reloj de pulsera y cerró el libro con ímpetu. Le faltó poco para no darse cuenta de que se había quedado solo allí, y que solo quedaban un par de luces encendidas.
Con paso ligero, y después de devolver aquel libro, salió de la biblioteca, o como a él le gustaba llamarla, el «escape». Después de una larga caminata bajo la lluvia y esquivando almas grisáceas, al fin llegó a la residencia en la que pasaría el resto de sus noches en Soulton.
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Blanco oscuro casi gris
General FictionEn el mundo hay personas que pueden leer el alma. Y en Soulton, una ciudad siempre nublada, las almas se están apagando. ¿Será eso fruto del cansancio que sufren todos?