t. el comienzo de todo

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¿Realmente existe el amor?

La pregunta me resulta tan absurda como imaginarme tocando el cielo con mis dedos.

¿De verdad existe? Yo no creo en eso; nunca lo he hecho. Es como si fuera un cuento que la gente se repite para darle sentido a las cosas, para no sentirse sola.

Veo a todos a mi alrededor jurándose eternidad y siento una mezcla de incredulidad y lástima. Porque, ¿qué es lo que encuentran en eso? Yo sólo veo promesas quebradizas, mentiras que disfrazan de sentimientos intensos. Es irónico, casi poético: todos se ciegan, mientras yo observo con un indiferencia e amargura, preguntándome si alguna vez algo ─o alguien─ podría cambiarme, hacerme cuestionar mis propias certezas. Pero hasta ahora, el amor verdadero es solo un espejismo, un mito más.

Quizá he aprendido a desconfiar por todas las veces que vi a otros romperse por completo, quíza todo comenzó por observar a mi madre romper en llanto a mis cortos diez años, luego de que mi padre le escupiera en el rostro que no la amaba más, que nunca lo había hecho, pues ahora su corazón, le pertenecía a alguien más.

O tal vez por cada historia que escucho culminando de igual manera: corazones rotos, lágrimas ahogadas en silencio, recuerdos que pesan como anclas.
Entonces, ¿para qué arriesgarse? ¿Para qué exponerse, abrir el pecho y entregar partes de uno mismo solo para que las hagan trizas? No soy ingenua; sé que las personas cambian, que las promesas se rompen y que lo que hoy es eterno, mañana será polvo.

A veces me pregunto si mi desconfianza es una armadura o una cárcel. Yo pienso que tal vez ambas. Tal vez soy yo quien se condena a vivir en sombras, evitando cualquier chispa que pudiera prender en llamas. Y, sin embargo, en medio de mi propia negación, hay una pequeña, muy pequeña parte de mí que se pregunta si alguna vez seré capaz de encontrar algo distinto. Algo que no se sienta como una mentira más, algo que me haga sentir más... ¿viva?

Lo cuál es absurdo, porque sé que lo que busco no existe.... No para mi.

No para mi.

─Lily.

La voz de NaBi se coló en mis oídos, sacándome de mis pensamientos, que sin siquiera percatarme, habían logrado consumirme en cuestión de segundos.

Así como también no había notado que me había quedado observando con amargura en mi ser una tarjeta de San Valentín.

─Dime.. ─ tarareé, pasando la tarjeta y dejándola caer al fondo del estante.

─Yuta me invitó a salir hoy.

La sola mención del japonés bastó para capturar mi atención a la nueva conversación.

Ladeé mi rostro, haciendo contacto visual con ella al segundo, ni siquiera tuve que preguntarle directamente para adivinar lo que pasaba por su cabeza en ése momento al comentarme sobre tal inesperada invitación.

─¿Y tú quieres salir con él? ─ cuestioné, relamiendo mis labios.

No sé porque esperaba una afirmación de su parte como respuesta.

Y tampoco porque me incómodaba que fuera así.

─No.

─¿No? ─ repetí, con falsa suavidad en mi voz. Pasé a tomar algunos cuadernos en mis manos ésta vez, hojeándolos con indiferencia.

─No, Lily. Sabías que mi respuesta iba a ser no, ¿por qué finges sorprenderte? ─ me acusó, a la vez que repetía mi acción de hojear algunos cuadernos en el estante.

Me encogí de hombros, restándole importancia.

─Pensé por un segundo lo contrario.

─Hmmm, no. Solamente quería que lo supieras, en caso de que él preguntará por mi ya que lo bloqueé luego de ésto en redes que ni siquiera le di. ─ murmuró, su voz danzando en un tono burlón por la sola mención. ─ En caso de si llegabas a topártelo por la universidad, lo cuál es lo más seguro.

trouble ─ jungwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora