Frost ha sido huérfana desde que tiene recuerdos, abandonada en un mundo en el que nunca llegó a encajar. Desde pequeña, heredó unos poderes antiguos que nunca pudo comprender del todo, pues nunca tuvo a nadie que la guiara o le enseñara sobre su or...
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El olor a sangre me azotó justo al levantarme de la cama. Era una sensación familiar, casi habitual, y ya no me sorprendía. Hayley, ahora híbrida, había pasado la noche desahogándose de alguna manera. Al parecer, se había divertido con unas cuantas brujas. No la culpo; todos tenemos nuestras formas de lidiar con el dolor, aunque eso no la lleve a ningún lado.
Hoy me sentía más cansada de lo habitual. Ayer había utilizado mucha magia, y ahora mi cuerpo estaba pagando las consecuencias. Cada movimiento se sentía pesado, y mis músculos protestaban en cada paso.
—¿Café? —preguntó Klaus al entrar en la habitación.
Sonreí.
—Qué bien me conoces —respondí, agradecida por su gesto.
Él se acercó, observando mis ojos cansados.
—Te veo cansada por lo de ayer. Sé que te cuesta utilizar tu poder.
—Tranquilo, se me pasará —le aseguré, intentando que mi voz sonara más firme de lo que realmente me sentía—. Ya estoy acostumbrada.
Digamos que, cuanto más uso mi poder, más descontrolado se vuelve. Al levantarme hoy, había dejado toda la habitación a menos tres grados, al menos. Supongo que, mientras dormía, había dejado un poco de mi magia en el aire.
Él asintió, comprendiendo.
—Descansa —me ordenó—. Mientras tanto, llevaré a la pequeña loba a dar un paseo por el pantano y solucionar lo de su manada. —Por su expresión, le costaba abrirse.
—Buena elección. Ya me contarás los progresos —dije, un poco más animada. La idea de que Hayley pudiera encontrar algo de paz me reconfortaba.
—Eso intentaré —respondió, con una sonrisa que apenas alcanzaba sus ojos.
Antes de salir por la puerta, me dio un apretón en el hombro. Fue un gesto sencillo, pero sentí la calidez detrás de su dureza. Detrás de ese chico malo, había una buena persona, y eso lo había notado. Aunque a menudo ocultara su verdadero ser tras una fachada de arrogancia, había momentos en que la bondad asomaba entre las grietas.
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