XII: Segunda cita

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No dijimos demasiado durante el trayecto. Axel se conducía primero por la carretera, luego, sin previo aviso mío a detalles que no alcanzaba a divisar por estar ensimismada en lo mucho que lo aborrecía, vi pasar el letrero de “Bienvenida” de nuestra pequeña ciudad. Sorprendentemente, no me exalté para entonces, ya que, sin querer y en el fondo queriendo, parte de mis pensamientos se centraban en la pronta respuesta de Fernando al ultimátum que recientemente le había puesto. Aquello no me era motivo de orgullo, no obstante, debía admitir que me tenía secretamente consternada.

Axel giró en una curva y entró a un camino de terracería, la carretera fue perdiéndose a la deriva de nuestras espaldas, y un camino cubierto de árboles comenzó a rodearnos. Aun en esos instantes no reaccioné. Mi cerebro no procesaba otra cosa que la pronta respuesta de Fernando, eso y mi dosis diaria, muy requerida en aquel entonces, de autodesprecio, porque sí, todavía no alcanzaba a perdonarme por ser una arpía rompe corazones de mejores amigos, y mucho menos podía aceptar mi lado de arrastrada que busca consuelo con un ex que terminó por mentirle y besarla a pesar de SEGUIR TENIENDO NOVIA. Ser yo en esos momentos apestaba, más aun, me dolía. Y no le había hecho saber a nadie de ello, pero ansiaba tanto hacerlo, hablar y deshacerme, conjurar la pócima máxima a mi pesadumbre; un abrazo, un solo abrazo en donde pudiera llorar y llorar y dejar de hablar y limitarme a ese llanto falto de respuestas, de interrogaciones, con un lugar predestinado para tratar mi dolor, darle el cien por ciento de mis fuerzas a esas lágrimas contenidas que me derrotaban noche tras noche en la hosca soledad de mi habitación.

Los árboles nos iban rodeando, cubrían los bordes del camino. Ocasionalmente, miraba entre la maleza a diversas formas, siluetas de animales salvajes descifrándonos desde las sombras. Empecé a sollozar. En el fondo, muy en el fondo, me comenzaba a brotar una perdición, un resquicio perdido de lágrima que no quiso salir la noche anterior. Carcomida y sin valor, una fracción de mí creía que no era merecedora de aquel abrazo sanador y reconfortante que mencioné con anterioridad. Así de mal estaba, al punto de autodevaluarme.

Cruzamos un sector del camino repleto de rocas, la motocicleta saltó y rugió con furia, como lo haría un caballo orgulloso que no está dispuesto a ceder contra el tempestuoso recorrido. Alcé la vista al cielo, y me percaté de un azul totalitario ondeándose en un vasto e ilusoriamente infinito tapiz. La influencia de los humanos, las antenas de las casas, las figuras de los tantos anuncios, el humor adormecedor de los climas; no había nada de esas cosas, y no parecían tener un motivo para existir en aquel sitio en el que la naturaleza conservaba intacto su cielo, su tan suya potestad que los humanos habían osado robarle.

Cantos de ave nos llegaron de todas direcciones, supliendo a los característicos sonidos de motor y cláxones ruidosos de señores impacientes en el tráfico de la bochornosa ciudad. La vista de ese cielo pulcro, con sus adornos de ramas de árboles tratando de alzarse hasta él, en adición a esos bellos cantos de ave que silbaban como caricias sinfónicas en los bordes de mis oídos, lograron mitigar lo que yo supuse pudo haber sido una nueva crisis, cosa constante por esos días.

El camino se había vuelto estrecho y más envuelto por el espesor de la naturaleza. Yo continuaba en un trance que me mantenía serena y abobada con los estímulos cercanos, hasta el momento no me había hecho ninguna pregunta acerca de nuestro destino o de dónde estábamos. Y no lo hice, hasta que cruzamos junto a un grupo de hombres en una camioneta, los cuales llevaban escopetas en las espaldas, yacían sucios y malolientes, y tenían el rostro quemado por el sol y de aspecto durísimo. Nos miraron como extraños que no son bienvenidos en una casa que no es la suya, ello logró hacerme reaccionar. Me puse nerviosa de inmediato.

—¿Dónde estamos, Axel?

Fingió no escucharme.

—Axel, ¿Dónde estamos?

EL ARTE DE SER UN CLICHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora