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Checo se despertó con una sonrisa mientras el aroma a dulces mexicanos llenaba su habitación. Cerca de la puerta, un arreglo de dulces típicos lo esperaba, vibrante en colores y cargado de nostalgia. Sabía exactamente de quién venía, y con una sonrisa cómplice tomó su teléfono para enviar un mensaje.

León holandés 🦁❤️

Gracias por el detalle, Max. Eres demasiado, de verdad.

Para ti, siempre, mi amor.

El apodo lo tomó por sorpresa. Sintió sus mejillas enrojecer y, sin saber exactamente por qué, se sintió ridículamente feliz. Se quedó un momento observando el mensaje, como si contuviera más de lo que las palabras mostraban. Guardó el teléfono, sacudiéndose la sonrisa, y se preparó para bajar al vestíbulo, donde los pilotos se reunirían para una dinámica organizada por el equipo.

Cuando llegó al lobby, lo primero que vio fue a Max, quien sostenía un vaso portátil en una mano y una sonrisa en los labios al verlo acercarse.

—Buenos días, mi amor —dijo Max con un guiño, extendiéndole el café.

Checo no pudo evitar reír y sintió que el apodo resonaba de nuevo en su pecho. Alzó el café para agradecerle, y luego sacó de su mochila una sorpresa que había preparado antes de bajar: una malteada de chocolate, hecha por él mismo.

—Esto es para ti. A ver si mi malteada es tan buena como tu café —comentó Checo, entregándole el vaso con una sonrisa traviesa.

Max recibió el detalle con una mezcla de asombro y emoción evidente. Le dio un sorbo y sonrió ampliamente, antes de acercarse y darle un beso en la mejilla.

—Gracias, Checo. No tenías que hacerlo, pero es... perfecto —murmuró, sin apartarse del todo.

Ambos sonrieron, y por un momento el bullicio a su alrededor pareció desvanecerse. Sin embargo, la voz de Alice los trajo de regreso a la realidad, la actividad de ese día estaba a punto de empezar.

[...]

La actividad consistía en formar dos equipos para una serie de retos. Los pilotos serían divididos al azar, y Max y Checo, para su frustración, acabaron en equipos opuestos. En el equipo de Checo estaban Charles, Pierre, y George, mientras que Max estaba con Carlos, Yuki y Lewis.

A pesar de la separación, Max no le quitaba la vista de encima a Checo.

Era como si cada vez que alguien de su equipo se acercaba demasiado, Max se lo tomara de manera personal.

El primer reto consistía en una carrera de relevos con tareas al azar. Checo se reía y bromista como siempre, hacía que todos en su equipo se sintieran a gusto. Pierre, con su habitual entusiasmo, le daba palmadas en la espalda, mientras Charles reía a su lado. Max, desde su posición, observaba cada gesto, cada risa, cada palmada.

—Checo parece muy a gusto con los chicos, ¿no crees? —le comentó Carlos con una sonrisa.

Max soltó un suspiro molesto, y Carlos solo rio, dándole una palmada en el hombro.

—Relájate, Max, solo están bromeando —añadió Yuki, pero la mirada fulminante de Max hizo que mejor guardara silencio.

En uno de los descansos entre retos, Max no pudo evitar acercarse a Checo con la excusa de pedirle agua. Checo le pasó una botella, sonriendo.

—¿Todo bien? —preguntó Checo, notando la mirada seria de su compañero.

—Mejor si Pierre dejara de pegarse tanto —murmuró Max, casi en un susurro.

Checo soltó una risa divertida, dándose cuenta de los celos. Decidió darle una respuesta que lo tranquilizara y, de paso, le provocara una sonrisa.

—No tienes por qué ponerte así, Max. Solo tú tienes mi atención —respondió, mirándolo directo a los ojos.

Max pareció quedarse sin palabras, y al cabo de unos segundos regresó a su equipo, aunque con una sonrisa satisfecha. Pero su malhumor seguía presente cada vez que veía a otro piloto acercarse demasiado a Checo, lanzando miradas en las que dejaba claro que no estaba dispuesto a compartir ni un centímetro más de espacio. Cuando los demás notaron sus miradas, no pudieron evitar hacer bromas al respecto.

—¿Todo bien, Max? ¿No es que estés celoso? —preguntó George, divertido.

—Solo estoy... observando —respondió Max, un poco cortante.

Checo, que escuchó el intercambio, reprimió una risa. Sabía que Max no dejaría que nadie más se acercara, y por eso mismo, comenzó a poner un poco de distancia con los otros pilotos, algo que Max notó y le agradeció.

[...]

Al terminar la actividad, ambos se subieron a la camioneta que los llevaría de regreso al hotel. Max se apresuró a tomar asiento al lado de Checo, y tan pronto como estuvieron en movimiento, deslizó su mano sobre la de Checo. Éste, sorprendido pero contento, le permitió entrelazar sus dedos. Max sonrió con una mezcla de satisfacción y nerviosismo.

—¿Sabes? —comenzó Max, mirándolo con un pequeño puchero—. No me gusta cuando otros te prestan tanta atención. Sé que es ridículo, pero...

Checo rio suavemente, apretando su mano en señal de tranquilidad.

—No te preocupes, Max. Solo eres tú, para mí —dijo, repitiendo sus palabras anteriores, pero con una sinceridad que dejó a Max sin habla.

Max sonrió, y por el resto del trayecto permanecieron en silencio, solo disfrutando de la cercanía del otro. Al llegar al hotel, Max se ofreció a acompañarlo hasta su habitación.

Cuando llegaron frente a la puerta de la habitación de Checo, Max se quedó en silencio por un momento, como si estuviera reuniendo el valor para decir algo importante.

—Checo, mi amor... —comenzó, rascándose la nuca y mirándolo con una expresión que mezclaba timidez y determinación—. ¿Te gustaría salir conmigo?

Checo lo miró, sorprendido, pero al mismo tiempo divertido. Había anticipado que Max eventualmente tomaría la iniciativa, pero verlo nervioso le dio un toque especial al momento.

—¿Salir... en plan de cita? —preguntó Checo, sonriendo.

—Sí, en plan de cita —afirmó Max, su voz apenas un susurro, aunque sus ojos mostraban una esperanza y una determinación inquebrantables.

Checo sonrió, y con una risa suave asintió.

—Acepto, Max.

El neerlandés suspiró, como si hubiera estado conteniendo la respiración, y no pudo evitar sonreír abiertamente, casi como un niño.

—Quiero que sepas... que esto es en serio para mí —aclaró Max, mirándolo intensamente.

Checo asintió y, divertido, le dio una palmada en el hombro.

—Ya lo sé, Max. Y yo también lo hago.

Max parecía flotar, y después de despedirse, se dirigió a su habitación con una sonrisa que no podía contener. Al cerrar la puerta, dio un pequeño salto de alegría, dejando salir una risa triunfal y emocionada, sintiendo que finalmente el mundo estaba a su favor.

The CV | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora