CAPÍTULO DIEZ

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ÚLTIMO CAPITULO —

SACRIFICIO.

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El lugar se encontraba en un total silencio, nada se escuchaba por aquí ni por allá. Claramente no se escuchaba nada pues eran nadamás y nada menos que las cuatro con veintiuno de la madrugada.

Karla y Vladimir salieron a prisa dirigiéndose hacia la camioneta, pero Saúl se dispuso a dar el último paso para salir de la cabaña haciendo que Raúl detuviera su paso confundido. Este lo veía con total desconcierto mientras que Saúl solo lo veía con alegría. Cómo si nada estuviera pasando.

—Fue lindo mientras duró, ¿no lo crees? Mi relación mas larga fue... —dijo, mientras veía su reloj imaginario.— tres horas con trece segundos. Guau, nuevo y último record.

—¿Último? ¿Por qué? —preguntó angustiado.

—Ganaste. —dijo con una sonrisa en sus labios, soltando de la mano de Raúl,  así dando fin a su relación.

Este le dedico su última sonrisa para después darle un pequeño empujón, así cerrando la puerta en las narices a Raúl, quedándose él y el mounstro dentro de la cabaña, dejándole tiempo a sus amigos de escapar.

Raúl al ver lo que Saúl había hecho, este gritó su nombre varias veces golpeando la puerta como lunático tratando de abrir la puerta, pero fué estúpido, pues Saúl había cerrado con seguro por dentro para que nadie entrara a su rescate. Después de intentar e intentar se tiró de rodillas al suelo golpeándose en ellas con arenitas que se encontraban en el piso.

Vladimir al escuchar los ruidos que Raúl estaba emitiendo y, ver la distancia que los separaba, esté decidió ir hacia él pero no sin antes pedirle a Karla que se quedara en el auto. Al llegar a Raúl, este tiró de su hombro para que lo acompañará al auto, pero Raúl no quiso acompañarlo pues no quería irse sin Saúl.

—También es tu amigo... —dijo con la voz quebrada, sintiendo nuevamente un nudo en la garganta.— ¿Cómo puedes dejarlo? ¡Maldita sea, Vladimir, no podemos dejarlo! —exclamó, tomando la playera del muchacho con rencor mientras sus ojos emitían tristeza y desesperación.

—Si nos arriesgamos a salvarlo moriremos, pero si no lo hacemos nos salvaremos. Piensa que él está haciendo esto para que nosotros podamos salir de aquí.

Trataba de que sus sollozos no se escucharán tan alto, pero no lo pudo evitar, así pues, haciéndolo notable para sus amigos.

Raúl al escucharlo le pidió, suplicó, que abriera la puerta, que ya no importaba su estúpida apuesta, pero que abriera la puerta. Este no respondió pues sentía como el mounstro lo veía con sus grandes ojos blancos. Su corazón comenzó a bombear sangre incontrolablemente, su respiración se volvía cada vez más agitante y difícil de respirar, sintiendo la mitad del cuerpo cortado. Su terror incrementó, más cuando vió que el mounstro se dirigía hacia él con una gran lentitud, como el león lo hace para que su presa no se asuste y percate de que será devorado.

Aún tenía la oportunidad de salir corriendo y dejar al mounstro encerrado, pero el miedo no se lo permitió, se había quedado fríamente paralizado.

Pasaron ocho minutos y nuevamente Vladimir dió un tirón al brazo de Raúl, el cual accedió a levantarse e irse dejando atrás a Saúl, pidiéndole perdón entre un llanto incontrolablemente.

Al caminar seis pasos, ambos escucharon un fuerte ruido y, al mismo tiempo, a Saúl dar su último grito. Apretaron los ojos y mandíbula con fuerza, deteniendo sus pasos por un segundo para después seguir su camino sin dar vuelta atrás. Esto hizo que Raúl quisiera regresar y abrir la puerta para salvarlo, pero ya era muy tarde. Saúl ya no existía.

Caminaron a toda velocidad cuando escucharon a sus espaldas algo sumamente fuerte, irritable. Ambos se echaron a correr como el diablo cuando dieron la vuelta y vieron al mounstro querer ir hacía ellos.

Vladímir al igual que Raúl le pidieron a gritos a Karla encender el auto.

—vamos, cariño, tu puedes. Por favor enciende. —dijo desesperada. — ¡Maldita mierda enciende!

Ya dentro del auto, este se cobijo entre sus lágrimas, recordando el último recuerdo que Saúl le había permitido ver de él. Esa sonrisa llena de vida y alegría, esos dientes tan perfectamente alineados, esos ojos tan hermosamente color marrón que al reflejarlos en el sol se ponían de un color miel, le hizo derramar más lágrimas.

—Vamos a morir... Saúl sacrificio su vida en vano...

—No digas eso Raúl. No digas eso...

Vladímir al escuchar a Raúl y Karla llorar por lo más bajo, sus ojos se humedecieron así nublado la vista de su camino.

De una cosa estaban seguros, sus vida ya no volvería a ser la misma, pues ahora les faltarían tres amigos, tres cómplices, tres vidas. Tres murieron y tres sobrevivieron. Les sería muy difícil no recordar lo que acaban de pasar, en sus mentes siempre estaría marzo, ese marzo que marco sus vidas, ese marzo de semana santa. Ese marzo.

Vladimir trato de limpiar sus lágrimas que le opacaron la vista, cuando escuchó a sus amigos gritar su nombre con desesperación. Al poner su vista al camino detuvo repentinamente el auto girando la camioneta asi dejando la parte trasera de esta flotando en el aire.

 Al poner su vista al camino detuvo repentinamente el auto girando la camioneta asi dejando la parte trasera de esta flotando en el aire

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—No se muevan. —pidió con una gran inquietud.

Los tres jóvenes detuvieron su respiración por el gran susto que se estaban llevando y, al escuchar al mounstro correr hacía ellos en cuatro patas, fue suficiente para que la camioneta cayera a un precipicio, así haciendo caer a la camioneta y a los tres muchachos.

EL ÚLTIMO SOBREVIVIENTE. [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora