Su mano suelta la mía como si no aguantase tocarme un segundo más en el instante en el que estamos frente a una fuente de piedra rodeados de flores silvestres. La estatua de una mujer joven y apenada nos mira desde arriba.
La piedra se ha empezado a erosionar con el paso del tiempo y las raíces la intentan cubrir. Los árboles y las flores a nuestro alrededor no han sido colocados. Han surgido naturalmente y crecido por todos lados como solo la indómita naturaleza sabe hacer. El agua estancada en la fuente encaja con este sitio. La suciedad se ha adueñado de ella y las hojas caídas de los árboles se han marchitado dentro.
Christian camina alrededor de la fuente. No llega al otro lado. Queriendo poner distancia entre nosotros y, a la vez, no queriendo poner toda la fuerte como un muro entre nosotros. Su tensa postura se vuelve más inflexible a cada segundo que me mira. Le miro esperando a que me diga algo. Esperando a que sea él el que diga algo. Pensando en qué puedo decirle.
¿Qué haces por aquí? ¿Qué tal todo? ¿Desayunaste? ¿Cómo sabías que me estaba muriendo de miedo porque te necesitaba mirándome con esos fríos y maravillosamente azules que tienes?
Todo me parece tan insulso. Ningún pensamiento de los que pasan por mi cabeza son suficientes para que entienda todo lo que siento, todo lo que significa para mí que me entendiese sin hablar. Y quiero saber sus respuestas a todas mis preguntas por insulsas que sean. Él encuentra las palabras primero.
- No deberías de ir provocando, niñata.
- ¿Cómo? - parpadeo con la confusión sombreando mi rostro. Que no entienda lo que quiere decir, sólo hace que parezca más enfadado. Se acerca un paso a mí y tensa el cuerpo frenándose. Evitando acercarse más. La estatua en la fuente nos mira con pesar. Cómo si este momento nos estuviese condenando. No hay viento meciendo los árboles. Todo está en calma. Expectante.
¿Por qué no se acerca a mí?
- Desafías a la gente. Es un rasgo estúpido, sobre todo si decides hacerlo con hombres que fácilmente podrían tenerte. - me mira fijamente, evaluando mi expresión. Esperando una reacción.
- ¿Tenerme? - esa palabra se queda atascada en mi cerebro. Esa palabra hace que Christian se acerque, por fin, y se pare tan cerca que pueda sentir el calor de su cuerpo irradiando en el mío. Respira profundamente y me contesta bruscamente.
- Si una presa te desafía a perseguirla, te terminas obsesionando. La terminas teniendo.
Sé que él entiende lo que es sentirse inferior. Nadie está tan cabreado con el mundo, ni se cierra a él, si el mundo no hubiese intentado devorarte. No tengo miedo a lo que insinúa. El escalofrío que me recorre no es miedo. Es emoción.
- ¿Y a la presa no le gusta el depredador que la persigue? ¿Y si no quiere pertenecer a nadie? - le pregunto en un susurro. Mi voz callada hace el efecto que deseaba y se acerca más a mí, mirando mis labios. Mi respiración se escucha en esta pequeña burbuja que hemos creado.
Solos él y yo.
- Entonces la presa debería darse cuenta de que ya es demasiado tarde. - Me comenta sin pensar porque automáticamente frunce el ceño. Como si yo tuviese el poder de arrancarle sus más oscuros y guardados pensamientos. Mi corazón se acelera dentro de mi pecho al descubrir mi nuevo poder. Las palmas de mis manos me hormiguean queriendo sentir el calor de su cuerpo. Su piel.
Pensando en si el calor de sus manos sería capaz de quemar todos mis demonios.
- ¿Tarde para quién? - le pregunto mirando ahora yo sus labios brevemente antes de volver a sus ojos. Nunca había sentido esta ansia. Esta expectación. Mi pequeña mirada hace que un océano de lava recorra las profundidades de sus ojos. Christian niega brevemente con la cabeza y los cierra un instante. Al abrirlos hay algo muy parecido a la derrota en ellos.
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Sí...te quiero, idiota
Roman d'amourCuando todo lo que quieres es tranquilidad. Y si tu sueño es tener paz. ¿Podrías con todo lo que el destino te ha preparado? Yo solo era la típica chica amable que tuvo que madurar por su familia con una vida llena de complicaciones dentro de esa m...