II: El nuevo problema

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El reloj acaba de dar un giro, y para mí sorpresa está señalando un lugar en el mapa, llamo a mi tía Esperanza para que mínimamente me diga que hacer.

Cuando ella llega, su mirada se vuelve asombrada y sería.

Y dice:

- Esto no es bueno, marco al otro lado del imperio, en la frontera con Grefhing.– Dice mientras observa.

- ¿Y ahora que hago?– Pregunto alarmada.

- Pues, Elizabeth, tendrás que viajar a Grefhing para averiguar quién es.

- ¿Viajar?– Digo exaltada

- Si, viajar, en Grefhing hay otro reloj, ese si te dara el nombre y ubicación.

- Entiendo, entonces manda a preparar mi... –Me interrumpe.

- Irás con solo tu corcel blanco y mil monedas de plata, debes demostrar que también sabes moverte en crisis, además no creo que se te haga difícil; después de todo eres una de los mejores soldados del reino.

En una situación así no sé si sentirme halagada o ofendida así que solo asiento y me dirijo a mi habitación a prepararme para el viaje.

No puedo llevar ropa muy pesada debido al largo viaje que me espera, así que con un par de vestidos sueltos en tonos pasteles sencillos será suficiente.

Pero por más batallas que haya ganado esto no será fácil...

Por más que ame a mi imperio no es algo fácil casarme con un completo extraño.

A pesar de que todo el mundo cree en el reloj no se sabe con exactitud si su pronóstico es certero o no.

Pero intento no pensar en eso y prepararme para viajar mañana temprano.
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A la mañana siguiente, me preparo para partir, del palacio a cumplir mi deber.

Me despido de mi tía Esperanza, tomo las mil monedas de plata y me voy sobre mi corcel escondida con una capucha lila.

El trayecto del camino al pueblo de Vilgread es tranquilo, los pinos y abetos adornan el paisaje.

La brisa fría es bastante refrescante, aunque muy fría.

Sin embargo mi camino se detiene cuando veo a una anciana a la orilla del camino.

Me acerco poco a poco para ver qué pasa, pero al ver que no me nota, bajo del corcel para presentarme y ayudar.

- Disculpe, Anciana, soy una caballero y... – Me interrumpe, raramente con una voz bastante joven.

- No soy una anciana, me llamo Amadea.

Confundida por su respuesta pregunto:

- Entonces, ¿por qué tienes ese aspecto?

- Por mi bendición.

Aún más confundida, pregunto:

- ¿Cómo es que una bendición puede dejar a alguien así?

La joven anciana responde tranquila:

- Evolucionó a maldición, tan simple como eso.

- ¿Como es posible?

La joven anciana alza una ceja dudosa.

- ¿Acaso tu no tienes una bendición?

Me quedo callada y sin darme cuanta mi silencio responde la pregunta.

- Ah, ya veo, bueno, mi bendición se supone que me haría parecer sabía, pero al parecer se excedió. –Responde la joven anciana con una sonrisa.

- Vaya, eso suena... Desafortunado– Solo logro decir eso.

- Pero es algo solucionable, solo tendría que encontrar con quién compartirla

- Entiendo, en ese caso si me disculpas debo seguirle mi camino.

Se acerca y me pone un Rododendro rosa en la oreja y me dice:

- Esto ayudará a qué nadie comparta su maldición contigo, aunque no lo creas muchas personas lo hacen para liberarse de ellas así que ten cuidado.

Agradezco y sigo mi camino.

Pero a penas llegar al pueblo me quedo sorprendida porque nada es como lo recuerdo...

Nota de la autora:

Hola, como sabran escribo dos libros al mismo tiempo así que actualizo uno por semana.

Así que por ahora saquen sus teorías y disfruten de una historia de fantasía de una escritora que no soporta ese genero pero le encanta la época victoriana

Nos veremos, relojeros 


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⏰ Última actualización: Nov 09 ⏰

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