Capítulo IV: Siempre necesito un...

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Simon:

—¿Estás seguro, pequeño travieso? —lo oí preguntar con una sonrisa llena de lascivia. —Porque te aviso de inmediato de que una vez que cruzamos esta línea, no hay vuelta atrás. Me refiero a que no tendré piedad con estas nalgas ni mucho menos... —iba diciendo mientras me agarraba de las caderas, pero antes de que siguiera hablando lo callé con un beso en sus apetitosos labios.

Al parecer entendió a lo que me refería con el beso:  Sí, acepto. Así que rápidamente me arrodillé frente a el, terminé de bajar sus boxers y su polla de 28 centímetros quedó en libertad.

—Chupalo. —me ordenó con un jadeo cuando agarré su pene entre mis manos.

Sin más preámbulos, abrí mi boca y Andrew comenzó a soltar suspiros de placer cuando mi lengua y saliva hicieron contacto con su verga. Mierda, era enorme y no cupia entero en mi boca pero aun así seguí mamándole la verga, llenándola de mi saliva y placer para mi niñero. A su vez, llevé mi mano hasta mi entrepierna para masajear mi pene por encima de mi pantalón. Luego, sin previo aviso, me tomó de la cabeza y me apartó rápidamente de el.

—Desvistete rápido, me voy a correr y quiero hacerlo en tu culo.

Nervioso y sorprendido por su insistencia, me quité toda mi ropa, me coloqué en cuatro sobre el sofá y, sin esperar ni un segundo más, sentí su dura polla entrar en mi culo, provocando que gimiera de dolor.

—Shhh, tranquilo, gatito. —me cubrió la boca con la mano para que no hablara. —El dolor es mental, recuerda eso.

Posterior a eso empezó a darme las embestidas más violentas y veloces de mi vida, lo cual hacía que el sonido de nuestras pieles chocando sonaran como aplausos. Al final, el dolor se transformó en un enorme placer así que llevé mi mano hasta mi pene y comencé a masturbarme a la vez, aumentando mi excitación.

—Ahggg, Andrew. —era mucho para mi, demasiado; sentía que me iba a desmayar por todo esto.

Minutos más tarde me corrí y mi semen cayó sobre el sofá, manchandolo pero no me importó. Segundos después fue mi niñero quien se había corrido dentro de mí y pensé que todo había terminado... pero no fue así. Andrew salió de mi culo, me dio la vuelta para quedar frente a frente, colocó mis piernas sobre sus hombros y volvió a penetrarme, esta vez más duro. Al parecer amaba correrse más de una vez.

Continuó moviéndose dentro de mí ano mientras a la vez se inclinaba para poder besar mis labios con desesperación. Nuestros cuerpos estaban llenos de sudor, volviéndolos pegajosos y algo brillantes. Después de varios minutos de intensos gemidos y deliciosas embestidas, sentí el semen de mi niñero volver a llenarme el culo.

—Ahgg, joder. –me besó después de sacar su polla de mi culo, después se sentó en el sofá y me sorprendí al ver que aun tenía una erección después de la tremenda follada que me dio. —Ufff, ahora necesito una buena paja. —como si yo no estuviera a su lado cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y comenzó a masturbarse masajeando su miembro de arriba a abajo en círculos.  —Si te lo preguntas, Simón; después de follar siempre necesito un buen pajazo. —dijo segundos después, mirándome con un ojo abierto. —¿Te unes?

—Ok. —ni siquiera sé porqué acepté, pero como aún seguía caliente lo hice.

El secreto de mi niñero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora