⚔️ Omamori ⚔️

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Por la noche sigue lloviendo. Creo que hay luna llena, pero no estoy seguro porque no se ve nada desde que empezó a llover y no ha parado en todo el día.

En el templo del pueblo, la gente ha añadido más arreglos y altares para sus muertos, sumándose a los que ya estaban de los primeros que fueron enviados. Uno especialmente grande con el nombre del capitán Jeon está cubierto de flores frescas y en el medio de tantos arreglos, el que más sobresale es uno que tiene el nombre de Yoongi y al pie de este, su trenza junto a la primera espada que usó cuando se convirtió en mi escolta hace años. Desgastada por el tiempo y el uso.

Sigo sin derramar una sola lágrima, pero la desesperación en la base de mi estómago lo tiene hecho un nudo. Me cambié a una túnica negra que brilla a la luz de las velas y hace que mi cabello se vea aún más platinado. El pergamino sigue junto a mi pecho porque no soy capaz de leerlo y permitir que las últimas palabras de mi guardián y mi amante se vuelvan una realidad.

Dirijo el cortejo fúnebre con una oración a los dioses, de pie frente a los altares y las personas presentes que lloran en voz baja por el luto que nos embarga.

—Durante años, hemos peleado por ser un pueblo libre, hemos resistido a la represión de un reino ruin y despiadado. —pronuncio—. Hemos entregado las vidas de nuestros familiares, a cambio de un sueño que hoy se vuelve realidad, gracias a la sangre de nuestros hijos, esposos, padres y amigos. Hoy estamos aquí, para brindarles a ellos el último homenaje, las últimas honras y el último adiós, pero manteniendo su recuerdo vivo en nuestros corazones. Ellos han muerto, pero sus nombres serán recordados a través de la historia, como aquellos que amaron a su nación, a su reino y a su libertad. Es momento ahora, de que, como su rey, sea yo quien me incline ante ellos y les muestre el respeto que se merecen de mi parte. A todos ellos por igual, pero en especial al hombre que guió las tropas hasta el enemigo y los impulsó a pelear hasta su último aliento, para darnos a los que permanecimos aquí la dicha de no volver a sentir temor por nuestras tierras, nuestras cosechas y nuestros niños. El general Min Yoongi. —Hago una reverencia completa después de terminar mi discurso. Y permanezco allí por un tiempo, orando en silencio por lo que gané y más por lo que perdí.

Después de un rato, siento una mano en mi hombro. La esposa del soldado Jung, la curandera del pueblo se arrodilla a mi lado y me dedica esa sonrisa triste de nuevo y pone algo en mis manos.

—Hemos sido bendecidos, Majestad. Aun en medio del dolor y la pérdida. Mi marido y yo estamos aquí para lo que necesite. —Se levanta del suelo y yo miro el amuleto que puso entre mis manos. Un omamori de color verde.

Anzan.

Por primera vez desde que recibí las malas noticias, lloro. Un amuleto para un embarazo sano y un parto sin complicaciones. No puedo estar embarazado. He bebido el maldito té todos los días desde que me entregué a Yoongi hace años.

Excepto la semana previa a la guerra.

Entre preparar un ejército y tomar las precauciones para la gente del pueblo, me acostaba casi al amanecer sin siquiera probar bocado. Yoongi trabajó conmigo todas esas horas y caíamos en la cama sin fuerzas. Tampoco lo tomé la noche de luna creciente en que nos despedimos. La taza estaba medio vacía, pero la infusión cayó al suelo antes de que pudiera tomarla.

Pongo una mano en mi vientre y busco a la mujer que me ha dado este regalo. Está a un lado en el templo junto a su marido que lleva el brazo atado a una tablilla con un vendaje apretado. Ella asiente hacia mi, diciendo con la mirada que no es mentira, ella sabe de estas cosas y no tiene por qué engañarme. Debe haberlo visto en mi cara antes cuando las mujeres me visitaron en el palacio.

Tengo que abandonar el templo antes de deshacerme en llanto delante de todos. No quiero que sepan de mi estado todavía y confío en que la curandera me guardará el secreto.

El guerrero del rey |YM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora