La pequeña respondió un poco enojada:
—¿Pero por qué no podemos ir con ellos? ¡Ellos son muy amables!
De repente, sintió una fuerte bofetada que le provocó un intenso dolor en la mejilla.
—Rebecca Patricia Armstrong, ya te dije que no iremos con esa familia, y te prohíbo acercarte a ellos. Más te vale hacerme caso porque no lo repetiré —dijo su padre, quien se dio la vuelta y salió de la habitación furioso, seguido por su esposa que intentaba tranquilizarlo.
Becky se dejó caer de rodillas al suelo y comenzó a llorar. De repente, escuchó un leve golpe en la ventana y vio que era su mejor amiga, Freen. Corrió, cerró la puerta con llave y luego abrió la ventana.
—¿Freen, qué haces aquí? Si mi papá te ve...
Freen la interrumpió, poniendo una mano en su mejilla y notando que estaba hinchada por el fuerte golpe.
—Tranquila, Becky. Ya tengo un plan, solo quería saber si estabas bien. Nuestros padres tuvieron una pelea horrible —dijo Freen, con una mirada de preocupación.
Becky la miró a los ojos y, notando la expresión de su amiga, susurró:
—¿Tú... escuchaste y viste todo, verdad?
Freen asintió con la cabeza.
—Lo siento, no quería que vieras eso —dijo Becky.
Freen la acercó y la abrazó.
—No fue tu culpa, Becky.
Becky no pudo soportarlo más y rompió en llanto en los brazos de su mejor amiga, quien solo la abrazó con más fuerza, permitiéndole desahogarse mientras le daba suaves caricias en la espalda.
De pronto, Becky sintió cómo el sol le daba en la cara y se despertó. "Mierda, otra vez ese sueño", pensó mientras se levantaba sin muchos ánimos y bajaba a la cocina para hacerse un café. Notó que ninguna de sus amigas se había despertado todavía, así que decidió mirar su celular un rato en la sala mientras se tomaba el café. Al terminarlo, fue a darse una ducha, intentando despejar su mente, pero la duda sobre lo que habría pasado con su amiga de la infancia seguía rondándole.
Después de ducharse, salió y se dio cuenta de que Irin y Nam ya estaban despiertas. Las saludó y les dio los buenos días. Notó que Irin estaba preparando el desayuno, así que se acercó para ofrecerle ayuda.
—¿Necesitas ayuda en algo? —preguntó Becky.
Irin sonrió y le respondió:
—No, Becky, tranquila, ya casi termino. Pero si quieres, puedes ayudarme poniendo la mesa.
Becky asintió y fue a acomodar la mesa. Al cabo de un rato, Irin llegó con dos platos y luego regresó a la cocina para traer otro plato. Nam llegó y, emocionada, se sentó junto a las chicas, compartiendo la noticia:
—¡Chicas! ¡Va a venir a dar un concierto un artista bastante conocido! ¡No puede serrrr! —dijo Nam mientras se sentaba, buscando la noticia en su celular para mostrársela.
Becky e Irin se sorprendieron. Irin le preguntó:
—¿Quieres ir a eso?
Nam asintió, emocionada.
—Dicen que el chico es súper lindo y que, además, canta súper bien.
Becky rodó los ojos.
—Nam, a ti te parece guapa la mitad del planeta; no es sorpresa que te guste este también.
Nam la miró molesta y les dijo:
—De cualquier manera, el concierto es en una semana y ya compré las entradas, así que no pueden decir que no.
Ambas chicas se miraron, rodaron los ojos y continuaron comiendo.
—¿Entonces iremos solo porque así lo quieres tú? —dijo Irin, levantando una ceja mientras comía.
Nam asintió sin despegar la vista del teléfono.
—Sí, eso es exactamente lo que haremos.
Becky sonrió, se levantó para llevar su plato al fregadero y dejarlo allí.
—Bueno, al menos ya tenemos algo que hacer —dijo, mientras comenzaba a lavar el plato.
. . .Llegaron al zoológico y comenzaron a ver a los animales y algunas atracciones para los visitantes. Después de varias horas caminando por todo el zoológico, encontraron un área para almorzar y decidieron parar para comer. Cada una pidió su comida y se sentaron a comer tranquilas. De repente, Becky volvió a sentir la misma sensación de que alguien la estaba vigilando. Se levantó y se dirigió a un basurero cercano, fingiendo desechar unas servilletas, con la intención de disimular y ver si realmente la chica que sospechaba estaba observándola. Tal como pensó, la desconocida la miraba fijamente.
Becky respiró profundo para calmarse, se acercó a la chica y se sentó frente a ella en su mesa. Soltó un leve suspiro antes de mirarla a la cara.
—¿Qué es lo que quieres de mí y por qué me sigues a donde sea que vaya? —preguntó Becky.
La chica extraña simplemente se cruzó de brazos y la miró con una expresión fría.
—Ya veo, entonces no recuerdas nada —respondió la desconocida—. Tal como lo suponía.
La chica se acomodó, puso los codos sobre la mesa y apoyó su cara en las manos.
—Solo tenía una pequeña duda, querida, pero ya la he resuelto. Lamento las molestias.
La chica se levantó y estaba a punto de irse cuando Becky la agarró del brazo.
—Disculpa, pero tengo una pregunta para ti.
La chica suspiró y volvió a sentarse.
—Está bien, preciosa, habla rápido, tengo cosas que hacer.
Becky frunció el ceño al oír el apodo.
—Primero, no me llames "preciosa". Y segundo, quería saber si fuiste tú quien envió ese paquete a la casa donde estamos quedándonos mis amigas y yo.
La chica la miró confundida por un momento, pero luego pareció entender.
—Ah, no, no fui yo. Pero sé quién lo hizo.
Becky levantó ambas cejas, sorprendida.
—¿Quién fue?
La chica se quedó callada un momento antes de responder.
—No puedo decirte, y te recomiendo que tampoco intentes averiguar quién fue.
Becky la miró, confundida.
—¿Y eso por qué?
La chica la miró y le respondió:
—Porque es alguien que no te conviene conocer, créeme. Lo digo porque lo sé muy bien.
Becky se quedó pensativa, y la chica decidió levantarse.
—Mira, no es por nada, pero de verdad te aconsejo que no intentes encontrar a esa persona, ni mucho menos contactarla.
Becky la miró mientras la chica se alejaba y se quedó pensando. Luego se levantó y volvió a la mesa con sus amigas.