PARTE 1

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El aroma a café recién hecho inundaba la cocina, mezclándose con el dulce perfume de las flores que Jennie había traído de su paseo matutino. La luz del sol de la mañana se colaba por las ventanas, iluminando la mesa donde estaba Lisa, con una sonrisa radiante, preparaba el desayuno.

—Buenos días, mi amor—dijo Lisa, besando la mejilla de Jennie, quien se acercaba con una taza humeante en la mano.

Jennie sonrió, sus ojos brillando con la felicidad de un nuevo día
—Buenos días, mi hermosa. ¿Qué tenemos para desayunar?

—Panqueques con fresas y miel, tu favorito— respondió Lisa, con un guiño—. Y después, te tengo una sorpresa.

Jennie frunció el ceño, intrigada—. ¿Una sorpresa? ¿Qué tipo de sorpresa?

Lisa se acercó a ella, susurrando en su oído:
—Es un secreto. Pero te aseguro que te encantará.

La curiosidad carcomía a Jennie, pero decidió esperar. Después de un desayuno delicioso, Lisa la llevó al jardín, donde una pequeña casita de madera esperaba, adornada con flores y luces de colores.

—Esto es... increíble— susurró Jennie, con los ojos llenos de lágrimas.

—Es nuestra casita de juegos—explicó Lisa, tomando la mano de Jennie—. Aquí, en nuestro futuro hogar, donde tendremos nuestra familia.

—Nuestra familia... un sueño hecho realidad—balbuceó Jennie, con la voz entrecortada por la emoción.

Las dos mujeres se abrazaron con fuerza, con la felicidad de un futuro prometedor, de una familia que tanto habían anhelado.

—Te amo, Jennie—susurró Lisa, con la voz llena de amor.

—Y yo a ti, Lisa—respondió Jennie, con la mirada llena de esperanza.

El sol se elevaba en el cielo, iluminando la casita de madera, símbolo de un sueño que comenzaba a tomar forma. Un sueño de amor, de familia, de un futuro radiante.

 ●●●

Un año después, la casita de madera se había transformado en una casa de dos pisos, con un jardín amplio y una piscina reluciente. La casa era un reflejo del amor que Jennie y Lisa compartían, un espacio donde la felicidad se respiraba en cada rincón.

—Jennie, ¿estás segura de que quieres pintar la habitación del bebé de color rosa?— preguntó Lisa, con un tono divertido—. No te preocupes, no te vamos a obligar a tener una niña.

—No, no me preocupa. Solo que me encanta el rosa. Y si tenemos una niña, será la princesa más hermosa del mundo—mencionó Jennie, con una sonrisa traviesa.

Lisa rió, abrazando a Jennie por la cintura—. Eres una romántica empedernida, mi amor. Pero me gusta tu entusiasmo. Y si tenemos un niño, será el príncipe más valiente del mundo.

—O tal vez gemelos—dijo Jennie, con una mirada soñadora—. Un príncipe y una princesa.

Lisa se inclinó para besarla, susurrando
—Cualquiera que sea, será el fruto de nuestro amor. Y lo amaremos con todas nuestras fuerzas.

Las dos mujeres se besaron con pasión, con la certeza de que su sueño de familia estaba a punto de hacerse realidad.

Tres años después, la casa seguía siendo un oasis de amor, pero la felicidad se había mezclado con una pizca de decepción. Jennie y Lisa habían intentado tener un bebé durante años, pero nada parecía funcionar.

—No te preocupes, mi amor—dijo Lisa, acariciando el rostro de Jennie, quien se encontraba sentada en el sofá, con los ojos húmedos—. Lo intentaremos de nuevo. No nos vamos a rendir.

—Lo sé, Lisa. Pero a veces me siento... frustrada. Quiero ser madre, quiero darle a nuestro amor un hogar, un futuro—susurró Jennie, con la voz entrecortada por la decepción.

Lisa la abrazó con fuerza—. No te preocupes, mi amor. Lo lograremos. Tenemos todo el tiempo del mundo.

Jennie se aferró a Lisa, buscando consuelo en su abrazo. Sabía que Lisa tenía razón, que no debían perder la esperanza. Pero el dolor de no poder tener un hijo, de no poder completar su sueño de familia, era un peso que cargaba en su corazón.

Un año después, Jennie recibió una llamada que cambió su vida para siempre. Su médico le informó que estaba embarazada. La noticia la llenó de una alegría inmensa, de una esperanza que había creído perdida.

—Lili, ¡estoy embarazada!—gritó Jennie, con la voz llena de emoción.

Lisa, con la mirada llena de incredulidad, dejó caer el teléfono—. ¿En serio, Jennie? ¿Estás embarazada?

Jennie, con una sonrisa radiante, asintió con la cabeza—. Sí, Lisa. ¡Estoy embarazada! ¡Vamos a tener un bebé!

—¡No puedo creerlo! ¡Es un sueño hecho realidad! ¡Te amo, Jennie!—gritó Lisa, con la voz entrecortada por la emoción, mientras abrazaba de la cintura a Jennie.

Las dos mujeres se abrazaron con fuerza, con la felicidad de un futuro prometedor, de una familia que tanto habían anhelado. Era un momento que habían soñado durante años, un momento que había llegado para llenar sus vidas de alegría y amor.

Los nueve meses de embarazo de Jennie fueron un torbellino de emociones. La felicidad de la espera se mezclaba con la ansiedad de la maternidad, con el miedo de no estar a la altura de las expectativas.

—Lisa, ¿crees que seré una buena madre?— preguntó Jennie, con un tono inseguro.

—Claro que sí, mi amor. Eres la mejor persona que conozco. Serás una madre increíble—dijo Lisa, con una sonrisa reconfortante.

Jennie se aferró a Lisa, buscando consuelo en su abrazo. Sabía que Lisa tenía razón, que era una buena persona, que amaba a los niños. Pero el miedo a la responsabilidad, a la incertidumbre del futuro, la atormentaba.

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El día del parto llegó, lleno de nervios y emoción. Jennie, con la mano de Lisa en la suya, respiró profundo, preparándose para el momento más importante de su vida.

—Todo va a estar bien, mi amor—susurró Lisa, con una voz suave—. Estoy aquí contigo, siempre.

—Te amo, Lisa. Gracias por estar aquí—respondió Jennie con los ojos llenos de lágrimas.

Las horas se hicieron eternas, llenas de dolor y esfuerzo. Pero finalmente, el llanto de un bebé llenó la sala de parto, anunciando la llegada de una nueva vida.

—Es una niña—dijo la doctora, con una sonrisa—. Una hermosa niña.

Lisa, con los ojos húmedos, se acercó a Jennie, besando su frente—. Te amo, mi amor. Te amo a ti y a nuestra hija.

Jennie, con una sonrisa radiante, miró a su hija, con una mezcla de amor y asombro. Era una niña pequeña, con ojos oscuros y una sonrisa tímida.

—Jane es perfecta—susurró Jennie, con la voz llena de emoción.

—Jane es nuestra pequeña princesa. Y la amaremos con todas nuestras fuerzas—soltó Lisa, con el corazón lleno de alegría.

Dos Corazones, un Destino - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora