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El escritorio de Heeseung era un caos

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El escritorio de Heeseung era un caos. Papeles con fotos de las víctimas esparcidos por todos lados, informes de autopsias, y anotaciones apresuradamente hechas cubrían cada centímetro de la superficie. Las luces de la oficina parpadeaban con un zumbido bajo que parecía intensificar el latido furioso en su cabeza.

''Si no resuelves esto, estás afuera''. Las palabras del jefe resonaban en su mente como una sentencia de muerte. Heeseung, con los ojos rojos por las noches sin dormir, no podía dejar de mirar la pantalla de su computadora. Las fotos de Sunghoon que había tomado en secreto se agrupaban como evidencias que no lograba probar.

Sunghoon saliendo de su tienda.
Sunghoon hablando con clientes.
Sunghoon caminando por la calle con las manos en los bolsillos, siempre con esa expresión tranquila.

Heeseung apretó el mouse con tanta fuerza que sus nudillos se pusieran blancos. ¿Como puede alguien tan... perfecto ser culpable?, pensaba. Había algo inquietante en esa perfección. Ningún movimiento en falso, siempre calmado, siempre sonriente. Demasiado perfecto.

Volvió a mirar las imágenes de las víctimas en la otra pantalla. Todas apuñaladas brutalmente, y todas con la misma rosa roja colocada con precisión en sus gargantas. El maldito florista debía estar detrás de todo esto.

Heeseung suspiró con frustración, pasando una mano por su cabello despeinado. La sensación del tiempo se le escurría entre los dedos lo ahogaba. Si no encontraba al asesino pronto, no solo perdería su trabajo, sino también su dignidad. La policía lo estaba vigilando de cerca y la presión lo estaba destrozando.

Click. Abrió otra carpeta con más fotos de Sunghoon. Esta vez eran más personales. Lo había seguido por varios dias, a todas partes. Cada esquina, cada paso que daba estaba documentado. Heeseung sabía que cruzar esa línea era peligroso, que estaba violando todos los protocolos éticos, pero no podía evitarlo.

—¿Que estás escondiendo, maldito?—murmuró Heeseung en voz baja, mientras ampliaba una de las fotos donde Sunghoon sonreía inocentemente frente a su tienda, sujetando un ramo de rosas rojas.

La tensión en el pecho de Heeseung aumentaba con cada minuto que pasaba. Revisaba y revisaba las fotos, pero no encontraba ninguna evidencia. Cada vez que veía la sonrisa de Sunghoon, algo dentro de él se removía, como si estuviera a punto de descubrir la verdad.

Abrió la última foto que había tomado esta mañana. Sunghoon saliendo de la tienda, vistiendo su habitual abrigo, y el cabello alborotado. Esa misma calma que lo desquiciaba. Pero esta vez, al ampliar la foto, notó algo diferente. Un leve rastro de algo oscuro en las uñas de Sunghoon, apenas visible, pero lo suficiente para que su corazón se acelerara.

¿Sangre?

Heeseung se inclinó hacia la pantalla, sus ojos ardiendo por la falta de sueño. El pulso le martillaban los oídos, y una gota de sudor frío recorrió su sien.

—Maldición...—susurró mientras tomaba su teléfono rápidamente, marcando a su compañero Jay.

—Jay, necesito que revises algo por mí. Envíame los resultados del último crimen, necesito comparar algo. Y si puedes, verifica si hay algún cliente que haya comprado rosas en los últimos días cerca de esa zona—dijo con la voz tensa.

Colgó el teléfono y se dejó caer en la silla, su mirada fija en la foto de Sunghoon. Había algo en ese chico, que lo estaba volviendo loco. 

—No puedo dejar que me manipules—habló, cerrando los ojos por un momento.

Pero incluso con los ojos cerrados, todo lo que podía ver era a Sunghoon.

Pero incluso con los ojos cerrados, todo lo que podía ver era a Sunghoon

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⏰ Última actualización: Nov 02 ⏰

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𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐑𝐎𝐒𝐀𝐒 𝐘 𝐃𝐄𝐒𝐄𝐎 𝙝𝙚𝙚𝙝𝙤𝙤𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora