Normalmente, el viejo Dios Dragón no hubiese asistido a esa aburrida reunión en el Valhalla, hubiera preferido quedarse en su templo dormir una bien merecida siesta y despertar algunos meses después de esa anticuada reunión. Pero para su mala fortuna alojar al dios de las tormentas en su templo durante los siguientes 1000 años, no fue una de sus más inteligentes ideas. Ahora se maldecía internamente la hora en la que acepto esa estúpida apuesta por parte de su primogénita.
La apuesta consistía en un duelo amistoso entre espadachines contra Susano no Mikoto; y ya podemos imaginarnos el desenlace de aquél amistoso encuentro, el cuál casi destruye casi todo el palacio.
En estos instantes, Ryūjin, estaba siendo arrastrada por todo el Valhalla por Susano y su primogénita. Está última nunca había salido de su templo marino, jamás en su vida Ryūjin se lo había permitido siempre buscaba alejarla de los demás dioses y sus asuntos. Molesta no tuvo más opción que comportarse en esa anticuada reunión donde constantemente su cabeza se tambaleaba hacia delante, intentando no dormirse.
Pero todo cambió cuando la mayor de las trece valkyrias entro al salón de reuniones haciendo un escándalo.
— «¿Así que el ragnarok...? que estúpido suena eso» —refuño de mala gana al oír a la valkyria explicar de que consistía.
Siendo honestos a Ryūjin no le importo escucharla ni tampoco prestar atención cuando los dioses aceptaron el desafío; ella solo estaba cansada de estar en esa estúpida reunión al contrario de su hija Ōwatatsumi quién veía con gran emoción todo lo que se desencadenó a su alrededor.
La decisión estaba tomada los dioses pelearían contra los humanos.
— No pareces emocionada por lo que acaba de ocurrir Ryu... —hablo el dios de las tormentas alado de su amiga.
— Sabes que me parece estúpido todo esto... los humanos no son rivales para los dioses —suelta con desagrado la de belleza japonesa trás su máscara.
Susano la miro con el ceño ligeramente fruncido sabía mejor que nadie la historia de la diosa con ese humano. Lo amó más que a nada en su inmortal existencia, ¿porqué ahora se refería a los humanos cómo si se tratarán de una plaga?, después de todo Ōwatatsumi también era mitad humano, producto del amor de Ryūjin con Okita Soūji. ¿Porqué detestaba a los humanos ahora? El dios japonés estuvo a punto de contradecirla pero la mujer de cabellos blancos se levantó de su asiento sin decir una palabra dispuesta a volver a la soledad de su templo marino; por lo que soltando un suspiro pesado Susano decidió seguirla en silencio con Ōwatatsumi dando brincos de emoción trás ellos.
Pero la desagradable voz de un dios griego hizo detener los pasos del dios dragón abruptamente.
— Señorita Ryūjin que agradable tener su presencia en nuestra reunión —dice Hermes a sus espaldas.
Ryūjin se da la vuelta para encararlo dando gracias a la máscara que traía puesta la cuál ocultaba su mueca de desagrado hacía el dios griego.
El dios dragón odiaba a los dioses del panteón griego y como disfrutaba hacerlo eran unos malditos narcisistas, incestuosos, quienes se creían con al autoridad de gobernar sobre los demás panteones.
— Hermes querido, ojalá yo pudiera decir lo mismo —solto con tranquilidad. Sacando un risa graciosa del azabache.
— Me temo que no podrá retirarse mi lady —responde con notoria tristeza fingida en su voz. — El Señor Zeus requiere su presencia en una reunión.
— ¿Y yo para qué quisiera asistir a dicha reunión? —contesta está vez con un tono más desafiante.
— El señor Zeus la ha seleccionado como la décima participante en el ragnarok —suelta Hermes sin mostrar ni una pizca de emoción.
Ahí fue donde el mundo de Ryūjin se derrumbó ese estúpido viejo la estaba utilizando como un peón en su estúpido juego de dioses.
