𝐀𝐂𝐓 𝐎𝐍𝐄 ┃ memories of a god

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❪神の思い出❫

recuerdos de un dios


Hace mucho tiempo existió una época dorada entre dioses y humanos.
Los dioses bajaban a la tierra y se relacionaban con humanos compartiendo su sabiduría y enseñanzas, debido ésto no fue extraño la aparición de los semidioses, aquellos seres que eran mitad mortal e inmortal, siendo el que visitaba con más frecuencia la tierra era el poderoso Zeus pero esa es otra historia.
Pero así como alguna vez está época dorada resplandeció con toda su esplendor de repente esa llama se apagó.
Los dioses ya no toleraban a la humanidad, los humanos se habían vuelto más ambiciosos y egoístas.
Y aquella relación entré dios y hombre que alguna vez fue tan fuerte, se rompió.

Todos los dioses llegaron a un acuerdo en común; ya no podrían relacionarse con los humanos, al igual que aquellos que tuvieron amoríos con mortales y dejaron a sus hijos con ellos dejarán de visitarlos.

Pero Ryūjin no siguió esa orden.

En algunas leyendas de mitología japonesa ella era venerada como un dragón marino, una diosa benevolente que protegía a los pescadores y otorgaba bendiciones a quienes le honran adecuadamente.
Ella no odiaba a la raza humana simplemente le daba curiosidad sus extraños comportamientos; eran criaturas sanguinarias, ambiciosas y vengativas. Qué apesar de tener todo siempre buscaban tener más.

Y por eso en algunas ocasiones a escondidas de los demás dioses, Ryūjin bajaba a la tierra en su forma humana para relacionarse con los humanos, y entender su extraña naturaleza.
En su última visita a la tierra se topo con un peculiar humano, y lo que comenzó en una amistad única termino en un amor que jamás debió existir.

Pero la vida de los humanos es corta y cruel; eso fue lo que Ryūjin tuvo que experimentar.

- Ryu...

La débil voz de su amado hizo que aquella mujer de belleza irreal, saliera de sus pensamientos.
Caminó hacia él sentándose a un lado del humano que agonizaba en el suelo.

- Okita... -su voz salió en un dolido susurro mientras acariciaba la sien del mortal apartando esos mechones rebeldes que se pegaban a su piel debido al sudor.

Okita tomó la mano de la mujer apartandola de su sien para acariciarla. Se sentía patético al no poder protegerla, como lo hacía antes, que ahora ella tenía que velar por su bienestar.

- Perdóname. -hablo con dificultad, apretando con fuerza la mano de su amada contra su pecho.

La de cabellos albinos negó sonriendo ligeramente mientras acunaba el rostro de Soūji entre sus manos, no quería que se siguiera esforzando.

- No tienes porque disculparte. -ella susurro besando suavemente la mejilla del contrario-, No es tu culpa... encontrarte en este estado.

El espadachín frunció sus labios en una pequeña mueca, aguantando el dolor que recorría su cuerpo y que cada segundo lo ponía más débil.

Ryūjin suspiro pesadamente, no le gustaba verlo en ese estado. Un pequeño maullido hizo que ambos voltearan a ver al pequeño felino que los observaba con sus enormes ojos negros.

- Mármol...

Lo llamo la hermosa mujer y como si de una orden se hubiera tratado, el felino negro se encontraba a un lado de Ryūjin; como si de un perro guardián tratase.
Para luego restregarse en el abultado vientre de la mujer sintiendo la pequeña vida que se encontraba creciendo dentro de la albina.

Los ojos de Soūji amenazaban con desbordar en lágrimas, cuando su vista se posó en el vientre de su esposa.
Su hijo, su primogénito se encontraba creciendo ahí dentro, y el temía no poder sobrevivir lo suficiente para verlo o verla crecer.

- Okita -murmullo la diosa limpiando la mejilla de su amado la cual se encontraba húmeda por la repentina lágrima que escapo de sus orbes.

- Como lo siento... -dijo el humano con la voz rota.

Okita Soūji nunca se mostraba débil ante sus oponentes, era descrita como una persona fría y calculadora, un hábil espadachín. Que tenía bien merecido el título del kintoki más fuerte.
Pero con Ryūjin se mostraba todo lo contrario, solo con ella podía mostrar su lado más sensible y dulce.

La mujer de hebras blancas se inclinó besando suavemente los labios del humano, él cual correspondió pasando su mano por la nuca de la femenina para profundizar el beso.
Se separaron luego de unos segundos cuando Soūji amenazaba con toser.
Lo cual ocurrió.

Manchando sus ropajes y los de la mujer con sangre, Ryūjin rápidamente lo ayudó a no ahogarse con su propio sangre.
Usando la manga de su kimono limpió con delicadeza aquel líquido carmesí que escurría por el labio inferior y quijada de Soūji.

- Ryu...

Pronunció con dificultad el espadachín al sentir como la chica lo abrazaba fuertemente contra su pecho.

- Todo estará bien, cuando cierres los ojos, yo estaré a tu lado y si por algún motivó no nos volvemos a ver.
Quiero que sepas que...
Algún día te veré de nuevo...

Ella susurro unas simples palabras que significó todo para ellos; Okita cerró sus orbes llorosas al escuchar las palabras de su esposa.
Estaba realmente cansado solo quería cerrar sus ojos y dormir.

- Descansa...

Dijo ella con la voz quebrada al sentir como aquél cálido cuerpo poco a poco se iba enfriando.

Un 19 de julio de 1868,
63 días después de la muerte
de Kondo Isami.
Okita dió su último suspiro
antes de descansar.

𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍𝐈𝐎 𝐀𝐙𝐔𝐋; Okita Soūji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora