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El viento resoplaba con ternura, era una cálida noche de verano, las estrellas desfilaban esparcidas por el cielo, su brillo tintineante, descansaba calidamente decorando la vista.

Mientras _______ se preparaba algo para comer, la suave melodía de la brisa se mezclaba con el sonido de los utensilios chocando. Era un momento de tranquilidad que disfrutaba, sin saber que pronto todo cambiaría. De repente, un ruido sordo rompió la paz de la noche, proveniente desde las rejas de su hogar, alguien las estaba golpeando con fuerza. Hoy no estaba esperando a nadie, y sus amistades por lo general tocan el timbre como cualquier persona educada.

Su corazón se aceleró. 

Con curiosidad e inquietud, decidió investigar.

Al abrir la puerta, a unos metros de distancia estaba Kuroo Tetsuro, la antigua mano derecha de su padre, quién se separo para poder controlar la otra fracción que el manejaba, pudiendo tener así un dominio completo del territorio. Ya no era su subordinado, pero había una relación de cordialidad, respeto y alianza entre ambos.

La chica suspiró.

—¿Qué quieres? —le grité sin moverme desde la puerta.

—Dejame pasar —contestó como si nada.

_______ rodó los ojos, así que tras llamar a los guardias por citofono, las enormes rejas color negro se abrieron, permitiendo la entrada de diversos autos lujosos, por supuesto que Tetsuro no vendría solo.

Al cabo de un par de minutos, ya estaban todos dentro de su hogar.

—¿Se puede saber que hacen en mi casa a estas horas? —encaró una ceja.

—Solo vine a buscar a tu padre, pero parece que no está aquí. Así que esperaré a que regrese.

La chica se cruzó de brazos al ver la sonrisa galante que le dedicaba el pelinegro. Sin embargo, en su mirada, Kuroo no podía evitar admirar su belleza. Desde pequeño, había quedado cautivado por ella; su risa, su forma de moverse, incluso la manera en que fruncía el ceño cuando se irritaba. Esa misma admiración se reflejaba ahora en su rostro, mientras la observaba con una mezcla de respeto y deseo, consciente de que ella había crecido —bueno, ambos en realidad— y se había convertido en una mujer deslumbrante.

—Siempre tan decidida —dijo el pelinegro, su tono era ligero, como si disfrutara molestarla, pero había algo en su voz que insinuaba un interés más profundo.

—Y tú siempre tan pertinente —rodó los ojos—. Estaba por hacerme algo de comer, ¿quieres algo?

Kuroo se cruzó de brazos, disfrutando de la familiaridad de su respuesta. Aunque la vida los había llevado por caminos diferentes, había una comodidad en su presencia que lo hacía sentir como en casa.

—No estoy aquí por la cena, pero si insistes, tal vez acepte un bocado.

Ella lo miró de reojo, recordando los días en que pasaban horas juntos en el jardín, riendo y haciendo travesuras. Su relación siempre había sido más que una amistad, pero la tragedia que marcó sus vidas había cambiado las cosas.

—No sé si me apetece compartir mi comida contigo —respondió, tratando de mantener la seriedad mientras una pequeña sonrisa traicionaba su rostro— Podría ser un veneno.

—Ah, pero cuando eras pequeña, me rogabas que probara las galletas que hacías —replicó Kuroo, acercándose un poco más, su mirada fija en ella con un brillo juguetón.

La cercanía lo hizo recordar la conexión que alguna vez habían compartido. Cuando sus padres eran socios y mejores amigos, Kuroo y ella estaban siempre juntos. Sin embargo, todo cambió aquella fatídica noche.

Legado de Lealtad (Kuroo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora