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Cuando apenas llegaron a la fiesta, Danielle logró ver desde lejos la silueta de Hanbin entre la gente. Rápidamente, pasó entre todos con una botella de plástico lista para pegarle, pero si no hubiera sido por una mujer, lo habría hecho.
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Tomó al mayor del brazo y lo jaló hasta un lugar apartado.
—Sung Hanbin, ¿quién es esa preciosa de allá?
—Si tú no sabes, yo menos. Debió haber venido por la publicación de Hao.
—¿Y ese quién es?
—Mi amigo, mi real, mi esposo.
—Pregúntale si no la conoce.
—¿Y yo qué gano?
—Eh... que Hanni no choque tu carro otra vez.
—Bueno.
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