Un buen saludo

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— Deja de sonreír así – Se queja Romina al otro lado de la oficina frunciendo el ceño – Me estas asustando.

Lo intento. De verdad que lo hago, pero simplemente no puedo dejar de sonreír como un idiota. El recodar todos estos días con Rose, viéndola reír, haciéndola reír, conociendo mas sobre ella, pudiendo llegar a tomar su mano...

Casi no importó que no pudiera besarla. Casi.

De alguna manera comprobó lo que pensaba. Aunque somos diferentes, aunque ella sea una estudiante sobresaliente y yo solo un tipo que está contento solo con aprobar los ramos, funcionamos juntos.

Ella tiene esta cosa de dejar salir lo mejor de mí, soy la mejor versión de mi mismo cuando estamos juntos y nunca nada se había sentido tan correcto.

El solo hecho de recordar cuando estuvimos en la cima de la ruleta rusa, de sus ojos asustados, pero también llenos de confianza. Confianza en mí. Me hace sentir como si al menos he hecho algo bien en mi vida.

La forma en la que me miró luego de finalmente perder el miedo, como sus ojos se iluminaron con la luz del sol cuando se dio cuenta de que yo la miraba a ella y no a la vista de toda la playa...

Mi sonrisa vuelve a aparecer y no sé cómo hacer para que se vaya.

Sé que tengo que ponerme serio y ponerme a trabajar. Aun estamos un poco ocupados con algunos documentos y no saldremos hasta que terminemos. Y quiero acabar con todo hoy de forma de que pueda escaparme a ver a Julieta. Ella se fue ayer con sus padres y sé que no es mucho tiempo, pero realmente necesito verla. Ahora que no está cerca me pongo a pensar que tal vez he imaginado todo.

¿Realmente estoy sintiendo estas cosas por alguien a quien he visto 5 días a la semana por casi diez años y por la que jamás sentí nada?

Es todo demasiado extraño.

— Así que, ¿Debo suponer que las cosas con esta chica Julieta finalmente están bien?

Dejo de sonreír para fruncirle el ceño. Me giro en mi silla de manera que pueda afrontar a Romina y levanto una ceja — ¿Ella te dijo su nombre?

Eso no tiene sentido. Sé que ella se presenta como Julie cada vez que conoce a alguien nuevo, lo que es tonto si me preguntan porque no hay nada malo con su nombre, de hecho todo lo contrario.

Una extraña mirada pasa por el rostro de Romina. Sus labios se aprietan como si quisiera impedirse a sí misma reír. Estrecho mis ojos en ella sabiendo que hay algo que no me está diciendo.

— En realidad – Ella dice y luego muerde el borde de su labio inferior luciendo indecisa – Quien me lo dijo... fuiste tú.

¿Qué? ¿Cuándo?

— No lo hice.

Yo recordaría si hubiera mencionado su nombre. Y sé que no lo hice. Aunque Romina intentó sonsacarme información por todos los medios que pudo.

— Oh, pero lo hiciste.

— Estás loca – Declaro dándome la vuelta nuevamente hacia mi lugar.

— Lo susurraste cuando estabas enfermo.

Mis ojos parpadean y de inmediato me paro de mi asiento, casi volando hacia el suyo — ¿De qué demonios estas hablando?

Ella está claramente divertida con esto – De que tomaste su mano y le pediste que no se fuera cuando llegamos a tu habitación.

Bueno, eso es...

Un poco vergonzoso.

¿Por qué Julieta no lo comentó?

Estoy bastante seguro de que si hubiera sido alguien más, no hubiera podido esperar el momento para decírmelo y así hacerme sentir incomodo. O de hacerme saber quien tiene la ventaja.

Me quedo allí sin saber qué hacer. No le respondo nada a Romina. No sé cómo sentirme justo ahora. Solo que no estoy seguro de que podré seguir con esta cosa de "amigos" cuando vuelva a verla. Porque justo ahora lo único que quiero hacer es verla, abrazarla contra mí y besar sus labios hasta que pierda el aliento.

No algo que un amigo haría. Estoy seguro.

Camino lentamente hacia mi escritorio y me siento.

Intento sacarme este sentimiento de ansiedad que de pronto se apoderó de mí y sacudo mi cabeza. Tengo que hacer esto bien si quiero ver a Julieta mañana.

Estiro mis brazos hacia el frente — Bueno, será mejor que comencemos con esto ahora — Hago sonar mis nudillos y Romina hace una mueca. Ella seguramente no sabe lo bien que me hace sentir estar cerca de ella. No voy a decírselo porque así no es como somos nosotros. Pero espero que ella pueda ser capaz de sentir lo mucho que agradezco que me esté ayudando con esto porque sé que nunca hubiera podido hacerlo solo.

— Dios, no hagas eso. Me pone nerviosa – Se estremece y se levanta para alcanzar unos post-it de mi escritorio porque ella los pone a cada cosa que siempre está robando los míos.

— ¿Qué cosa? — Lo hago otra vez y ella me golpea en la cabeza haciéndome arrepentir de haberlo hecho cuando estaba tan cerca de mí.

Coloco mi mano en donde me acaba de golpear y me quejo— Eh, cuidado con el maltrato familiar.

Hace rodar sus ojos y me río.

Si, así es como la familia debería ser.

Sebastián - #2.5 ¿Solo Un Beso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora