02 no estoy cuerdo ni deacuerdo

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MAURO EZEQUIEL LOMBARDO

'no estoy cuerdo ni deacuerdo'

Cap-02

- DIOS! ES EN SERIO! - gritó mí pareja. La mire cansado.

- Siempre es la misma mierda, mauro - negué mirándola.

- Es que vos sos el problema acá! Te dije que la otra se te tira encima y vos me venís diciendo; ay pero vos me escondes algo' NADA QUE VER! - me quedé callado.

- No te escondo nada, ENTENDÉS! - me levanté, mire su rostro cubierto por lágrimas. Me acerque a ella y la besé.

Extrañaba hacerlo, era algo que siempre me reconfortaba. Sabía que lo que hacía estaba mal, pero aún seguía allí intentando salvar todo.

Pero ya no sabía si era amor o obsesión...

Se separó de mí, miro mis ojos y esbozo una sonrisa triste. La mire sin comprender, lo que intentaban transmitir sus ojos.

- No, Mauro, no... - su voz se quebró dejándome aún más confundido.

- emi... Ya me cansé, me cansé de discutir lo mismo ochenta mil veces te juro me estoy hartando de escuchar estupideces - está negó, sabía que lo iba a hacer.

Tomo sus llaves y salió por la puerta. Antes de salir por la puerta, me miró por última vez, su mirada aún seguía siendo fría.

Me quedé en silencio, escuchando el eco de la puerta cerrarse. Fui hasta nuestro cuarto, la oscuridad de este parecía ahogarme.

Caminé hacia la ventana, mirando la ciudad que parecía seguir adelante sin nosotros.

La imagen de su rostro cubierto de lágrimas me perseguía. Recordé todos nuestros besos, cada uno se sentía diferente pero este se había sentido como una despedida.

Mire nuestra cama, mirando el espacio vacío que dejaba cuando se iba. Su ausencia era palpable, querría siempre tenerla conmigo.

Mi mirada se perdió en la oscuridad del cuarto, buscando algún puto significado a todo esto, si esto era un nuevo comiendo o una última despedida.

Sabía que esto no era un giro de amor al azar, era momento de tomar decisiones.

La noche parecía infinita, llena de preguntas sin respuestas. Me quedé sentado, esperando, que algo como así cambiará. Tal vez tenía razón, y el problema era yo.

Quería que ella regresará, yo mismo cambiaría por ella. Pero la oscuridad solo me respondió con silencios profundos de esos que te matan.

Solamente quería olvidar, ya no quería sentirme tan mal. Solo por hoy, quería que me dejara en paz la tristeza.

Sabía que ella era la que me hacía mal, pero no podía culparla, aunque no podía culpar a nadie más.

Desde el día uno sabía que esto me dolería, pero me aferre a la idea de que nunca terminaría y aunque aún no haya terminado el dolor se sentía igual.

De repente, escuché el sonido de mí teléfono. Un mensaje de texto. Mí corazón salto, pensé que era de ella, que había cambiado de opinión. Pero era solamente Nicole.

Me recosté sobre la cama, el aroma a lavanda y a ella me invadió, y por un momento había parecido que su presencia estaba allí. Conmigo.

Me senté en la cama, abrazando la almohada y comencé a llorar. No era solo por ella, era por todo.

La noche parecía no tener fin. Mí mente estaba llena de recuerdos de ella.

De repente, escuché el ruido de la puerta. Me levanté rápido, pensando que podría ser ella, que había regresado.

Mí corazón latía fuertemente mientras me acercaba a la puerta. La abrí y...

Era ella.

Estaba parada en el umbral, sus ojos se notaban cansados y su ropa emanaba un olor a alcohol. Llevaba sus llaves en su mano y su abrigo desabrochado.

- mau - arrastró sus palabras. Estaba ebria.

- emi... Pasa dale - agarré sus brazos e hice que entre.

La lleve a un sofá y la dejé ahí mientras buscaba un vaso de agua. Al volver está, miraba un punto fijó, con su mirada pérdida.

- No sabía... Que hacer - su aliento a alcohol choco con mí cara.

Lleve mis manos a su rostro mientras está tomaba el vaso con agua y acaricie su mejilla. Ninguno sabía que hacer.

La mire fijarme, preocupado por su estado. Su piel bronceada estaba más blanca de lo normal y sus ojos verdes estaban vidriosos.

- Bebé - le dije suavemente señalando el vaso.

Ella tomo un sorbo y luego se recostó en el sofá. Su respiración era irregular y su cuerpo temblaba ligeramente.

Me senté junto a ella y puse mis manos en su pierna acariciándola, intentado calmarla.

Al escuchar un sollozo salir de su boca, gire a mirarla. Sus ojos estaban cubiertos de lágrimas.

La estreché contra mí, abrazándola. Ella se aferro, a mí llorando suavemente. Su cuerpo temblaba y su respiración era entrecortada.

Luego de un rato, la levante y la lleve a nuestra habitación, projurando no despertarla.

La acosté en la cama y me senté a su lado, mirando la oscuridad. Su respaldo siempre era yo, pero ¿Y el mío?

Ella abrió los ojos y me miró, su ojos estaban algo cerrados intentando encontrarme en la oscuridad.

- Mau? - dijo, su voz algo débil.

- estoy acá - acaricie su frente y me recosté al lado de ella.

Ella cerró sus ojos, durmiéndose en mis brazos.

Me quedé allí, preguntándome qué había pasado y que era lo que sucedería mañana. Seguramente volveremos a ser dos extraños.






























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