Adelaide

41 4 0
                                    

Al entrar en el aula de Pociones, la atmósfera se volvió inmediatamente pesada. Las paredes estaban cubiertas de estanterías repletas de frascos y tarros, cada uno conteniendo ingredientes que parecían guardar oscuros secretos. El aire olía a hierbas secas mezcladas con un toque metálico que hacía que incluso los más valientes sintieran un escalofrío.

Adelaide, Draco y Theodore se acomodaron en la mesa central, sintiendo el peso de la mirada penetrante de Severus Snape. Su figura, envuelta en una bata negra como la noche, se erguía imponente al frente, sus ojos oscuros escudriñando a los estudiantes como si fueran ingredientes en su caldero.

"Hoy, exploraremos la complejidad del Amortentia," anunció Snape con voz grave, sus palabras flotando en el aire como un eco ominoso. "Un error en esta poción podría llevar a la más dulce de las ilusiones o al tormento más profundo. No se debe tomar a la ligera."

Adelaide sintió cómo su curiosidad se encendía, pero también la irritación burbujeante que siempre le provocaba Snape. Sabía que el Amortentia era más que una simple poción; era un arte que requería precisión y un conocimiento profundo de las sutilezas del amor y el deseo. Y no iba a dejar que Snape se apropiara de ese conocimiento.

"Draco," murmuró Adelaide, inclinándose hacia él mientras Snape se disponía a escribir los ingredientes en la pizarra. "¿Te imaginas el desastre que podría causar alguien que use esta poción sin saber lo que realmente implica?"

"Probablemente terminarían en la enfermería," respondió Draco con una sonrisa burlona, lanzando una mirada desafiante hacia Snape. "O peor, tendríamos que escuchar al profesor regañarnos una vez más."

Theodore, más reservado, se limitó a asentir, sus ojos fijos en la pizarra. "O podría ser útil... si se usa con inteligencia."

Snape comenzó a enumerar los ingredientes, y Adelaide aprovechó la oportunidad para interrumpir. "Señor Snape, ¿no es cierto que el Amortentia también puede crear ilusiones basadas en las inseguridades de las personas? Me pregunto si eso no sería un arma de doble filo."

Los murmullos se extendieron por la clase, y Snape se volvió hacia ella con desdén. "¿Crees que estás en posición de cuestionar la naturaleza de esta poción, señorita Potter? Su astucia es admirable, pero le sugiero que se limite a aprender de su lugar, en lugar de intentar dar lecciones que no tiene la capacidad de impartir."

La sonrisa de Adelaide se amplió, y su mirada se volvió desafiante. "Lo haría, profesor, pero no puedo evitar sentir que su perspectiva es un tanto limitada. La comprensión profunda de algo tan complejo como el Amortentia requiere más que solo el conocimiento académico; necesita una visión real y experiencia, cosas que usted parece obviar."

Snape frunció el ceño, su mirada dura como el acero. "Cuidado, señorita Potter. Recuerde que desafiar a un profesor puede tener consecuencias, especialmente cuando se trata de un tema que usted claramente no domina."

"Lo sé bien, profesor," respondió Adelaide con un tono sereno, pero sus ojos destilaban una mezcla de desprecio y astucia. "Sin embargo, es evidente que la única lección que está impartiendo aquí es la de su propia arrogancia."

Los murmullos se intensificaron, y Adelaide sintió una oleada de satisfacción al ver cómo los estudiantes la miraban con admiración y curiosidad. Snape, furioso pero controlado, se obligó a continuar con la clase.

"Ahora, cada uno comenzará a preparar la poción," dijo con un tono helado. "Y no olviden que la atención al detalle es fundamental. Aquellos que no cumplan con las expectativas tendrán que asumir las consecuencias."

Mientras comenzaron a trabajar, la tensión entre Adelaide y Snape se podía cortar con un cuchillo. Cada ingrediente que añadía a su caldero parecía un desafío al profesor, un recordatorio de que ella no era una estudiante común. Con su inteligencia y astucia, sabía que podía convertir esa lección en un triunfo personal.

La Dama PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora