La Dama Perfecta

Draco

El tiempo pasó velozmente y, en un abrir y cerrar de ojos, llegamos al cuarto año. Antes del primer día de clases, le di la iniciación a Theodore, quien resultó ser la otra espada faltante, lo que lo llenó de felicidad. La noticia emocionó a todos, en especial a Adelaide, quien siempre había creído en el potencial de Theo.

Durante la siguiente semana, Adelaide y yo nos dedicamos a examinar a todos los alumnos de Hogwarts. Analizamos sus habilidades, personalidades y potenciales contribuciones a nuestra causa. Después de mucha deliberación, llegamos a un acuerdo. Convocamos a todos los que estaban al tanto de la profecía a la sala común de Slytherin

“Bien, ¿cuál es el objetivo?” preguntó Theo, acariciando a su lobo, que reposaba a sus pies, con ojos atentos y sabios.

“Cedric Diggory,” respondí, mostrando una foto en movimiento de él que había conseguido de un amigo. El joven, de cabellos dorados y una sonrisa encantadora, lucía seguro en su uniforme de Hufflepuff. “Es un sexto año, poderoso, carismático, leal e inteligente. Pertenece a la casa de Hufflepuff, así que no creo que sea difícil unirlo a nosotros.”

En la foto, Cedric sonreía mientras conversaba con un grupo de compañeros, su risa resonando como un eco de confianza y camaradería. Era el tipo de persona que atraía la atención sin esfuerzo, un líder natural. Se decía que tenía una habilidad especial para resolver conflictos entre sus compañeros y siempre estaba dispuesto a ayudar a quien lo necesitara. Su fama no solo se debía a su aspecto atractivo, sino también a su sentido de justicia y su ética de trabajo incansable.

“Es un atleta excepcional,” continué, recordando lo que había oído sobre él. “Capitán del equipo de quidditch de Hufflepuff y un competidor formidable. No solo es rápido y ágil en la escoba, sino que también tiene una mente estratégica que le permite anticipar los movimientos de sus oponentes.”

Adelaide frunció el ceño, reflexionando. “Y su lealtad es inquebrantable. Sería un gran aliado, pero también un enemigo peligroso si decidiera no unirse a nosotros.”

“Exacto,” respondí, sintiendo la urgencia del momento. “Su popularidad puede ser una ventaja, pero también debemos ser cuidadosos. Atraerlo a nuestro lado no será sencillo; necesitaríamos presentarnos de manera convincente y demostrarle que nuestro objetivo es noble. La última cosa que queremos es que se sienta amenazado o manipulado.”

“Entonces, ¿cómo planeamos acercarnos a él?” preguntó Theo, acariciando a su lobo, como si el animal pudiera ofrecerle respuestas.

“Lo mejor sería hacerlo de manera casual,” sugerí. “Podríamos encontrarlo en la biblioteca o en la sala común de Hufflepuff, donde se siente más cómodo. Una conversación amistosa sobre quidditch o alguna asignatura en común podría abrir la puerta.”

Adelaide asintió, la determinación brillando en sus ojos. “Sí, pero debemos actuar con cuidado. Cedric no solo es carismático, también es astuto y tiene un buen instinto para detectar las verdaderas intenciones de los demás.”

“Eso es cierto,” añadí. “Debemos ser genuinos en nuestro acercamiento. Si él percibe que hay algo oculto, será aún más difícil ganarlo. La confianza es clave.”

“Entonces, a trabajar,” concluyó Adelaide, su mirada fija en el futuro.

“Descansen,” dije, despidiendo a los demás. Cuando todos se fueron, me quedé a solas con Adelaide, quien me miraba con curiosidad.

“He estado investigando sobre los tatuajes,” comencé, mostrando el mío, una mariposa de intrincados detalles que parecía cobrar vida en mi piel.

“¿Y?” cuestionó ella, interesada.