Alma de Hierro

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Le di muchas vueltas al asunto durante la noche. Pensé y pensé como debería acercarme a Hans, que debería hacer para poder estar a solas con él y no salir manchado... incluso, intente idear un escenario en mi cabeza donde el... sencillamente este a mi merced. Sin embargo, al no lograrlo, decidí echarme sobre el sillón de aquella casa. Frente a mí, la fogata que calentaba el ambiente en la chimenea... a las afueras, la lluvia común de este lugar y, por último, la carta a medio escribir hacia mi madre.

Medite y medite cual podría ser mi salida... sin embargo, asumí que pensar tanto sin siquiera conocer mi entorno era estúpido por lo que, me pregunte ¿Qué debería hacer para no levantar sospechas en Hans? Allí... me di cuenta, debía obedecer a sus órdenes... o al menos, hacerle creer que obedecería a sus órdenes. Apenas había caído el sol por lo que, salí de esta pensión y subiendo a mi auto, me moví hacia donde el me había enviado.

Caminar por esos pasillos de hormigón, en donde la frialdad se hace sentir con solo mirar me hacía transportarme al frente oriental donde, quizás, viví los peores años de mi corta vida. Ahora estoy aquí... en este pabellón horrible. Delante mío, hay chicas, algunas no alcanzan los diecisiete... - teniente – la voz de uno de esos guardias me hizo espabilar. Me sacudí levemente para luego mirarlo fijamente a el - ¿ya eligió? Se tiene que llevar a una... o dos – este me sonrió medianamente divertido. Me dolía la cabeza de solo pensarlo, mi cuello estaba fatigado, probablemente, dormir en contra de un pedazo de metal... no sea lo mejor.

- este... - mire a las chicas ¿de verdad... iba a hacer esto? Mis ojos se posaron en la pequeña castaña frente a mí. Sus ojos marrones, aterrados de solo verme... a su lado, una pelinegra que la protegía con recelo ¿será su hermana? Sus ojos eran azules... como los míos.

Baje mi mirada, aspire y luego suspire con pesadez. Mire a las otras chicas, todas estaban igual de asustadas... pero la más pequeña era aquella castaña a simple vista. Nuevamente mi mirada se fijó en ella ¿me van a matar... sí hago esto? A lo que me refiero... ¿si intento salvar a una niña... me pondrán un balazo en la cabeza? Aquella pelinegra dio un paso adelante cuando mi mirada se posó en la castaña – lléveme a mi – la otra rapidamente grito un "No" aferrándose a su mano y el guardia se enfadó queriendo disciplinarlas a ambas.

- no se mueva – lo señale a el que se detuvo. Ciertamente la diferencia de rangos... las hazañas en batalla y demás hacían la diferencia a la hora de hablar con alguien. Me acerque a la pelinegra. Ella se mantuvo firme ante mí, se la veía convencida... parecía simplemente una fiera lista para luchar - ¿son familia? – esta no me respondió... sin embargo, al ver el parecido entre las dos lo determine - ¿hermanas? – la jovencita asintió por lo que suspire pesadamente – me llevo a las dos – en un perfecto francés confirme aquello.

Ese repugnante guardia se carcajeo acotando que, seguro esta noche me hacia la fiesta con ambas. Las subí a ese auto que me dieron y conduje hasta ese lugar algo alejado de todo.

El camino de regreso fue silencioso, ellas dos estaban abrazadas en el asiento trasero del auto y en completo silencio me miraban con temor. Sentía sus ojos clavados en mi nuca por lo que, trague algo molesto y cuando llegue a la pensión, las metí a la casa notando como las dos estaban realmente tensas.

Me encargue de preparar el baño, y cuando la bañera estuvo lista, las mire a ambas – ya... pasen a bañarse.

Las dos habían estado juntas en un rincón de la casa, no dejaban de mirarme con miedo y si soy sincero... eso solo hacia las cosas más difíciles para mí.

- se los diré ahora para que terminen con esto – ambas me observaban – cooperen conmigo, báñense, coman y cuando algún oficial venga aquí, actúen como si fuésemos cercanos. No me interesan ustedes dos. Si las traje aquí... fue para que ninguno de esos cerdos les ponga las manos encima – pude notar como la pequeña se relajó ante lo dicho – lo único que me molesta es que... no puedo traer más – mire por aquella ventana y suspire quitándome el sobretodo con mis medallas.

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