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Princesa

El venator recorrió cada rincón del galpón, con el cuello recto a la altura de la cruz, las pisadas precavidas, evitando manchar sus cascos con los cuerpos que yacen en el suelo.

Yo soy una de ellos.

Cuando llega hasta mi cuerpo estira la pata, esquivándome como si fuese un obstáculo cualquiera; basura, una piedra a mitad de camino, barro o un cadáver hediondo. La crin lacia y bien peinada de su cola se restriega por mi cara. Me gustaría escupir, hacer una mueca de asco, pero el gesto jamás llega. Todo mi cuerpo está sedado. ¿Qué habrá puesto en la taza de sangre? ¿De verdad pertenece a la Corte Carmesí? Imposible, las brujas no son bienvenidas en ninguna casa. Pero más importante ¿Los asesinos saben qué es una bruja? Fuera de los cuentos de la mujer narigona con gato negro y caldero descomunal, lo que en verdad es: una vampira o vampiro, que mata, comete canibalismo o taxidermia con los suyos para poder crear pociones con su sangre. No, no lo creo, Emery no lo sabe.

Observó a Ufano tomar el jubón de un vampiro con los dientes para cimbrearlo como si se tratara de un juguete que pende de un cordel. Siento ganas de vomitar, mas no puedo hacer nada para efectuarlo.

Ellos son sádicos, enfermos y mórbidos. Creo que ni siquiera sienten compasión, nada de sentimientos, tampoco miedo. ¿Cómo pude caer tan fácil? ¿Acaso estaba tan empecinada en demostrar que no todos éramos iguales que no capte esos pequeños detalles que marcaron la diferencia? Él no se asustó, él sabía lo que era Luiscinia, incluso a Emery no le inspiraba confianza. Y ahí estaba yo, cayendo con tanta facilidad en una trampa visible a leguas.

En verdad Sirel no podía ser tan rápida en llegar a casa. Mis padres no se limitarían a esperar, mandarían a la guardia real por mí. Enviarían misivas urgentes a Lord Thorn el alquimista de la realeza humana —nuestro espía— sospechando que quizás ellos sean mis raptores. Probablemente el murciélago más cercano esté en la ventana de Jassi transformándose en vampiro para solicitar al eunuco una audiencia con los padres de Sirel, Lord y Lady Hoziel de la Corte Merlot. También mi vas mus —pareja destinada en raelina—, heredero de la Corte Cardenal, movería cielo, mar y tierra para encontrarme, incluso rompería su tregua con Lady Bismack, más conocida como la delu kelzviuda negra, también en raelina—, representante de la Corte Carmesí. Pero ¿La Corte Sangría enviando cartas a la Corte Carmesí? Esa fue una de las primeras obviedades que pase por alto. ¿Por qué confíe tanto?

Ufano decide dar fin a sus perversidades con el cadáver, retomando su escaneó en el galpón. Continúa ignorándome. Y no sé si debería alarmarme o considerarlo un alivio. No, no. Si pienso con cabeza, dejando a un lado las malas vibras que desprende el animal —lo único bonito que tiene es la montura cincelada a partir de trazos que simulan ser viento que se termina por ondularse como una ola hasta revelar dagas separando al sol de la luna—, es muy probable que no me haga daño porque es consciente que cada laceración que yo reciba hará eco en Emery.

Su pudiera, arrugaría la nariz.

Ya de nada sirve lamentarme. Lo hecho, hecho está. Fui demasiado confiada. Debo ser más perspicaz, y lo seré, porque voy a salir de esta. ¿Verdad?  

Los ojos me arden.

Una lágrima escurridiza se desliza por mi mejilla.

Ufano se detiene frente a mí con las orejas planchadas. ¿Qué hice ahora? ¿Puede escuchar mis pensamientos? ¿Oler mi miedo hacia él? ¿Oírlo? Mis preguntas se responden cuando siento que el tirón de la cadena ha aminorado.

Jardín EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora