Capítulo 1: Muertes

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La muerte es parte de la vida.

Esa es una realidad innegable e innegociable.

Todos, tarde o temprano, tendremos que enfrentar ese paso en nuestra vida.

Nadie sabe ni cómo, ni cuándo.

Pero lo cierto es que, para la familia Armstrong, la muerte venía en múltiples formas y curiosas circunstancias.


El celeste del diáfano cielo sólo era interrumpido por ocasionales aves y una columna de humo, que se contrastaba con el verde intenso de los pinos a su alrededor.

Rebecca consolaba a su madre mientras contemplaban la tumba de su hermano Anon, con los oboes khlui y tambores taphon junto a los gongs escuchándose de fondo en la solemne ceremonia, acorde a la tradición.
Los cánticos funerarios completaban la melodía, dándole a aquel soleado día un tenor sombrío.

Mientras observaba las llamas que se llevaban todo resto físico de su hermano, no podía evitar preguntarse qué ocurriría ahora, pero sabía bien que no encontraría la respuesta en ese momento. No con el cansancio acumulado tras varios días de rituales y ceremonias. Aunque le pesara sentirlo, la cremación era un alivio, pues culminaba todo proceso y protocolo, dejándoles tiempo para poder descansar y digerir la pérdida.

Horas después, ya estando en sus aposentos, Rawe aún lloraba. Rebecca aún se mantenía a su lado, escuchando su dolor.

Ambas vestían las típicas vestiduras del luto: las telas oscuras, recordando las cenizas del difunto, junto al velo semi transparente, en una alegoría de nuestra condición humana frente a la muerte. El saber que se encuentra allí, pero no saber cuán cerca.

—Mi hijo. Mi amado y brillante hijo...— se lamentaba la señora Rawe, limpiando su cansado rostro.

Lo de amado te lo concedo, pero lo de brillante... pensó Rebecca, intentando disimular su gesto contrariado, al recordar el motivo de la muerte de su hermano.

—Madre, por favor, mantén la cordura. Este es un momento triste para todos. El reino necesita que te mantengas firme— pidió, dejando una suave caricia en la coronilla de su madre.

—Sabes bien que la corona ya no es mía hija. Tu hermano ya había asumido como rey, por lo tanto ahora quedas tú a cargo— suspiró, limpiando más lágrimas con un ornamentado pañuelo.

Rebecca suspiró. Tenía pleno conocimiento de ello.

Era la última heredera, pero no por eso tendría el camino fácil.

La familia Armstrong llevaba varias generaciones en el poder soberano, desde los tiempos de Arnang, el conquistador, quien fue el responsable de la expansión del reino de Krung Thep a sus actuales dimensiones.

Ahora, su dinastía se encontraba tambaleante.

Anon había muerto sin dejar descendencia, al igual que su hermano Richang.

—¿Por qué el destino se muestra tan trágico?— lamentó Rawe, abrazándose a la mano de su hija —¿Por qué nadie puede morir en paz, en vejez y sensatez?—

Rebecca no alcanzó a responder, pues los golpes en la puerta la detuvieron.

—Su Alteza, disculpen la irrupción. El Consejo ha solicitado una audiencia de emergencia— anunció Nop, su fiel lacayo y sirviente.

El hombre de mediana edad llevaba toda su vida atendiendolos. Su padre también había sido sirviente de la familia real. Pese a no tener mas de cuarenta años, su negro cabello dejaba ver algunos mechones blanquecinos, aunque no restaba a su atractivo rostro con algunas arrugas de expresión.

Magia y Poder | FreenBeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora