4. Mis celos por ella

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Todos la miraban.
Y yo... yo no podía disimular lo territorial que me sentía con ella. Nadie sabía lo nuestro, y esa invisibilidad dolía como una espina enterrada. Fingir que solo éramos amigas, compañeras de trabajo, era cada vez más difícil.

Entonces ocurrió.
Una fan se acercó a Faye. Demasiado. La vi rozarle las manos, deslizar los dedos por su brazo como si le perteneciera. Faye sonreía —la sonrisa que yo creía solo mía— y no hizo nada para alejarla. Sentí un nudo en el pecho. No podía hacer una escena. No aquí. No delante de todos. Así que me fui.
Sin decir palabra. Sin mirar atrás.
Solo necesitaba dejar de ver cómo la tocaban... cómo ella lo permitía.

Faye notó mi ausencia.
Me buscó, preguntó por mí. Pero ya me había ido.

Esa noche no pude dormir. Me volví a sumergir en sus antiguos videos. Clips con otras chicas. Caricias, risas, miradas cómplices... coqueteos que parecían tan reales.
Y entonces pasó.
Al día siguiente, durante una escena, se equivocó con mi nombre.
Mi nombre.
La rabia me golpeó como una tormenta.
"Seguro era una de las del video", pensé. ¿Cómo podía equivocarse si me amaba? ¿Me amaba? ¿Alguna vez lo hizo?

La ignoré por días. No respondí sus mensajes. En el set, fingía que no existía.
Pero la verdad era que pensaba en ella todo el tiempo.

La reconciliación no llegó de forma tranquila. Fue en medio del caos, con Faye rodeada de chicas, todas riendo, tocándola, casi como si compitieran por su atención.
Pero entonces me vio.
Y lo único que hizo fue caminar hacia mí, directo, sin dudar.
Ante todos, me abrazó con la mirada.

—Vámonos de aquí. Quiero llevarte a tomar un café, Yo.

No pude decir nada.
Me tomó del brazo y lo apoyó en su cintura, guiándome hacia su auto.

El silencio en el camino no fue incómodo... fue tenso. Cargado.
Su mano se posó sobre mi pierna. Su pulgar acariciaba distraídamente mi piel.
Me sentía temblar. No de miedo. De emoción. De deseo contenido.

Cuando llegamos, entramos en silencio. Las miradas nos seguían, pero ella solo tenía ojos para mí.

—Eres hermosa —susurró mientras nos sentábamos en la mesa más alejada—. No tengo palabras para lo que siento. Desde la primera vez que te vi, me enamoré. De tu sonrisa, tus ojos, tu timidez... y de esa sensualidad que se te escapa sin darte cuenta.

No supe qué decir. Solo quería besarla. Me acerqué...
Nuestros labios a centímetros.

—No podemos hacer esto ahora, Yo —murmuró, sin apartarse—. Hay mucha gente. Podrían vernos. Solo quería recordarte que eres mía.

—Siempre lo seré —respondí—. Nunca me alejaré de ti, Faye. Te amo tanto.

Y entonces, como un jarro de agua fría:

—¡¿Qué están haciendo?! —La voz de P'wan nos sacudió—. ¡Saben que esto pone en riesgo el trabajo! Yo no tengo todo el poder aquí. Siempre habrá alguien por encima, y esto nos afecta a todos. A mí también.

El silencio fue incómodo.
Pero lo peor vendría después.

Días más tarde, durante una sesión fotográfica, un nuevo modelo fue asignado como su compañero. Atractivo. Carismático.
Y demasiado pegado a Faye.

Lo vi tocarle la cintura en una pose, susurrarle algo al oído, hacerla reír.
Ella se dejaba llevar... o al menos así lo sentía yo.
En un momento, él le tocó el cabello.
No pude más.

—¿Te diviertes? —le dije al pasar por su lado, sin ocultar la punzada en mi voz.

Ella me miró, sorprendida.
—¿Estás celosa?

—¿Tú qué crees?

—Solo es trabajo, Yo. Lo sabes.

—¿También lo era con la fan? ¿Con las chicas del pasado? ¿Con la que sí recordaste su nombre?

Faye se quedó en silencio.
No tenía una respuesta.
Pero me buscó esa noche. Como siempre.

—Solo tú me haces sentir de verdad —me dijo en voz baja, acorralándome contra la pared de mi departamento—. Solo tú me importas. Lo demás... son sombras.

La creí. Porque sus ojos no sabían mentir.

Pero el miedo seguía ahí, siempre latente.
Porque cuando amas a alguien en secreto... hasta una mirada ajena puede doler como una traición.

My Little YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora