0- ahogo

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Henry Worthington

“La secuestramos” dijo él.

Su comentario rezono repetidas veces por mi cabeza. Era algo extremo pero al mismo tiempo comprensible.

—¿Qué edad tiene?— pregunto.

Mi pregunta parece divertir a mi padre porque esboza una sonrisa ladeada. 

—tiene veintitrés no será problema «ni te dará lastima»— enfatiza— en torturarla. Por lo que he oído ni a su propia familia le interesa su bienestar.

—¿Entonces por qué la secuestramos a ella?

—porque ella sabe más de lo que padre cree, las calladas a veces son las que hacen más ruido— sonríe.

Antes de que pueda decir una palabra Cassandra entra interrumpiendo.

La fulminó con la mirada en cuanto entró. ¿Acaso no le enseñaron a tocar la puerta?

Cassandra es una chica de unos veinticinco años que al parecer tiene una obsesión con los hombres que le doblan la edad. Mi padre le dedicó una sonrisa coqueta, él sabe que ella se muere por él y lo aprovecha para alimentar su ego. 

Mi padre tiene una presencia imponente difícil de igualar. su cabellera oscura, corta y perfectamente peinada. Sus ojos grises, parecen reflejar una mezcla de confianza y misterio.

Lleva puesto un traje negro elegante, perfectamente ajustado a su figura atlética. El tejido es de una calidad superior, con un ligero brillo que resalta su sofisticación. La chaqueta de corte slim fit realza sus hombros anchos y su cintura esbelta, mientras que las solapas están exquisitamente elaboradas, dándole un aire de distinción.

un reloj de lujo brilla en su muñeca, símbolo del buen gusto y la riqueza que posee.

Sus zapatos de cuero negro, pulidos y en perfecto estado, son otro detalle que refleja su atención a la calidad y la estética.

Cassandra es solo otra ilusa que se aferra a ideas erróneas.

Cuando mis ojos se cruzan con los suyos observo una chispa de picardía. Es increíble. Ella cabe perfectamente en la oración “si no es con el padre es con el hijo”. 

Me levanto del sofá antes de que ella comience a hablar de cosas que francamente no me interesan.

—tengo que irme, me avisas cuando se debe hacer el trabajo— miro a  mi padre que solo se limita a asentir. 

Cuando pasó a lado de Cassandra la tomo por el brazo delicadamente me acerco a ella hasta que mis labios rozaron su oreja. Ella se estremece.

—adiós bonita.

No puedo negarlo, también juego con ella. 

Lilith Jhonson.

Moriré.

Moriré hoy.

¿Quién podría culparme? 

—¿De nuevo Lilith?— me reprocha mi madre. 

—si, madre de nuevo. -- digo mientras tomo la botella de champagne entre mis manos. 

Ella me arrebata la botella y la tira al suelo haciendo que se parta en mil pedazos y todo el líquido quedé en la cerámica. 

—¡¿Qué te sucede?!— grito. Me inclino cayendo de rodillas en la alfombra mientras tomo algunos pedazos del vidrio.

¿Cómo pudo hacerme esto? 

—tienes que ir a rehabilitación Lilith— me mira decepcionada— estás mal, cuando estaba Cristina al menos te mantienes sobria.

No acaba de decir eso.

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